Tomás Calvillo Unna
04/05/2022 - 12:05 am
El don de la palabra
"Cuando la palabra pierde su alma/ y ya no nombra,/ el universo desaparece".
Rendija: para que la Paz exista se necesita del fuego de la guerra,
transmutarlo es el arte de la política y de la misma vida: se le llama amor,
al otro lado de la moneda sea águila o sol.
Si dejamos que las palabras cedan su paso
Y se retiren por unos momentos,
incluso de los sueños,
¿cuántos serán los pozos profundos que nos rodeen?,
y la geometría sus ángulos, distancias, límites
que cuidan los lugares,
no se detendrán;
y antes que el silencio,
ese compás de 360 grados se expandirá;
y los primeros libros, reconocidos como sagrados,
cerrados y protegidos quedarán en los altares
de un credo desparecido.
Sin contención alguna la noche y su oscuridad,
nos envolverá una y mil veces,
hasta que el polvo celeste
disperse las innumerables historias
de un tiempo ido y presente.
El pliegue y repliegue constante
hará de nuestra ausencia
su secuencia.
Las arenas de las familias
en un solo soplo mineral se hundirán;
el mar infatigable en su subir y bajar
diurno y nocturno
tomará el lugar del origen,
su origen en las playas desiertas
de nuestro hueco pensamiento,
la irrenunciable migración,
el viaje impostergable.
Cuando la palabra pierde su alma
y ya no nombra,
el universo desaparece.
La realidad virtual la despoja cada día,
cada segundo, cada parpadeo de su presencia.
La incontinencia de imágenes y más
domina por doquier;
el poder que la habita, y sus súbditos
se multiplican y de todo hablan y parlotean,
ya no saben pronunciar.
Es tal la desdicha del olvido,
que han perdido sus mismos nombres:
son unos y otros por igual.
Despojados de su mapa de vuelo irrumpe la locura;
y se extravía la evidencia
para enlazar el tiempo y el espacio
y definir el camino.
Cada quien tiene su tono, su puntuación,
sus puntos y comas que advierten
y los paréntesis que precisan.
Solo ella tiene la fórmula del más allá
la generosa posibilidad de la oración
a ras del suelo
o en su vuelo hacia los cielos.
Su química de eternidad
no es un relato inocuo,
es su esencia.
Al trascender las contingencias,
el fino tejido de las vocales y consonantes,
se sumerge en un océano
cuyo latido escuchamos
cuando decidimos callar sin reclamo alguno...
ahí está, aquí está,
iniciando siempre,
la génesis de nuestros pasos.
Esas gotas del grifo
que aún cerrado
se desprenden
algo adelantan
de nuestras últimas
palabras.
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