Mientras que los ingresos del 99 por ciento de la población mundial se deterioraron a causa de la COVID-19, los milmillonarios siguen creciendo sus fortunas, alimentando así las crecientes desigualdades económicas, raciales, de género y entre países. «Esto nunca ha sido fruto del azar, sino el resultado de decisiones deliberadas: la ‘violencia económica’ tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa a la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza».
Ciudad de México, 23 de enero (SinEmbargo).- La pandemia de COVID-19 ha provocado un fuerte incremento de la pobreza y el hambre en todo el mundo, causando la muerte de al menos 2.1 millones de personas al año, dio a conocer el informe «La Desigualdad Mata«, publicado por la Oxfam.
Los datos del estudio señalaron que si bien antes de que se desatara la crisis de COVID-19 se contabilizaban 3 mil 200 millones de personas (prácticamente la mitad de la humanidad) que vivían por debajo del umbral de la pobreza, establecido en 5.50 dólares al día por el Banco Mundial (BM), la emergencia sanitaria habría agregado alrededor de 163 millones de personas más.
«El largo periodo de reducción de la pobreza que el mundo había experimentado en décadas anteriores ya se estaba ralentizando considerablemente y, en los países más pobres, la pobreza iba en aumento […] La crisis ha puesto de manifiesto que, para la mayor parte de la humanidad, no ha habido una salida permanente a la pobreza y la inseguridad. En el mejor de los casos, estas personas han disfrutado de un alivio temporal, aunque profundamente vulnerable», se lee en el informe.
El estudio de la organización precisó que mientras que en 2020 se produjo una reducción de los ingresos de la mayoría de la población, en 2021 la tendencia fue dispar, pues la desigualdad entre países aumentó al mismo tiempo que las 10 personas más ricas del mundo recuperaron casi la mitad de lo perdido en el primer año de la pandemia, mientras que los dos déciles más pobres de la población perdieron un 5 por ciento adicional de sus ingresos.
«Esto se debe fundamentalmente a que, en los países ricos, donde vive la mayor parte del 20 por ciento más rico de la población mundial, el crecimiento económico se está recuperando, algo que no ocurre en los países de renta media y baja, donde viven la mayoría de las personas que se encuentran entre el 20 por ciento más pobre. Esta brecha es consecuencia del persistente apartheid de las vacunas.
En ese sentido, las previsiones del BM revelan que, si no se adoptan medidas para reducir la desigualdad interna de los países, es probable que los niveles de pobreza no vuelvan a ser los mismos que antes de la crisis, ni siquiera en 2030.
«La pobreza no sólo genera un sufrimiento inmenso. La pobreza mata. Es un tipo de violencia económica que se ejerce cada día contra miles de millones de personas de todo el mundo», recalcó la Oxfam y agregó que debido a estas agresiones económicas, las personas en situación de pobreza en todo el mundo viven menos y sufren muertes prematuras en mayor medida que quienes no lo son.
Estas muertes se dan por falta de atención médica, –y en esta pandemia, también por la inequidad en la distribución de vacunas–, por hambre y hambrunas alrededor del planeta. En el sustento de datos, el informe sobre las desigualdades mostró que el hambre termina con la vida de mínimo 2 millones 080 mil 500 vidas al año, según los datos del Sistema de Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (que evalúan la gravedad y magnitud de la inseguridad alimentaria aguda y crónica, y de la malnutrición), mientras que la estimación más elevada que maneja la Oxfam es de 14 mil 916 muertes al día.
las-desigualdades-matan-estudio-de-oxfam-2022«En un mundo de abundancia, nadie debería morir por falta de alimentos».
La situación no sólo aqueja a las personas adultas. Particularmente, niños y niñas viven un mayor grado de violencia económica provocada por la pobreza, a causa del coronavirus, pues al cerrarse los educativos, alrededor de 369 millones de niños y niñas dejaron de recibir las comidas escolares, fundamentales para su alimentación.
Según la Oxfam, en la mayoría de los casos, el almuerzo en la escuela era su principal comida del día, pues para las familias en mayor situación de pobreza, el valor de una comida escolar equivale a hasta el 10 por ciento de sus ingresos mensuales, «de manera que la pérdida de las comidas escolares les supone un inmenso coste adicional».
«Con las escuelas cerradas, muchas familias tienen dificultades para poner comida en la mesa, y cada vez más niñas y niños pasarán hambre y perderán los nutrientes que obtenían a través de las comidas escolares. Esto es una realidad en los países de renta media y baja, pero también en países más ricos donde existe una profunda desigualdad».
SECRETO A VOCES: LOS GOBIERNOS PUEDEN ACTUAR
El informe sobre la desigualdad en el mundo, disparada a niveles más altos de los que ya se presentaban previos a la pandemia, destaca que, aunque la mayoría de las veces los dirigentes mundiales sólo hablan de lo que pueden hacer para dar respuesta a estas crisis, los gobiernos sí pueden y deben aplicar mecanismos de redistribución de la riqueza, a través de la progresividad de la fiscalidad y el gasto, de tal manera que redistribuyan el poder y la riqueza acumulados por una minoría rica para invertirlos en la mayoría de la población.
