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Soldados... y traficantes

La historia de 2 militares de EU que traficaban armas robadas y explosivos a México

16/12/2021 - 2:35 pm

Cuando los dos hombres fueron arrestados, agentes de Seguridad Nacional incautaron más de 30 armas de fuego, varios bloques de explosivos C4, una granada de mano, explosivos de concentración, chalecos antibalas, dispositivos de visión nocturna, prismáticos, municiones, lásers y cargadores.

Por James Laporta y Jason Dearen 

Estados Unidos, 16 de diciembre (AP).- Lleno de rifles y explosivos, la camioneta deportiva se enfiló hacia una autopista interestatal de Florida bajo un brillante cielo otoñal azul y rebasó a otros conductores sin darles aviso.

Era noviembre de 2018 y el conductor, Tyler Sumlin, estaba incómodo. Sudado. El musculoso y barbudo exsoldado del ejército de Estados Unidos estaba resfriado y comprensiblemente tenso: transportaba rifles robados, suficiente C-4 para que estallara su automóvil y los que lo rodeaban, y una granada de mano activa.

Recordó que lo que pasó por su mente: ”¿Es demasiado tarde para regresar?”.

A su lado viajaba el hermano de armas de Sumlin, el sargento de primera clase Jason Jarvis, un soldado en servicio activo de la 18ª Compañía de Artillería de Fort Bragg, en Carolina del Norte —la antigua unidad de Sumlin.

Los dos hombres, cercanos desde que estuvieron en Afganistán, intentaron distraerse con una charla cotidiana de carretera. Sus esposas, historias de guerra, sus películas favoritas.

En esta imagen de archivo, las siluetas de dos soldados estadounidenses no identificados. Otros dos hombres que forjaron una estrecha amistad en el ejército fueron arrestados por robar armamento. Foto: David Goldman, AP.

Unos meses antes, Jarvis se había acercado para preguntar a Sumlin si tenía interés en ganar algo de dinero. Jarvis buscaba vender equipo militar robado de una armería en Bragg.

Sumlin dijo que tal vez podría encontrar un comprador.

Ahora se dirigían a El Paso, Texas, para vender las armas robadas. Los dos hombres habían escuchado por contactos que los clientes llevarían el botín a México.

En una serie de reportajes, The Associated Press ha detallado cómo las fuerzas armadas de Estados Unidos tienen un problema con armas y explosivos perdidos o robados, y cómo ese armamento ha sido utilizado en delitos comunes.

Pero la historia de cómo dos hombres —que habían forjado un vínculo profundo en medio de la violencia del campo de batalla— intentaron vender armas robadas del Ejército revela otro tipo de amenaza: un grupo organizado de soldados y veteranos que tratan de aprovechar las fallas en el sistema del ejército para hacer dinero rápido.

En esta imagen de archivo, autos esperan en fila en el puente internacional Paso del Norte en Ciudad Juárez, México (abajo), en la frontera con El Paso, Texas (arriba), el 8 de noviembre de 2021. Foto: Christian Chávez, AP.

Esta historia se basa en entrevistas extensas, mensajes de texto asociados con un caso penal federal, mensajes grupales privados de Facebook, registros judiciales y documentos de investigaciones militares.

Si bien la información sobre Sumlin y Jarvis ha salido a la luz antes, este relato ofrece nuevos detalles sobre un caso que consternó y molestó a otros soldados, quienes se sintieron traicionados por dos de los suyos.

Una fotografía registra un día en 2009 cuando Sumlin y Jarvis se sentaron juntos en una roca en la provincia de Kunar, en Afganistán. Un rifle descansa sobre el regazo de Sumlin, quien usa un chaleco táctico y las mangas de su camiseta cortadas para exponer un bronceado de granjero y un tatuaje en su hombro izquierdo. Jarvis está a su lado, rifle en mano.

Los dos hombres jóvenes se habían convertido en hermanos en medio del ritmo vertiginoso del Afganistán en tiempos de guerra. Sumlin y Jarvis se especializaron en la eliminación de artefactos explosivos (“EOD”, por sus siglas en inglés), el tipo de trabajo que Hollywood retrata en The Hurt Locker con sus sofocantes y descomunales trajes antibombas.

Su trabajo de eliminación de artefactos explosivos colocados por los talibanes no tenía fin y les dejó poco tiempo para procesar lo que vieron, escucharon y olieron. Fue un trabajo de mucha presión dentro de una situación de presión, intenso incluso en el mundo de alto riesgo del campo de batalla. Escondieron experiencias e imágenes traumáticas en lo más profundo de sí mismos y su camaradería ayudó a mitigar el estrés.

En esta imagen de archivo se puede ver el arma de un soldado del ejército de Estados Unidos en Fort Bragg, Carolina del Norte, el 4 de enero de 2020. Foto: Chris Seward, AP.

