Investigadores de Estados Unidos están preocupados, entre otras situaciones, porque los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) pronto usarán menos laboratorios para buscar nuevas variantes.
Por Mike Stobbe
NUEVA YORK, 25 de marzo (AP).— Mientras los casos de coronavirus aumentan en algunas partes del mundo, los expertos están pendientes de una posible nueva ola de la COVID-19 en Estados Unidos y se preguntan cuánto tardará en detectarse.
A pesar de las mejoras en el seguimiento de la enfermedad en los dos últimos años, sostienen que algunos acontecimientos recientes auguran nada bueno:
—Con la generalización de los tests rápidos de detección de la COVID-19 en casa, menos gente se somete a las pruebas de referencia en las que se basa el gobierno para el conteo de los casos.
—Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) pronto usarán menos laboratorios para buscar nuevas variantes.
—Las autoridades de salud se centran cada vez más en los ingresos hospitalarios, que sólo repuntan cuando la nueva ola es ya una realidad.
—El programa de vigilancia de las aguas residuales sigue siendo un rompecabezas con el que todavía no se puede contar para extraer los datos necesarios para entender las nuevas oleadas.
—La Casa Blanca dice que el Gobierno se está quedando sin fondos para las vacunas, los tratamientos y las pruebas.
"No estamos en una gran situación", afirmó Jennifer Nuzzo, investigadora sobre la pandemia en la Universidad de Brown.
Los científicos reconocen que la amplia disponibilidad de las vacunas y tratamientos sitúan al país en una posición mejor que cuando comenzó la pandemia, y que el monitoreo ha avanzado mucho.
Por ejemplo, esta semana, los científicos elogiaron un programa implantado hace seis meses por el que se realizan pruebas a los viajeros internacionales que llegan a cuatro aeropuertos estadounidenses. Las pruebas genéticas realizadas a una muestra tomada el 14 de diciembre permitieron detectar una variante del coronavirus —BA.2, derivada del Ómicron— siete días antes que ningún otro caso reportado en el país.
Más buenas noticias: los casos, las hospitalizaciones y los decesos en Estados Unidos siguen una tendencia a la baja desde hace semanas.
Pero la situación es distinta en otras partes del mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó esta semana que los contagios han subido por segunda semana consecutiva a nivel global, posiblemente por la supresión de las medidas de prevención de la COVID-19 en muchos países y porque la BA.2 se propaga con más facilidad. Algunos expertos en salud pública no están seguros de lo que esto supone para Estados Unidos.
Según los CDC, la variante BA.2 es la responsable de un porcentaje cada vez mayor de infecciones en el país, con más de un tercio a nivel nacional y más de la mitad en el noreste. Se han detectado pequeños incrementos en la tasa general de casos en Nueva York, mientras que en Nueva Inglaterra subieron los ingresos en hospitales.
Algunos de los estados del norte del país tienen la tasa de incidencia de BA.2 más alta, aunque reportan cifras de contagios más bajas, destacó Katriona Shea, de la Universidad Estatal de Pensilvania.
El doctor James Musser, especialista en enfermedades infecciosas en el hospital Houston Methodist, dijo que el conteo nacional de casos de BA.2 es "confuso" y agregó que "lo que de verdad necesitamos son datos tan a tiempo real como sea posible... para [tomar] decisiones informadas".