Leticia Calderón Chelius
17/12/2021 - 12:00 am
Solo un día para el migrante
Que quede dicho, “ningún ser humano es ilegal”.
Desde hace más de dos décadas se marcó el 18 de diciembre como el día del migrante. La verdad es que se han nombrado tal cantidad de días a propósito de lo que se les ocurra, que la fuerza de centrarse un día para que un tema resuene tenga eco y nos haga reflexionar a propósito de procesos como la migración, por ejemplo, se han ido diluyendo. Aún peor cuando el hecho de que hay un día de la mujer, de la naturaleza, de los peatones o de las personas en movilidad humana y súmele los festejos que quieran, no se reflejan en las mejores condiciones de los grupos y causas que cada día conmemora. En el caso de la migración, sería muy difícil decir que en 21 años en que el 18 de diciembre es oficialmente el día del migrante, se han dado mejores condiciones, no solo para transitar entre países, ni para resolver cuestiones de lo más básicas, como obtener visados que acrediten la posibilidad de migrar en mejores condiciones que hacerlo en la clandestinidad como lo hacen millones de seres humanos en el planeta a los que se les niega un documento que valide su decisión a migrar.
Desafortunadamente en estas dos décadas en que conmemoramos el día del migrante muchas cosas han encrudecido las condiciones de este proceso desde sus distintas facetas (tránsito-destino), pero, además, se han sumado situaciones muy complejas. Por ejemplo, la migración internacional ha aumentado de manera importante porque pasó de representar el 2% de la población mundial a inicios del siglo XXI, a estar en casi un 4% en la actualidad. Aunque esto es porcentualmente bajo, la realidad es que en números absolutos es un aumento descomunal dado que la población mundial a su vez, nos hemos multiplicado de manera importante en dos décadas (hoy somos casi 8 mil millones de seres humanos en el planeta). En estas dos décadas también se ha doblado el número de fronteras que a su vez, han incrementado las restricciones de tránsito. Uno de los puntos más complicados de explicar luego de tantos años de recordarle al mundo que hay un día del migrante, es que decimos que la migración es un derecho humano, pero esto que suena tan potente, choca de frente con el hecho de que los países pueden decidir quién entra y quien no a sus territorios y por tanto, hacen de ese derecho una simple cantaleta que acepta el derecho a migrar pero no a ser aceptado. El verdadero cambio implicaría poner por encima de la soberanía nacional de cada estado, la condición humana de las personas y su derecho efectivo a migrar, lo que en 20 años no ha avanzado pese a ser prácticamente el primer punto de lo que el día del migrante abandera.
En esos años de repetirnos que hay un día del migrante, lejos de facilitar la movilidad se han generado además nuevos espacios de “espera” como Lampedusa, Canarias o Tapachula, donde se confina a las personas en un limbo jurídico que nos les permite avanzar, pero tampoco les da condiciones para permanecer dignamente, cuando su opción tampoco es volver de donde salieron. Las guerras de este siglo (como la de Siria), además de la violencia criminal, la precariedad extrema, o el sin sentido de futuro, son los motivos principales para que las personas sigan migrando sin que nada haya cambiado en 20 años, sino por el contrario, tal parece que naciones enteras que no tenían en su imaginario la experiencia de la migración hoy son algunos de los flujos más importantes del planeta, como los venezolanos, los salvadoreños o los hondureños, que apenas hace unas décadas jamás habían experimentado una movilidad tan significativa. Ni que decir de los haitianos que son un pueblo históricamente en la diáspora, pero que este siglo no les ha dado descanso en esa búsqueda incesante por encontrar su lugar en el mundo.
Es verdad que lo que va del siglo XXI que se ha avanzado en generar leyes, normas, acuerdos y pactos nacionales e internacionales que evocan siempre los derechos como un punto de partida, sin embargo, ese marco jurídico muchas veces, la mayoría de las veces, es solo un formalismo que no se traduce en mejoras concretas de cosas tan básicas como facilitar desde trámites administrativos que pueden cambiarle la vida a las personas, hasta reconocer la extrema hipocresía detrás de la manera como se restringe la migración que es sobre todo una forma de selección de mano de obra que mantiene condiciones restrictivas para poder explotarla más y mejor. La verdad es que el modelo económico en su forma actual requiere de una mano masiva que los propios países ya no alcanzan a producir con su propia natalidad. Por tanto, más que seguir repitiendo que la población migrante multiplica la población local, lo que pasa, sobre todo en las economías más ricas del mundo, especialmente la de Estado Unidos, es que necesitan desesperadamente una población joven que supla a su propia mano de obra ante el inminente proceso de envejecimiento que se verifica en la mayor parte del planeta.
Lo que deseo para este día del migrante del 2021, luego de dos décadas de asistir puntualmente a la cita que ayuda al planeta a mencionar el tema, reflexionar, llamar la atención sobre tantas cosas que podrían facilitarle el duro tramo que enfrentan millones de seres humanos cuando se ven forzados a hacerlo, tal vez podríamos simplemente bailar en ronda y nadie, absolutamente nadie, preguntarse ni dónde nació ni de dónde viene el que nos toma la mano al bailar. Que quede dicho, “ningún ser humano es ilegal”.
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