Guadalupe Correa-Cabrera
10/01/2022 - 12:03 am
“El que a hierro mata, a hierro muere”
Nadie duda de las redes de protección de autoridades de todos los órdenes en México y otros países al narcotráfico.
En su columna del 2 de enero en OPTIMUS Informativo, el periodista tamaulipeco Jorge A. Pérez retoma un fragmento del libro del periodista Ricardo Ravelo titulado Osiel: Vida y Tragedia de un Capo (Grijalbo, 2009). En ese fragmento, Ravelo narra el contenido de una llamada telefónica que recibió Carlos Loret de Mola el 8 de octubre de 2004 en su programa “Primero Noticias” de Televisa. Era la llamada del entonces líder del Cártel del Golfo (y supuesto creador, en cierto modo, de los Zetas), Osiel Cárdenas Guillén, desde el penal de «alta seguridad» de La Palma. En esa ocasión, el capo, quien ahora se encuentra privado de su libertad en una prisión de «máxima seguridad» en los Estados Unidos, se lanzó contra el titular de la entonces Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), José Luis Santiago Vasconcelos, “y lo acusó de chantaje”. Y así sigue el texto de Ravelo:
“En esa inusual entrevista, difundida en radio y televisión, Osiel desnuda a Vasconcelos al afirmar que éste le pidió incriminar a Tomás Yarrington, entonces Gobernador de Tamaulipas.
Si no quería ser extraditado a Estados Unidos, debía decir que el político tamaulipeco estaba relacionado con el narcotráfico.
Con el espacio abierto en la cadena televisiva más poderosa, Osiel no se limita al hablar. Cuestiona a la PGR porque, según él, lleva a cabo una lucha selectiva en contra del tráfico de drogas y dice que sólo se combate a ciertos grupos”.
Ahora que está de moda el tema de los Narcopolíticos (título también del más reciente libro de Ricardo Ravelo), vale la pena ahondar sobre este tema. Nadie duda de las redes de protección de autoridades de todos los órdenes en México y otros países al narcotráfico. La narrativa hegemónica (o mainstream reproducida por Netflix, la mayor parte de los medios de comunicación y la academia) asume que son esas redes—hechas en nuestros países subdesarrollados obviamente—el origen de todos nuestros males y la explicación más certera de los elevadísimos niveles de violencia que se registran en nuestro país y en la región latinoamericana en general.
Y todo parece confirmar esta versión. Yo misma la he dado por hecho. ¿Cómo defender a un Gobernador acusado de ligas directas y promoción del narcotráfico? ¿Cómo dudar de los vínculos de los (ex)gobernadores Tamaulipecos con el Cártel del Golfo y/o Los Zetas? ¿Cómo negar que Salvador Cienfuegos fue “El Padrino”? ¿Cómo pensar en que la versión de Cuauhtémoc Blanco sobre su foto con los malosos es verdadera y sólo lo querían incriminar? ¿Cómo negar que Genaro García Luna tenía vínculos con «El Chapo» Guzmán? No. Nada de eso es posible y pensar lo contrario sobre estas supuestas redes de protección al narco te haría un cómplice, un teórico de la conspiración o un simplemente un gran estúpido.
Lo interesante, sin embargo, es que en todos estos casos existen casi nulas pruebas fehacientes de estas ligas, que en la mayoría de los casos se dan a conocer a través de testigos protegidos (muchos de ellos en juicios de alto impacto en los Estados Unidos) o de investigaciones judiciales realizadas en el vecino país. Todo esto parece hacer total sentido debido a que, en nuestro imaginario, todo es culpa de los narcos y los narcopolíticos del mundo subdesarrollado, mientras que las autoridades o agencias de seguridad estadounidenses son las única capaces de hacer justicia y de investigar adecuadamente lo que sucede con el narcotráfico.
Lo curioso es que la droga sigue entrando y distribuyéndose convenientemente en “la tierra de los libres, hogar de los valientes”. Al mismo tiempo, las agencias de seguridad e inteligencia estadounidenses operan y mantienen presencia en todo el continente, administrando sus recursos naturales estratégicos y dominando la geopolítica. Y así se sostiene la narrativa de los cárteles en las historias de narcos, padrinos y testigos protegidos. Todo como una serie de Netflix, Telemundo o Amazon Prime.
