Gustavo de Hoyos Walther
11/01/2022 - 12:05 am
La política energética en la era del antropoceno
"Lo que está sucediendo frente a nuestros ojos es muy claro: la inversión en las industrias basadas en energía fósil está disminuyendo dramáticamente, al tiempo que aumentan las inversiones en energías limpias. Hay un proceso de descarbonización a nivel planetario, como si el homo sapiens se hubiera dado cuenta de las consecuencias de estar viviendo en una época geológica, que hoy se conoce ya como el antropoceno".
En las próximas semanas dará inicio en el Congreso de la Unión el Parlamento Abierto para definir el futuro de la legislación mexicana en materia energética. Más allá del análisis casuístico de las propuestas de reforma constitucional planteado por el oficialismo, vale la pena reflexionar sobre las megatendencias que en materia energética están marcando el desarrollo de la humanidad en este tópico tan relevante.
El visionario Marshall McLuhan, habló a finales del Siglo XX de la transición de la galaxia Gutenberg a la edad eléctrica. Esta enorme transformación de la cultura humana significó el arribo de un mundo menos centralizado (la aldea global) y más diverso. Las ideas del teórico canadiense explican porqué los intentos de la antigua Unión Soviética y de sus satélites en Europa del Este por establecer un Estado centralizado en el mundo de la revolución eléctrica (y después digital) fracasaron. Estas industrias sólo prosperan en redes descentralizadas y en economías de mercado con participación mayoritaria de la iniciativa privada.
A nivel global, el pensamiento liberal en los últimos años ha reconocido la evolución de las necesidades energéticas del planeta y su ineludible relación con los desafíos que impone el cambio climático. Esta visión es compatible con la del mundo descentralizado preconizado por McLuhan. Así el Think Tank liberal, World Economic Forum, estima que para el año 2035 el 25 por ciento de la electricidad será producida por energías renovables y descentralizadas como la solar y la eólica. Se espera que para el 2050 esa tendencia se elevará hasta alcanzar el 50 por ciento de la generación total. Esta evolución implicará profundas transformaciones si se considera que hoy este porcentaje es sólo del cinco por ciento. Esto significa que los países que están invirtiendo en energías fósiles centralizadoras, le están apostando erróneamente a industrias que pronto estarán descontinuadas. Y esto no es sólo retórica. Recientemente los gobiernos de Estados Unidos y Europa anunciaron que están valorando seriamente imponer un arancel a las importaciones de bienes, en cuyo proceso productivo se hayan utilizado energías no renovables. Al materializarse los nuevos paradigmas arancelarios, determinados por la naturaleza de la energía empleada, países como México, que pretenden fundar su política energética en recursos fósiles, estarán en gran desventaja frente a los que ya han asimilado la gran revolución energética de nuestros días.
Asimismo, de acuerdo con el Brookings Institution -otra destacada institución del pensamiento liberal- la deuda pública global de todos los gobiernos del planeta es de alrededor del 80 por ciento del PIB mundial. Esto quiere decir que los Estados nacionales no contarán con los recursos necesarios para invertir en energía en las décadas futuras. El capital intensivo que reclamará el desarrollo energético tendrá que aportarlo la iniciativa privada. Por eso, la apuesta correcta hacia el futuro es la que están realizando sociedades como la estadounidense, donde cerca del 80 por ciento de la producción de energía es realizada por empresas privadas. Es un lugar común decir que las decisiones que se tomen hoy tendrán un impacto en el futuro cercano. Pero este apotegma tiene razón hoy más que nunca. Se estima que para el año 2040 habrá una población global de nueve billones de personas que necesitarán producir y consumir energía renovable. Aunque muchos en el Gobierno mexicano no lo quieran escuchar, actualmente existe una colaboración entre las empresas líderes de producción de energía, la academia y reguladores de la industria para atender las necesidades de energía sustentable en todo el planeta. Lo que está sucediendo frente a nuestros ojos es muy claro: la inversión en las industrias basadas en energía fósil está disminuyendo dramáticamente, al tiempo que aumentan las inversiones en energías limpias. Hay un proceso de descarbonización a nivel planetario, como si el homo sapiens se hubiera dado cuenta de las consecuencias de estar viviendo en una época geológica, que hoy se conoce ya como el antropoceno. Este concepto nos ilustra sobre la forma en que la actividad humana puede estar afectando el ecosistema terráqueo de manera irreversible. Como respuesta a esto, el mundo se está moviendo hacia paradigmas de innovación y de descentralización en el uso de energía que puedan inhibir el impacto negativo de la acción humana en la sustentabilidad planetaria.
Un ejemplo de esto es la llamada “generación distribuida de energía”, en las que pequeñas fuentes de generación eléctrica se instalan cerca de puntos de consumo. Otra innovación es el uso de redes de energía inteligentes basadas en tecnologías digitales, que se caracterizan por la optimización en el uso de energía. Estas dos megatendencias sólo pueden satisfacerse en sociedades que privilegian las energías renovables y no centralizan la producción y distribución de energía, como lo pretende hacer el Gobierno federal mexicano.
Al mismo tiempo que la cuarta revolución industrial fomenta el uso de energías limpias, otro gran fenómeno está ocurriendo en las sociedades liberales. En este momento hay una revolución cívica en marcha internacionalmente, que promueve la participación ciudadana en la definición de las políticas energéticas. Lo que se fomenta por esta corriente de pensamiento es el derecho de los ciudadanos para consumir, producir y vender energía renovable. Un ejemplo de esto es la Federación Europea de Energías Renovables, que forma parte de una red más amplia cuyo objetivo es que los gobiernos respeten los derechos civiles a producir y consumir energías limpias.
En este contexto debe considerarse reaccionaria y autoritaria, la propuesta del Gobierno federal mexicano de regresar al Estado proveedor, donde una entidad pública centralizada como la Comisión Federal de Electricidad tiene el control total del sistema eléctrico, tal y como lo concibieron de Lázaro Cárdenas del Río y Adolfo López Mateos, en otras épocas y frente a realidades diversas. La propuesta oficialista fortalece un cuasi monopolio en la producción y un sistema marcado por la opacidad. Este proyecto autoritario va en contra del reclamo ciudadano a nivel global por descentralizar la producción y transparentar las decisiones de los gobiernos.
Mientras el mundo adquiere consciencia del efecto de la actividad humana en el medio ambiente y de la necesidad de hacer más eficientes los mercados de energía, nuestro Gobierno hace caso omiso. En la era del antropoceno, la contra reforma energética propuesta al Congreso de la Unión por el Presidente de la República, significa el abandono de la racionalidad y la negación del humanismo liberal y democrático que está cambiando al mundo.
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