Hace una década el hallazgo de decenas de cráneos humanos llevó a las autoridades a pensar que estaban frente a una narcofosa. Los restos fueron procesados por la Procuraduría de Chiapas como una escena del crimen hasta que con ayuda del INAH pudieron saber que en realidad estaban frente a restos de hace mil años que —se cree— pudieron formar parte de un tzompantli.
Ciudad de México, 6 de mayo (SinEmbargo).– Unos 150 cráneos humanos fueron encontrados en 2012 dentro de una cueva de la localidad de Carrizal, en el municipio de Frontera Comalapa, en Chiapas. La Procuraduría del estado acudió al lugar a partir de una “denuncia” y procesó “la escena del crimen” con la idea de que se trataba de una narcofosa. De esta manera llevaron los restos a Tuxtla Gutiérrez, la capital chiapaneca, y ahí descubrieron con ayuda del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que tenían en frente osamentas prehispánicas que databan del 900 y mil 200 d.C.
“Se dio un hallazgo inesperado porque no fue el Instituto Nacional de Antropología e Historia el que interviene esa cueva, ese espacio sagrado, sino más bien fue la Procuraduría General del Estado de Chiapas, en donde se dio este evento, considerando que era muy probable que se tratara de una narcofosa, sin embargo, el análisis dijo todo lo contrario y fue así como este material llega a esta institución, fue así como rescatamos este material”, comentó a finales de abril Javier Montes de Paz, investigador del Centro INAH Chiapas, al dar a conocer los resultados preliminares de la investigación sobre el origen de estos restos.
Han pasado 10 años y ahora las autoridades e investigadores del INAH han revelado algunos detalles sobre este hallazgo. Han informado, por ejemplo, que a todos los cráneos les faltaban dientes —sin que al momento se sepa si fueron extraídos antes o después de la muerte—, que pudieron ser producto de decapitaciones, que en su mayoría corresponden a mujeres adultas, aunque también localizaron los restos óseos de tres bebés.
Si bien las investigaciones siguen su curso, los antropólogos físicos del INAH creen que están frente a un evento con contexto funerario de aproximadamente mil años de antigüedad e incluso han teorizado que puede tratarse de un tzompantli —un altar de cráneos— que estaba localizado en la Cueva de Comalapa.
Como parte de la misma teoría, el Instituto ha dicho que pudieron haber estado colocados sobre “varas de madera alineadas, de acuerdo con el registro levantado en la cueva por la entonces Procuraduría General del Estado de Chiapas, en 2012”, y que ante el paso del tiempo se degradaron, lo que podría explicar que hayan sido encontrados tirados en el suelo.
“¿Qué hacían todos esos cráneos en la cueva? La respuesta puede surgir si pensamos en los tzompantlis. En la Cueva de Comalapa, en el interior, hay madera que bien pudo servir como especie de altares y que, claro, a través del tiempo se pudo haber ido desintegrando esa madera y entonces los cráneos empezaron a caerse. Esa es una explicación que podemos dar en cuanto a la relación del material óseo humano y la madera”, abundó Javier Montes de Paz.
La práctica de los tzompantlis era común en las civilizaciones azteca, maya y otras mesoamericanas, destaca la revista Smithsonian, que junto a otros medios internacionales han difundido los resultados preliminares sobre este hallazgo. La publicación además cita un artículo de la forense Dolly Stolze publicado en 2015 en Atlas Obscura que da cuenta de cómo “los cráneos que se exhiben en estos estantes fueron recolectados de víctimas de sacrificios humanos o de soldados que murieron en el campo de batalla”.
Para sustentar la teoría del tzompantli, Montes de Paz explicó que características similares se encontraron en la Cueva de las Banquetas, explorada en la década de 1980 por el INAH en el municipio de La Trinitaria, donde se recuperaron 124 cráneos que tampoco preservaban piezas dentales; y en la Cueva Tapesco del Diablo, descubierta en 1993 por exploradores mexicanos y franceses en el municipio de Ocozocoautla. Ahí, explicó, se descubrieron cinco cráneos con la particularidad de haber sido colocados sobre un tapesco (emparrillado) de madera.
Como parte de los resultados preliminares que han dado a conocer en los últimos días, Montes de Paz explicó que si bien se han identificado huesos largos de fémures, tibias o radios, hasta el momento no han encontrado un solo entierro completo sino mayormente cráneos o fragmentos de estos, por lo cual se cree que se está ante un contexto de numerosos individuos que fueron decapitados.
Abundó que a partir del estudio de los restos óseos pudieron determinar que algunas de las víctimas tenían enfermedades “que están muy relacionada con la dieta”. Dijo que han identificado padecimientos como osteoporosis, osteosarcomas y “tres cráneos con tumores, que bien vale la pena esclarecer si se trata de tumores benignos o malignos”.
Javier Montes de Paz, investigador del Centro INAH Chiapas, enfatizó en la necesidad de continuar con las investigaciones e inclusive, dijo, realizar nuevas temporadas de campo en la Cueva de Comalapa. Frente a ello pidió a la comunidad que en caso de localizar un lugar similar no lo toquen y mejor hagan el reporte pertinente.
“Cada que lleguen a una cueva y vean material traten de no tocarlo, de no levantarlo porque al final de cuentas se afecta la historia, se afecta el contexto histórico, como lo que pasó aquí [...] y entonces se pierde mucha, mucha información”, comentó Montes de Paz.