El Banco Mundial evocó esta semana el espectro de la estanflación al rebajar sus pronósticos para la economía global.
Por Paul Wiseman
Washington, 9 de junio (AP) — Estanflación. Era la palabra más temida de los años de 1970. Para los estadounidenses de cierta edad, evoca recuerdos de largas filas en las gasolineras, fábricas cerradas y el ridiculizado lema del Presidente Gerald Ford, “batir la inflación ya”.
La estanflación es la copa más amarga de la economía: la alta inflación combinada con una oferta baja de empleos provoca una infusión tóxica que le quema la boca al consumidor y desconcierta al economista.
Durante décadas la mayoría de los economistas pensaban que semejante mezcla ni siquiera era posible. Daban por sentado que la alta inflación acompañaba a una economía fuerte y de bajo desempleo.
Pero una confluencia de sucesos poco felices hace reflexionar a los economistas sobre los tiempos del disco y la economía de alta inflación y alto desempleo de hace casi medio siglo. Pocos creen que la estanflación sea inminente. Pero no se la puede descartar como amenaza a largo plazo.
Esta semana, el Banco Mundial evocó el espectro de la estanflación al rebajar sus pronósticos para la economía global.
“La economía global está nuevamente en peligro”, advirtió el BM. “Esta vez enfrenta simultáneamente la alta inflación y el crecimiento lento... Es un fenómeno —la estanflación— que el mundo no veía desde los años de 1970”.
El mes pasado, la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, usó el término en declaraciones a la prensa:
“La perspectiva económica global”, dijo Yellen, “es grave e incierta, el aumento de los precios de los alimentos y la energía tiene efectos estainflacionarios al deprimir la producción y el gasto y elevar la inflación en todo el mundo”.
El Gobierno calcula que la economía se retrajo a una tasa anual de 1.5 por ciento de enero a marzo. Pero la caída se debió principalmente a dos factores que no reflejan la fortaleza subyacente de la economía: la brecha comercial provocada por la avidez de los estadounidenses por los productos extranjeros y el retraso en el reabastecimiento de los inventarios después de una gran acumulación durante las fiestas de fin de año.
Por ahora, los economistas coinciden en general que la economía estadounidense tiene suficiente vigor para evitar una recesión. Pero los problemas se acumulan. Los cuellos de botella en la cadena de la oferta y los trastornos provocados por la guerra de Rusia contra Ucrania han provocado los mayores aumentos de los precios de consumo de las últimas décadas.
Ante el asalto imprevisto de la inflación galopante, la Reserva Federal y otros bancos centrales, tratan de compensar mediante el aumento agresivo de las tasas de interés. Con ello esperan enfriar el crecimiento lo suficiente para domar la inflación sin caer en la recesión.
La tarea es difícil. El miedo generalizado, que se refleja en la caída de los precios de las acciones, es que la Fed, con sus errores de cálculo, golpeará la economía sin darle un puñetazo de nocaut a la inflación.
El expresidente de la Fed Ben Bernanke dijo al New York Times el mes pasado que “la inflación sigue siendo demasiado alta, pero está bajando. Así que podría venir un período de un año o dos en que el crecimiento es bajo, el desempleo crece al menos un poco y la inflación sigue siendo alta”.
Y en resumen dijo, “podrían llamarlo estanflación”.