Héctor L. Frisbie
10/03/2022 - 12:02 am
Misoginia, violencia sexual y salud mental
El atestiguar este tipo de confesiones que en ningún momento invitan a la moderación, al respeto ni a la prudencia hace evidente la costumbre, el hábito de perpetrar crímenes sexuales sin ser penalizado o estigmatizado de modo alguno por una sociedad misógina y machista y en un contexto de ausencia de justicia por parte de las autoridades obligadas a perseguir delitos sexuales.
Son diversos los ejemplos en los que a través de los medios de comunicación en una conversación o en una entrevista vemos y escuchamos confesiones de delitos en un formato relajado sin al parecer darse cuenta de la gravedad de lo que conversan. Recientemente el entrevistador Jordi Rosado platicaba de forma muy alegre con un histórico productor de telenovelas, y representante de artistas, Luis de Llano Macedo.
Durante la entrevista menciona sin el menor respeto por su víctima, en un acto cruel y cínico de revictimización, cómo abusó sexualmente de manera reiterada de una menor de 14 años ante lo cual el entrevistador pregunta: «¿Y estabas enamorado?», al mismo tiempo que esboza una sonrisa cómplice.
El atestiguar este tipo de confesiones que en ningún momento invitan a la moderación, al respeto ni a la prudencia hace evidente la costumbre, el hábito de perpetrar crímenes sexuales sin ser penalizado o estigmatizado de modo alguno por una sociedad misógina y machista y en un contexto de ausencia de justicia por parte de las autoridades obligadas a perseguir delitos sexuales.
En este caso la víctima, la cantante y artista Sasha Sokol, después de observar y escuchar el descaro de su abusador, publicó en redes sociales, en Twitter, una narración breve del proceso de manipulación y abuso sexual al que fue sometida y ventiló discretamente las graves y profundas cicatrices psicoafectivas a causa de ello.
El ejercer poder de manera consciente o inconsciente es un riesgo en las relaciones de personas adultas y en la medida que las personas adultas involucradas en una relación decidan debe tender idealmente al equilibrio. Así se encuentra la forma en la que las relaciones sean balanceadas, justas y satisfactorias para esas personas adultas involucradas.
Esto nada tiene que ver en el caso del abuso a menores de edad, a personas en desventaja educativa o económica. La posibilidad de tener al poder como la principal herramienta de una relación le convierte en una interacción de control, de manipulación y abuso. Nada tiene que ver con los afectos o una relación de pareja. Es un acto violento, abusivo y está tipificado como delito en todo el país.
La habilidad del abusador le transfiere la vergüenza y la responsabilidad a la víctima. El abusador no es selectivo y quien confiesa un abuso viene arrastrando una estela de intentos o abusos no confesados, solapados.
Como lo mencionan Marina de la Hermosa y Cristina Polo Usaola en su artículo “Sexualidad, violencia sexual y salud mental”, la psiquiatría y la psicología tienen una deuda con las mujeres ya que en la complacencia patriarcal al escribir los marcos de referencia de conducta esperada para cada género se ha fortalecido la “naturalización de la violencia sexual a través de la agresividad “natural” masculina y la pasividad femenina” con este argumento misógino se le transfiere la responsabilidad de contener la violencia sexual a las mujeres y por ello, de manera absurda, se hace común el asegurar que las víctimas tienen responsabilidad por ser agredidas, violentadas y abusadas física y sexualmente. Eso solo habla de porqué suceden estos casos en sociedades misóginas con un desprecio implícito por la integridad física, emocional y afectiva de las mujeres a cualquier edad.
Las víctimas de abuso sexual tienen un riesgo hasta 20 veces mayor de abuso de sustancias, alcoholismo, depresión, ansiedad, conducta antisocial y suicidio.
No prevenir ni penalizar severamente de manera ejemplar a quien violenta sexualmente es una deuda de los sistemas de justicia y las sociedades favoreciendo un tejido social de abuso y misoginia que tolera y celebra a los abusadores y por no indignarnos y actuar en consecuencia, todos, como sociedad somos responsables de ello.
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