Cuando regresaron a Estados Unidos, a ambos les costó adaptarse a un ritmo de vida más lento. Como muchos soldados, encontraron algo de bálsamo en la amistad de otros que habían visto lo mismo que ellos.

Como muchas subculturas militares, la comunidad EOD tiene su propio código de conducta, ética y lenguaje. Sumlin se unió a un grupo privado de Facebook donde los miembros de la comunidad EOD se compadecían, discutían y bromeaban entre ellos. También cuestionaban su comportamiento y debatían si la conducta de un miembro violaba el código de la hermandad.

Sumlin dejó el ejército en diciembre de 2017, pero fue desplegado nuevamente para eliminar bombas con una empresa contratista privada.

Por su parte, Jarvis permaneció en el ejército. En Fort Bragg, hogar de algunas de las unidades de élite del ejército, Jarvis trabajaba en una armería. Y eso le dio acceso a una gran cantidad de armas, piezas y otros equipos, como gafas de visión nocturna y explosivos.

Dentro de la armería de Fort Bragg, Jarvis tomó fotografías de las armas —y después las robó y se dispuso a venderlas.

En esta imagen de archivo, soldados de Estados Unidos preparan una fosa de mortero el 15 de septiembre de 2011, en la provincia de Kunar, Afganistán. Foto: David Goldman, AP.

Su amigo, Sumlin, envió las fotos y una lista del inventario de las armas y los explosivos robados a un cómplice que se hacía llamar “Sr. Anderson”. Anderson, un exingeniero de combate del ejército, quien había estado tanto en Irak como en Afganistán, era uno de varios otros soldados o veteranos relacionados con la maquinación.

En mayo de 2018, Sumlin y Jarvis comenzaron a preguntar entre sus contactos para colocar el botín. Dieron entonces con una pista prometedora con la ayuda de un hombre identificado como “Evan”, a quien no conocían pero que dijo tener conexiones con un comprador potencial.

Anderson envió un mensaje de texto a Evan, incluidas las fotos de Jarvis: “inventario: NVG-13, Aimpoint-8, ACOG-18, PEQ2A-10, DD Rail-24, DD-Barrel-15, varios juguetes Troy”. Las letras y números describían una letanía de armas y gafas de visión nocturna, ópticas de rifle, láser diseñados para apuntar y piezas de rifle.

“Vaya, los artículos son buenos. ¿Alguna idea sobre el precio si me llevo todo?”, respondió Evan.

“Te lo haré saber en cuanto tenga noticias de él”, escribió Anderson, refiriéndose a Sumlin.

Jarvis tomó fotografías de las armas para después robarlas y venderlas. Imagen ilustrativa. Foto: Marco Polo Guzmán/Cuartoscuro.

Durante los siguientes días, la conversación continuó, como muestran las copias de los mensajes. Anderson y Evan se quejaron de los altos precios de las armas. Se volvieron paranoicos por lidiar con traficantes de armas aficionados como Sumlin y Jarvis, y temían atraer la atención de las fuerzas de de seguridad.

“Tan pronto como mencionó su precio (por los visores) pensé que bromeaba porque definitivamente son USADOS ”, escribió Anderson. “No estoy seguro de si es su primera vez o no. Pero es la última vez que pregunto por (Sumlin)”.

Después de unos días, Evan dijo que había encontrado un comprador. Y quería todo.

Lo que Anderson no sabía es que Evan era un informante confidencial que trabajaba desde hacía mucho tiempo con el área de Investigaciones de Seguridad Nacional, una rama del Departamento de Seguridad Nacional.

En esta imagen de archivo, el brillo de unas gafas de visión nocturna iluminan el ojo de un soldado estadounidense el 5 de julio de 2011, en la provincia de Kunar, Afganistán. Foto: David Goldman, AP.

En sus comunicaciones con Sumlin y Anderson, según dijo Evan, él se presentaba como un comprador ligado con narcotraficantes. (Sumlin ha negado que las armas fueran a ser vendidas al crimen organizado).

“No sabía que (el comprador) estaba al sur de Texas”, escribió Anderson.

“Sí, va de Texas a México todo el tiempo”, le dijo Evan.

“No le vendería nada a nadie allá”, respondió Anderson.

“Qué risa ... bueno, siempre ha sido un comprador que paga en efectivo sin cuestionar nada y nunca ha habido ningún problema”, dijo Evan. “Parece que han hecho un trato”.

En esta imagen de archivo, una bengala ilumina el cielo durante una misión nocturna del ejército de Estados Unidos, el 14 de septiembre de 2011, en la provincia de Kunar, Afganistán. Foto: David Goldman, AP.

“Eso espero. Todavía deben reunirse y concluirlo”, escribió Anderson.

