Gustavo De la Rosa
15/04/2022 - 12:05 am
Imposible no hablar del asunto
30 años en el poder de un grupo de jóvenes al principio, viejos ahora, generó en ellos y en sus seguidores la convicción de que son una casta divina, que recibió el poder de los dioses.
He visto escritas, prácticamente todas mis ideas, sobre el ejercicio de ratificación del mandato al Presidente, para que concluya su periodo de seis años, como dirigente de este país.
Solo relataré, algunos hechos y pensamientos, porque es imposible no hablar del asunto.
Tuve que viajar al valle de Juárez, 60 kilómetros en ida y vuelta, hasta el lugar donde se encontraba la casilla donde debía votar.
Lo hice con convicción porque era la oportunidad de salir en apoyar al Presidente, lo han agredido tanto, descalificado, insultado con cuanto adjetivo se les ha ocurrido, porque lo discriminan como un político inferior a ellos, no soportan que venga a sentarse en una silla que no le corresponde a un plebeyo.
30 años en el poder de un grupo de jóvenes al principio, viejos ahora, generó en ellos y en sus seguidores la convicción de que son una casta divina, que recibió el poder de los dioses. Que ellos son los únicos merecedores de dirigir este país y hay un intruso en palacio, por eso tanta rabia, tanto coraje, tanta furia, tanta estupidez al criticar al Presidente.
Tres años de agresiones constantes, sistemáticas. Hay articulistas que todos los días se dedicaron de tiempo completo a propagandizar en contra de Andrés Manuel. No les importa si lo que escriben es verdad o es falso, tampoco les interesa mantener cierto nivel de decencia académica, escriben con una arrogancia intolerable, los tuiteros han utilizado el más vulgar de los lenguajes, resulta sofocante leerlos en el recorrido de los mensajes que ahí aparecen.
Y teníamos tres años viendo y escuchando tamañas tonterías, disfrazadas algunas veces de artículos de opinión. Pero siempre se adivinaba esa perspectiva clasista, discriminatoria, ofensiva contra Andrés Manuel.
Por eso alegre, viajé hasta el ejido de San Isidro, donde efectivamente estaba en la lista nominal pese a que nunca viví en ese pueblo. Finalmente pude emitir mi voto para que siga Andrés Manuel hasta el término de su mandato.
Fue un voto liberador porque durante estos tres años no había tenido la oportunidad de actuar en defensa del Presidente. Veía cómo se defiende diariamente en las mañaneras, cómo reparte dobles y mandobles frente a la jauría que trata de desprestigiarlo, que exagera cualquier defecto o cualquier hecho, una jauría que no puede aceptar la honorabilidad de un hombre que vino a correrlos de Los Pinos.
Y fuimos más de 15 millones de mexicanos que con nuestro voto gritamos basta.
Otro pensamiento provocado por la sensación de triunfo es la convicción de que somos un movimiento tan grande, tan convencidos de cambiar las reglas del juego de esta sociedad que podemos enfrentar en cualquier terreno a los que hoy hacen cuentas alegres, para demostrar desde su perspectiva de clase que la votación en la ratificación del mandato de López Obrador lo debilita, lo cual me recuerda una máxima popular de mis años juveniles que restregábamos en la cara al agresivo perdedor. "Dime tú ¿de qué murió el quemado... si no de ardor?". Así se ven, así se escuchan y así lo sienten estos panistas de hoy. Van a aprender a perderlas todas y reclamar fraude, sintiéndose cada vez más chiquitos y más solos, y otra vez sólo van a quedar en el PAN los que sí creen en Gómez Morín, que son muy pocos, tal vez los que tuvieron el valor de ir a votar por la Revocación. Los demás, van a desaparecer platicando en las mesas de café lo maravilloso que fue cuando una vez tuvieron el poder.
Ahora esta es otra historia.
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