“Me estoy muriendo”, fueron de las últimas frases de la maestra Eva Mireles hacia su esposo Rubén Ruiz, quien estaba fuera de la Escuela Primaria Robb en Uvalde por órdenes superiores.
Los Ángeles, 2 de junio (La Opinión).– La masacre en Uvalde, Texas, se ha convertido en un cúmulo de trágicas historias que suman más melancolía al negro episodio en Estados Unidos. La muestra el reciente relato sobre la maestra Eva Mireles, quien pasó sus últimos momentos hablando por teléfono con su esposo, diciéndole que se estaba muriendo.
De acuerdo a The New York Times, la última voz que escuchó Mireles fue la del amor de su vida, el policía del distrito escolar Rubén Ruiz, quien no pudo salvarla a ella ni a otras 20 víctimas masacradas la semana pasada en la Escuela Primaria Robb en Uvalde.
Conforme pasaron los días de la masacre, comenzaron a surgir detalles del trágico evento y la actuación de la Policía, principalmente por la falta de acción de los agentes.
Aquel 24 de mayo, el jefe de la Policía, Pedro Arredondo, decidió no ingresar a las aulas contiguas donde un hombre armado asesinó a 19 niños y dos maestros, incluida Mireles.
Pese a que el tirador, Salvador Ramos, seguía activo, un negociador trató de llamar al atacante, pero no respondió, dijo el Alcalde de Uvalde, Don McLaughlin.
En tanto, Mireles se convertía en la maestra que fue escudo de sus alumnos y murió asesinada, pero antes del último aliento, habló por teléfono con Ruiz.
Según el testimonio del Juez del condado de Uvalde, Bill Mitchell, a The New York Times, Ruiz fue uno de los muchos policías que respondieron a la escuela durante ese ataque, “Ella estaba en el salón de clases y él estaba afuera. Es aterrador”.
Mitchell dijo que no sabía las palabras exactas que intercambiaron el maestro y el policía del distrito escolar. Pero el mensaje central fue devastador.
“Estaba afuera escuchando a su esposa: ‘Me estoy muriendo'”, relató Mitchell.
Aquel día, el director del Departamento de Seguridad Pública de Texas dijo que el comandante del incidente creía que la escena ya no era una situación de atacante activo, sino un escenario de persona atrincherada, por lo que el ingreso fue 77 minutos después, cuando Eva Mireles y otra maestra, acompañaban a 19 niños como víctimas de una de las peores masacres en Estados Unidos.