Para mediados de noviembre de 2018, Jarvis había rentado una SUV Chevrolet Tahoe en Carolina del Norte y condujo las provisiones robadas hacia el sur. Se reunió con Sumlin en Inverness, una pequeña localidad en la región de los lagos del centro de Florida, para preparar las armas para la venta, de acuerdo con una denuncia penal federal.

Sumlin dijo que él y Jarvis inicialmente esperaban obtener 250 mil dólares por las armas y los explosivos. Pero, después de negociar y debatir el precio, aceptaron un precio mucho más bajo: 75 mil dólares.

Parecía una cantidad insignificante al considerar el riesgo, pero la venta de armas puede haber sido sólo una de las muchas en las que estuvieron involucrados. Según un informe de la División de Investigación Criminal del Ejército, Jarvis y Sumlin después contarían a los agentes sobre “transacciones criminales” en Colorado, Carolina del Norte, Florida, Georgia y Texas. En el reporte, otro soldado confesó haber robado múltiples sistemas ópticos de rifle y un traje antibombas que fueron entregados a Sumlin.

En Florida, Jarvis y Sumlin limpiaron las armas para eliminar sus huellas dactilares. También pagaron para modificar algunas partes para que encajaran en los rifles. Una vez que el equipo estuvo limpio y ensamblado, lo empacaron en contenedores de almacenamiento y cargaron la SUV para un viaje de 24 horas a Texas.

Una foto que muestra un bloque de TNT mientras los marines entrenan al fondo en Camp Lejeune en Jacksonville, Carolina del Norte. Foto: Cuerpo de Marines de EU vía AP.

Al llegar a El Paso, se detuvieron en una parada de camiones la mañana del 14 de noviembre de 2018. El hombre que pensaban que era el contacto de los compradores, conocido como Andy, esperaba con otros hombres. Dijeron a Sumlin y Jarvis que los siguieran a un almacén cercano —hacia una trampa.

Allí, los agentes confirmaron que los dos hombres en efecto llevaban múltiples armas, equipo militar y explosivos plásticos C-4. Un equipo SWAT se abalanzó sobre ellos, los arrestó y aseguró las provisiones.

Los agentes de Seguridad Nacional incautaron más de 30 armas de fuego, varios bloques de explosivos C4, una granada de mano, explosivos de concentración, chalecos antibalas, dispositivos de visión nocturna, prismáticos, municiones; lásers y cargadores. En México, donde los narcotraficantes han desatado diversos enfrentamientos, el equipo podría desencadenar una carnicería.

Sin embargo, las armas recuperadas no eran todas las que desaparecieron del arsenal de Bragg. Según el informe de los investigadores del Ejército, los artículos robados por Sumlin, Jarvis y sus cómplices entre 2014 y 2018 estaban valuados en cerca de 180 mil dólares. No obstante, el Gobierno de Estados Unidos sólo recuperó provisiones por un valor aproximado de 26 mil dólares.

El ejército refirió las preguntas al área de Investigaciones de Seguridad Nacional, que inicialmente prometió discutir el caso con la AP, pero después canceló una entrevista y luego ya no respondió a preguntas escritas.

Jarvis y Sumlin fueron acusados de ocho cargos federales diferentes, incluidos conspiración y tráfico de armas.

Evan envió un texto a un agente del Departamento de Seguridad Nacional: “me lleva el diablo, tenían que estar planeando algo loco de seguro”.

“El jefe está extremadamente feliz ... Fue un buen golpe”, respondió el agente. “Los malos pensaban que éramos narcotraficantes de México ... usando sus armas contra las tropas”.

Sumlin salió bajo fianza y regresó a su casa de Florida para tratar de volver a la normalidad. Enfrentaba la posibilidad de una condena de 70 años de prisión y luchó con el peso del trastorno de estrés postraumático.

Se conectó a la página del grupo EOD en Facebook y vio un mensaje dirigido a él.

Esta imagen de 2017 de un video puesto a disposición por la Fuerza Aérea de los EU. Muestra las armas almacenadas en la Base de la Fuerza Aérea de Little Rock en Arkansas. Foto: Aviador senior Jael Laborn, Fuerza Aérea vía AP.

“Oye, ¿eres tú?”, preguntó un hermano EOD.

Allí, en la página, para que todos la vieran, había una copia de su acusación, que no se había hecho pública ni atrajo la atención de los medios.

“Sí”, escribió Sumlin.

“Se cometieron errores”, respondió un miembro del grupo EOD sin pensar.

“Muchos”, escribió Sumlin.

En los meses posteriores a los arrestos, corrió la voz en la pequeña comunidad EOD sobre compañeros soldados que habían tratado de vender armas de fuego y explosivos. Pero el ejército no envió ningún comunicado de prensa oficial y no hubo cobertura de medios. La discusión fue calificada como un rumor que corría entre los miembros del servicio.