«La inacción de la mayoría de los Gobiernos en la lucha contra las desigualdades les ha dejado en una peligrosa situación de vulnerabilidad ante la COVID-19.No obstante, es posible que la pandemia se convierta en un punto de inflexión, gracias a las distintas medidas que algunos gobiernos han puesto en marcha para abordar sus consecuencias […] Lo que es más importante, deben actuar también en términos de predistribución, diseñando un modelo económico que empiece por garantizar que los mercados, el sector privado y la globalización no generen una mayor desigualdad», anotó el análisis.
La Oxfam consideró que es necesario que se desplieguen soluciones sistémicas y estructurales, a favor de la mayoría de la población, que transformen los mecanismos que han facilitado que la riqueza, los ingresos y el poder se acumulen en manos de unos pocos. Y precisó que entre estos mecanismos está «el auge del poder empresarial y los monopolios, la desregulación extendida, los laxos controles de capitales, la “carrera a la baja” de los impuestos sobre la renta empresarial y de las personas físicas, la liberalización de los mercados de trabajo y la privatización de los bienes públicos, así como la búsqueda obsesiva del crecimiento del PIB, sin tener en cuenta si ese crecimiento es desigual o intensivo en el uso de carbono».
A esto se suma la propuesta hecha por un grupo de investigadores, que la semana pasado dijo que un impuesto progresivo a la riqueza sobre las personas más ricas del mundo podría pagar para que todas las personas del planeta estén completamente vacunadas y elevar a una franja de su población por encima de la línea de pobreza.
Los impuestos comenzarían con una tasa del 2 por ciento sobre la riqueza de más de millones y avanzarían al 5 por ciento sobre la riqueza de más de mil millones, generando 2 mil 520 millones, suficiente para cubrir el costo de dos vacunas y un refuerzo para los 8000 millones de personas estimadas en el mundo varias veces, de acuerdo a un análisis en 66 países realizado por Fight Inequality Alliance, Institute for Policy Studies, Oxfam y Patriotic Millionaires.
En tanto, Oxfam añadió en su informe que es posible sentar bases para un mundo más igualitario si se consigue financiación de manera inmediata por parte de países ricos para destinar a economías vulnerables (sin condiciones y sin incurrir en deuda), con el cumplimiento del compromiso hecho por los países ricos de destinar el 0.7 por ciento de su Ingreso Nacional Bruto (INB) a la ayuda a países de renta media y baja; y si no sólo se recauda la riqueza de las personas multimillonarias, sino que esta sea gravada y con ello apoyar a quienes viven en pobreza.
«Gravar la riqueza también es un instrumento fiscal legítimo para reducir el número total de milmillonarios y multimillonarios. En este marco, y a partir del trabajo de Gabriel Zucman, hemos calculado la recaudación que podría generar un impuesto anual del 10 por ciento que gravase la riqueza de los milmillonarios de todo el mundo, y cuyo objetivo sería reducir progresivamente su número. Una medida de este tipo supondría revertir de manera estratégica un modelo económico que lleva décadas aplicando la mayor parte de la carga fiscal sobre el trabajo y el consumo de la mayoría de la población, a través de impuestos regresivos que recaen sobre las personas en mayor situación de pobreza, especialmente las mujeres, en lugar de sobre el capital de las élites», se lee en el análisis.
También destacó que se debe erradicar «de una vez por todas» con los paraísos fiscales, ya que éstos privan a los gobiernos de ingresos vitales para sus economías, y recordó las revelaciones de los Papeles de Pandora, que son tan sólo el último de los muchos escándalos que han arrojado luz sobre cómo las personas ricas y los responsables políticos utilizan los paraísos fiscales en detrimento del resto de la población.
Finalmente, la Oxfam subrayó que es necesario que exista seguridad de ingresos para las personas desempleadas y las personas trabajadoras del sector informal, prestaciones por menores a cargo, pensiones y provisión de cuidados, pues representan los elementos de protección social básica que, además de un derecho humano, «es un salvavidas frente a la miseria y el hambre».
«Los países de renta media y baja deberían incrementar su presupuesto anual de protección social en un promedio de un 3.8 por ciento de su PIB, con el objetivo de reducir el actual déficit de financiación y garantizar una protección social básica que incluya acceso a servicios de salud, así como prestaciones que aseguren unos ingresos mínimos a las personas mayores, las madres, las niñas y niños, y las personas con discapacidad […] Tiene un poder transformador: por ejemplo, si Kenia e Indonesia invirtiesen ahora un 1.7 por ciento de su PIB en sistemas de protección social, en 2030 podrían reducir sus índices de pobreza en un 25 por ciento y un 31 por ciento, respectivamente», sostuvo.