El pasado 15 de febrero, la CONAGUA informó que nuestro país se encuentra "anormalmente seco", ya que el 48.5 por ciento de los estados están experimentando sequías extremas.
El gobierno del Estado de Nuevo León, donde yo radico, emitió una declaratoria de emergencia debido a los bajos niveles de agua de las presas que abastecen al estado. Los niveles de agua en todas las presas está a menos del 45 por ciento, confirmando que el estado está enfrentando una etapa de sequía extrema.
Se extraen alrededor de 2 mil 084 litros de agua por segundo de la Presa Cerro Prieto y 1 mil 891 litros por segundo de la Presa de La Boca. Para poner las cosas en perspectiva, es importante saber el consumo de agua de sus habitantes. El promedio general de consumo de agua de las y los habitantes de la zona metropolitana es de 165 litros diarios, pero hay municipios en los que alcanzan los 300 litros diarios.
Las medidas para mitigar esta problemática han estado rondando por la red desde que se emitió este comunicado. Tanto el gobierno como la ciudadanía han hablado sobre reducir el tiempo de las duchas, evitar descargas innecesarias del inodoro, lavar los coches con cubetas, lavar los platos sin dejar correr el agua, regar las plantas en la mañana o en la noche, entre otras tantas recomendaciones. Lo que me parece impresionante, es que sigue sin mencionarse el impacto que tienen los alimentos que consumimos y poco se habla de las empresas que también utilizan gran parte de esta agua para fines comerciales.
Según el Registro Público de Derechos de Agua de Conagua, de los 2,028 millones de metros cúbicos de agua que se consumen en Nuevo León anualmente, el 71 por ciento va destinado al sector agrícola, el 25 por ciento para uso residencial y el 4 por ciento es utilizado por el sector industrial, a pesar de esto, en ningún momento se ha mencionado por parte de las autoridades que una de las estrategias debería ser realizar cambios en el sector agrícola y en nuestra manera de alimentarnos. ¿Por qué resulta tan incómodo hablar del impacto de la carne y otros productos de origen animal? Nuestro apetito está acabando con el agua, con nuestro entorno, con nuestra salud y con la vida de los animales. La producción de carne y lácteos es un sistema ineficiente que derrocha recursos y termina con todo a su paso. La producción de cárnicos necesita grandes cantidades de agua para cultivar alimentos como la soya y el maíz, que va destinado al consumo animal, cuando sería mucho más eficiente alimentarnos directamente de estos alimentos.
Para producir un kilogramo de carne de vacas se utilizan más de 15 mil litros de agua, para generar un kilogramo de granos tan sólo se requieren 1 mil 500 litros de agua y para un kg de vegetales se utiliza poco más de 300 litros por kilogramo. A pesar de que la carne de vacas es la que más recursos necesita, otro tipo de carnes también requiere de una cantidad alarmante de agua: carne de cerdos casi 6 mil litros por kilogramo, carne de corderos más de 8 mil 700 litros por kilogramo, carne de pollos más de 4 mil 300 litros por kilogramo. Tan sólo en el 2018, la industria láctea en México produjo 12 millones de litros de leche, donde se requirieron mil litros de agua para cada litro de leche.
Una alimentación basada en plantas utiliza la menor cantidad de agua y los cambios en la dieta pueden reducir el consumo de agua en un 50 por ciento según la Public Library of Science (2016). Por favor, no esperemos más, la solución es evidente. Cada vez hay más información con sustento científico que muestran el impacto de la ganadería en el planeta, si queremos seguir alimentando a una población que va en crecimiento, debemos enfocarnos en crecer alimentos enteros que requieran menos agua, eliminar o al menos reducir nuestro consumo de productos de origen animal haría una gran diferencia.