México presentó en agosto una demanda civil en una corte de Boston (Massachusetts, Estados Unidos) contra once empresas a las que acusa de negligencias que facilitan el tráfico ilegal de armas a México, donde son usadas por el crimen organizado. Foto: Cuartoscuro.

La acusación confirmó el rumor y algunos de los camaradas de Sumlin estaban lívidos. Técnicos en eliminación de artefactos explosivos trabajan en la frontera en medio de la violencia relacionada con los cárteles mexicanos. ¿Y si las armas hubieran terminado en manos de narcos? Podrían haber sido utilizadas en su contra.

“Hermano, (obscenidad) tú Y tu servicio. Eres un pedazo de (obscenidad)”, escribió un miembro del grupo EOD. “Traicionaste a todas las personas con las que trabajaste tan pronto como trataste de vender armas y explosivos a un cartel”.

En respuesta, Sumlin indicó que había otros seis involucrados en la conspiración. Presionado para identificarlos, se rehusó.

¿Por qué –preguntó otro miembro de la comunidad— protegía a los otros conspiradores?

“Me gustaría tener la esperanza de que aprendieran de lo que va a pasar conmigo”, explicó Sumlin. Dijo que no creía que ninguno de ellos hubiera sido arrestado, que quería mantenerlo así y esperaba que su castigo y el de Jarvis los disuadiera de futuros negocios con armas.

Wesson Brands fue la primera de las 11 armerías que respondió a la demanda interpuesta por el Gobierno mexicano en agosto. Foto: Imagen ilustrativa, Cuartoscuro.

Para muchos en la comunidad EOD, el mea culpa y las excusas de Sumlin sobre que necesitaba dinero no fueron suficientes. Había cruzado una línea al vender artículos que podrían haber matado a uno de los suyos.

Sumlin y Jarvis habrían enfrentado décadas en prisión, pero ambos llegaron a acuerdos con fiscales federales. Se declararon culpables de intentar contrabandear mercancías de Estados Unidos.

Los otros siete cargos fueron desechados. Con esto, la pena máxima era ahora de sólo 10 años de prisión y una multa de 250 mil dólares.

Pero ni siquiera recibieron eso.

Cada uno fue sentenciado a cinco años de libertad condicional, y a Jarvis se le ordenó recibir apoyo psicológico y tomar medicamentos.

Jarvis y Anderson no regresaron mensajes solicitando sus comentarios. Sumlin rechazó ser entrevistado para esta historia, pero en una entrevista de 2019 dijo que planeaba terminar su libertad condicional y hacer una licenciatura en psicología.

La foto de archivo del 19 de junio de 2016 muestra armas exhibidas en el puesto de Smith & Wesson en una exposición de armas y caza en Las Vegas.
Los exsoldados robaban armas del ejército de Estados Unidos para venderlas en México. Foto: Imagen ilustrativa, John Locher, AP

“Quiero tratar de ayudar a los veteranos que han perdido el rumbo y tratar de ayudar a los veteranos en su transición fuera del ejército y de regreso a la vida civil ... personas que han pasado por los problemas de perder esa adrenalina ... esa chispa de la vida”, dijo.

Los investigadores estaban indignados. Especularon que el juez federal estaba conmovido por los registros de servicio de los acusados y las declaraciones del trastorno de estrés postraumático.

“No me importa que me pateen el trasero en la corte de manera justa ... pero cuando ellos aceptan un acuerdo de culpabilidad y admiten todo por lo que los acusamos ... simplemente no sé qué decir”, escribió un agente federal a Evan.

“Es como si detuvieran a (Timothy) McVeigh de camino a Oklahoma City ... y le dieran libertad condicional porque en realidad no hizo volar el edificio”, respondió Evan.

En cuanto a la insistencia de Sumlin de que en ningún momento se habló de narcotraficantes cuando negociaba el trato con los agentes encubiertos, Evan es inflexible: el veterano mentía.

“Definitivamente planearon robar las armas, el C4, los detonadores y todo, y lo iban a vender al cartel mexicano, punto”, dijo Evan a la AP.

El historial no está claro. Sumlin dijo a los funcionarios federales que creía que las armas se iban a exportar a México. Pero la denuncia federal no menciona a cárteles de la droga.

Para Evan, Sumlin y Jarvis son terroristas. Si fueran musulmanes o negros, dijo, no se habrían librado tan fácilmente.

“Fue muy frustrante que tantos arriesgaran sus vidas, tanta gente encubierta. Hubo todo tipo de agencias involucradas, ¿y este es el resultado?”, escribió Evan a un agente de Seguridad Nacional. “Hay otros tipos a quienes les fue mucho peor por mucho menos”.

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