México

Luchar por los migrantes

Casa Tochán, una muestra del trabajo de las mujeres en favor de los desfavorecidos

12/03/2022 - 6:30 pm

El trabajo de cuidados es una práctica poco reconocida porque forma parte de los estereotipos asignados a las mujeres; se da por hecho que ellas son quienes tienen que hacerse cargo de las tareas del hogar y de los cuidados de la familia, aunque se les vaya en ello hasta 16 horas al día.

Esas labores ya no sólo se limitan al hogar y se convirtieron también en una bandera política, como es el caso de Gabriela, activista y directora de una casa para migrantes en la Ciudad de México. Durante años ese proyecto se sostuvo con 6 mil pesos mensuales y así logró atender una pandemia y la oleada de migrantes haitianos de 2021.

-Con información de Romina Gándara

Ciudad de México, 12 de marzo (SinEmbargo).- Gabriela tiene los días ocupados. Las labores en Casa Tochán no paran y menos en el último año en que la realidad obligó al albergue para migrantes a redoblar esfuerzos para atender a esa población en medio de una pandemia y de una crisis de desplazados de Haití y de Centroamérica.

Gabriela Hernández, quien es activista desde su juventud en los años 80, contó a SinEmbargo que el que Casa Tochán haya logrado salir avante de esos retos, se debe al valor de quienes ahí trabajan, en su mayoría mujeres.

Gabriela Hernández, realiza trabajo de acompañamiento con migrantes desde hace más de diez años. Foto: Facebook Casa Tochán

Su relato inicia con la advertencia de que es una mujer soñadora y desde su juventud, su sueño es cambiar al mundo. Y cierra con ese mismo mensaje:

“Tenemos que cambiar este mundo a algo más digno para vivir. No podemos pensar en un mundo de desigualdad y violencia y nosotros somos los únicos que podemos hacerlo, no los gobiernos, sino transformarlo poco a poco”.

Esto es lo que cuenta Gabriela Hernández, activista y Directora de Casa Tochán en el marco del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

El albergue se encuentra en la Alcaldía Álvaro Obregón, es un espacio laberíntico, lleno de escaleras y reducido, pero han logrado dar a decenas de personas migrantes un lugar donde dormir y comer, y en el cual se les asesora y hasta les dan clases de español para ayudarlas con su integración en el país.

En los primeros días de este 2022 llegó a alojar a 77 personas —incluidas mujeres y niños—, en su mayoría haitianos.

FUE EN LOS 80…

Gabriela Hernández, voluntarios y migrantes y posan en el monumento a los 72 que dice "Migrar es un derecho humano". Foto: Facebook Casa Tochán

Gabriela Hernández cuenta que en la década de los 80 estuvo rodeada de las luchas centroamericanas y ahí fue que tuvo su primer acercamiento con esa población, en específico con la comunidad salvadoreña: “mi primera escuela de enseñanza de solidaridad, de personas que luchan por algo”.

Además era marxista cuando en ese momento era casi un pecado para muchos. Pero ese pensamiento se mezcló cuando fue a El Salvador y descubrió la Teología de la Liberación.

Luego, en 1994, en México, con la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), conoció a Samuel Ruiz y empezó a participar con la impartición de talleres de alfabetización.

“Yo quería cambiar al mundo y tenía ejemplos. Desde entonces fui activista”, agrega. Otro suceso que la marcó fue el ocurrido en 2006: la represión en San Salvador Atenco y ahí participó en la liberación de las y los presos.

En esa misma corriente, el destino la puso en la fundación de Casa Tochán y se convirtió en la tercera persona en dirigirla.

LA VIDA EN EL ALBERGUE

“Me he quedado porque admiro a todos los migrantes. Jamás podría dejar mi casa por nada, mi tierra, mi país. Los admiro a ellos y en especial a las mujeres porque se sobreponen. He atendido a mujeres víctimas de secuestro y veo que ellas se rehacen rápido, quizás por el compromiso de ser madres, de saber que habían salido de su país para ofrecer una mejor vida a sus hijos y que las secuestraran no se vuelve impedimento para que siguieran en su objetivo: rápido vuelven a tomar su ritmo y a caminar y querer llegar a EU. Los hombres cuando son secuestrados se les hacen más traumas, como que ya no saben, piensan en volver y las mujeres no, siempre siguen adelante”, cuenta la activista.

Atender la migración no es una tarea fácil, pero en todos estos años concluye que hacerlo en la Ciudad de México no es “pesado” ni tan “peligroso” y que incluso le ha tocado la cara bonita de la migración en el sentido de que en la Ciudad es más difícil que el crimen organizado coopte o fastidie el trabajo que realiza; que hay problemas con los policías que quieren extorsionar al migrante diciéndole que lo llevará a migración por no enseñarle sus documentos cuando no pueden o con los procesos largos para las regularizaciones, la apatía de las personas servidoras públicas para ofertar algún servicio.

El albergue está ubicado en la alcaldía Álvaro Obregón. Foto: Facebook Casa Tochán

En esas tareas diarias asegura que sí es relevante el papel de la mujer; de hecho, al menos el 90 por ciento de las voluntarias en Casa Tochán son mujeres:

“Somos más sensibles y en la posición de la dirección del albergue, creo que es una ventaja ser mujer. Tal vez mi edad me ayuda, los migrantes, por inquietos que sean o exaltados por cualquier situación, nunca me han faltado al respeto y es mucha responsabilidad, porque me consideran su mamá. Me llegaron a decir por un tiempo mamá Gabi. Da gusto y te da una responsabilidad. Te ven como la mujer que te puede dar un consejo, que te llama la atención. Mis compañeras voluntarias jóvenes tienen energía y dulzura, sabiduría. Eso es virtud de las mujeres”, dice.

Casa Tochán vive de donaciones; venden artesanías y playeras. Durante años sobrevivieron con una donación de 6 mil pesos al mes, nunca han tenido apoyo gubernamental y con la pandemia vinieron tiempos complicados.

“En septiembre de 2021, yo dije que Tochan estaba en ceros ya no había nada. Sólo cloro y gel porque eso sí abundó pero ya no había comida. Se hizo un llamado y en la tarde de ese septiembre llegó la ola de migrantes haitianos, que fueron como los bebés que traen torta bajo el brazo porque a la par, el llamado a la solidaridad se hizo más grande y empezaron a traernos despensa, papel higiénico algo de dinero”.

El resultado fue el crecimiento del albergue: antes de la pandemia contaban con 20 camas, hoy con 40.

“La ola haitiana nos hizo crecer a fuerza. Atendimos en esos días a 107 migrantes, todo Tochán era un dormitorio”, agrega Gabriela.

A mediados de septiembre, miles de migrantes, en su mayoría de Haití, quedaron retenidos por las autoridades estadounidenses en un campamento improvisado bajo el puente internacional que une Del Río (Texas, Estados Unidos) con la mexicana Ciudad Acuña, en Coahuila, siendo en su gran mayoría posteriormente deportados.

Mientras, varios miles llegaron a otras ciudades del norte del país y también hasta la capital mexicana buscando la posibilidad de quedarse de manera provisional en México ante las dificultades que viven sus compañeros que tratan de cruzar a Estados Unidos.

Por ello, los albergues de la capital, que pertenecen a varias ONG’s, vivieron desde las últimas semanas de septiembre la llegada masiva de personas originarias de Haití que necesitan un lugar donde residir mientras esperan a que la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) resuelva sus solicitudes.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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