Leticia Calderón Chelius
04/03/2022 - 12:00 am
El sistema migratorio global está roto
Si este conflicto bélico se alarga, se calcula que podría haber hasta 4 millones más de personas que salieran de Ucrania en busca de refugio en otro país.
Las imágenes han circulado en todo el mundo, casi un millón de desplazados ucranianos han salido de su país en menos de una semana de intervención bélica de parte del gobierno ruso sobre Ucrania. Se trata de una huida literal, una decisión inminente, un sálvese el que pueda que se volvió más apremiante al paso de los días cuando hasta los más incrédulos tuvieron que empacar lo básico y correr. Son los nuevos desplazados que se suman a los poco más de 80 millones de desplazados del mundo, de los cuales, los sirios, venezolanos y afganos encabezan la lista. Si este conflicto bélico se alarga, se calcula que podría haber hasta 4 millones más de personas que salieran de Ucrania en busca de refugio en otro país. La magnitud de esta crisis humanitaria no tiene paralelo porque ningún país de la región europea estaba preparado para recibir tal cantidad de población en tan corto tiempo y hasta ahora los ucranianos, dada la emergencia, se han concentrado en países como Polonia, Rumania y Hungría. La ironía es que, pese al drama, no podemos decir que este éxodo es de refugiados, son obviamente desplazados huyendo de la violencia militar, pero para poder aspirara a ser refugiados necesitarían iniciar un procedimiento jurídico que cada vez se vuelve más obsoleto y contrario al propio derecho humanitario que dice buscar proteger. Una persona que solicita refugio requiere demostrar que es un perseguido por diversos motivos, que tiene miedo y no tiene condiciones para volver a su lugar de residencia anterior y que, a los ojos del juez que revise su caso de manera individual, merece recibir dicha protección internacional. Esto que suena sencillo en general es un laberinto burocrático del que solo un porcentaje muy bajo de quienes solicitan dicho estatus jurídico lo consigue.
En el caso de los ucranianos es prematuro decir que son refugiados porque la esperanza que sopla en el aire es que termine la intervención militar con algún acuerdo de paz entre las partes y las personas ahora desplazadas, puedan volver a sus hogares, si lo consideran, bajo las condiciones que dicho acuerdo de paz defina para la población civil. Mientras ese escenario no sea más o menos claro, quienes hoy son desplazados desde Ucrania seguramente seguirán recibiendo apoyos de parte de los gobiernos y las sociedades que los acogen, que en algunos casos se han desbordado para ayudar, sin embargo, esta situación es transitoria e implica un tiempo de enorme angustia, zozobra e incertidumbre extrema para quienes de un día al otro cambiaron sus vidas. En este contexto, los países de la Unión Europea ya han acordado ofrecer un tipo de permiso especial hasta por un año a los ciudadanos ucranianos que lo soliciten para que puedan permanecer y transitar libremente entre países, como si la solución fuera establecerse y buscar trabajo cuando estas miles de personas apenas hace una semana tenían trabajo, casa, vida.
El desplazamiento forzado ucraniano probablemente profundice el debate sobre la figura misma del refugio porque mientras los ojos del mundo entero se posan en el conflicto en esa región, el resto de los millones de desplazados del mundo siguen, en su mayoría, a la espera de un reconocimiento jurídico que les permita establecerse y reiniciar sus vidas en un país lejano al suyo. La pregunta que se suma entonces a este debate es si otras experiencias de huida migratoria, aun sin ser en medio de bombazos y a toda prisa, no deberían constituir ya, también, motivos suficientes para abrir las fronteras y poder ofrecer una protección jurídica internacional expedita y sin dilaciones. Porque en el mismo continente europeo, mientras los ucranianos salen de su país, miles de personas intentaron ingresar por Melilla a territorio español. La misma desesperación y angustia, la misma. Alguien dirá que unos eligen migrar y otros se vieron forzados a hacerlo, pero eso es parte de una visión que sigue apegada al manual jurídico en lugar de a una visión humanitaria de gran calado. En este contexto, en México se vuelve aún más urgente exigir apoyar el trabajo de la COMAR, Comisión Mexicana de ayuda a Refugiado, para que esta institución tenga condiciones para resolver las miles de solicitudes de refugio pendientes en nuestro país, porque alargar los tiempos de espera burocrática deshumaniza a quienes en última instancia, han migrado por violencia directa, indirecta o precariedad económica, pero todos son víctimas. México podría aportar mucho preparándose para nuevos éxodos sin tener miles de casos pendientes en el cajón.
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