Yo nunca había puesto en duda la relación de Tomás Yarrington con los narcotraficantes de su época, pero la verdad es que no existen evidencias concretas de ese hecho. El exgobernador se declaró culpable de lavado de dinero el año pasado, y al hacer esto, el Gobierno estadounidense desestimó los cargos de tráfico de droga, extorsión, entre otros que se le habían imputado. Fue parte de la negociación, pero esto concuerda, en cierto modo, con lo que le dijo Oziel (con Z) a Loret de Mola en 2004. Se dice que no se le puede creer a un narcotraficante o a un criminal, pero aún así los utilizan de testigos protegidos en algunos casos.
Nunca sabremos a ciencia cierta si lo que dijo Osiel fue verdad o no, pero el juicio a Tomás Yarrington en Estados Unidos no vinculó directamente al exgobernador de Tamaulipas a tráfico de drogas. Yarrington se declara lavador de dinero—muy posiblemente proveniente de daño al erario o corrupción—pero no acepta ser narcotraficante. José Luis Santiago Vasconcelos está muerto. Ahora recuerdo que murió en un misterioso accidente aéreo en 2008 (en el cual también perdió la vida el entonces Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño) cuando Felipe Calderón Hinojosa era Presidente y Genaro García Luna, el Secretario de Seguridad Pública. También recuerdo cómo se enojó García Luna cuando le pregunté por esos “accidentes”.
“¿Cómo es posible que esos funcionarios claves murieran todos en accidentes aéreos? ¿No te parece raro? A mí me parece raro.
Y entonces Genaro, visiblemente irritado dijo lo siguiente:
—Los tres accidentes aéreos fueron eso: accidentes. Encontramos el avión tirado, hecho pedazos, los cuerpos embarrados. Vamos a hacer análisis con evidencias, no con supuestos. Yo te doy evidencia. Y si no confías en mí, aquí se acabó la plática…”.
(Las Cinco Vidas de Genaro García Luna, El Colegio de México, 2021, p. 55)
Por cierto, ahora que muchos hablan de los narcopolíticos mexicanos y que se decidirá el destino de García Luna en los Estados Unidos [quien por cierto, ya tiene también orden de aprehensión en México por presunto tráfico de armas en la operación “Rápido y Furioso” (¡que extraño!)], recomiendo la lectura del libro que escribí en coautoría con el Dr. Tony Payan sobre este personaje—y que cito arriba. Yo creo que pueden encontrar ahí muchos detalles interesantes. El pasaje de los accidentes aéreos me parece curioso y creo que puede resultar, para algunos, relevante.
Sobre el caso de Tomás Yarrington, además de Vasconcelos QEPD, parecen conocer demasiado la Exprocuradora General de la República, Marisela Morales Ibañez, e Irving Barrios Mojica—este último, actor clave en el famoso “michoacanazo”. Me pregunto cómo la estarán pasando (y qué estarán pensando) ahora que Francisco Javier García Cabeza de Vaca fue acusado de delincuencia organizada y que Genaro García Luna espera un juicio en una prisión de máxima seguridad en Nueva York por delitos relacionados con el narcotráfico.
Es interesante cómo algunos personajes expertos en montajes y detenciones arbitrarias ahora se encuentran en la cárcel, enfrentando severos cuestionamientos o en problemas legales. El caso más contundente es el de Genaro, quien se encuentra esperando un juicio por sus supuestos vínculos directos con el Cártel de Sinaloa. Hasta ahora lo único que conocemos a ciencia cierta, como supuesta evidencia de esta relación, son declaraciones juradas de testigos protegidos (pero supuestamente existen cientos de pruebas). También conocemos sobre sus presuntos actos de corrupción en México (sus relaciones con la familia Weinberg y los contratos con penales privados, para dar dos ejemplos).
Dudo que se lleve a cabo el juicio a García Luna en Estados Unidos, considerando las implicaciones que éste tendría y por las complicidades que podrían develarse—las cuales no necesariamente se limitarían a actores de origen mexicano. De lo que no me queda duda es que Genero no se esperaba lo que le está pasando. Genaro se refería a los estadounidenses no sólo como sus socios, sino como sus amigos. Y pareciera ser que sus amigos, por una extraña razón (en la era de Trump), lo traicionaron.
De forma críptica, me viene a la mente la conocida frase: “El que a hierro mata, a hierro muere.”
Nota: La trama (de Netflix) acaba de dar un giro inesperado. A Conrado Sol podrían regresarlo a su país, así como lo hicieron con “El Padrino” (quien también fue detenido en tiempos de Trump). Ahora hay una orden de aprehensión contra él, contra «El Chapo» y contra otras cinco personas más en México.
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