Jaime García Chávez
06/12/2021 - 12:03 am
Cuatroté o cómo renunciar a la crítica
"Quizás lo que falta, y es una tarea ingente, sea una nueva síntesis de pensamiento y praxis que marque rutas y destino. La izquierda asociada al marxismo, que no es ni remotamente la única, surgió con una encomienda de hacer de la crítica algo fundamental".
Es un lugar común: decir izquierda es decir crítica. Así ha sido históricamente, y no puede ser de otra manera, dado que ese referente está asociado a la idea de superar la realidad donde vivimos, con la propuesta de los porqué y los cómo. No es un tema fácil de abordar y desde luego que esta temática reporta abigarrados matices y divergencias que van mucho más allá de lo meramente conceptual. Por eso se habla en plural, de izquierdas.
En el mundo, y México dentro de este, no han sido los últimos los mejores tiempos para definir lo que es izquierda. Influyó determinantemente la caída del Muro de Berlín, a la cual se asoció la idea mentirosa de que la historia había llegado a su fin, que ya sólo había una ruta y que el mercado vendría a sustituirlo todo.
Frente a esa circunstancia, empero, hay una gama muy amplia de textos que se refieren al tema, de tal manera que no es válido deplorar una ausencia absoluta de crítica. Quizás lo que falta, y es una tarea ingente, sea una nueva síntesis de pensamiento y praxis que marque rutas y destino. La izquierda asociada al marxismo, que no es ni remotamente la única, surgió con una encomienda de hacer de la crítica algo fundamental.
En Marx se leyó lo que es el arma de la crítica y la crítica de las armas. Se dijo, cuando se conjuntaban las piezas para un partido socialdemócrata como el ruso, que no había práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria. En fin, podríamos abonar muchos ejemplos sólo con el afán de subrayar la idea de que no puede haber izquierda disociada de la crítica.
En las circunstancias que vive el país, hay muchas voces críticas, individuales fundamentalmente, que no podemos pasar por alto a la hora de valorar lo que sucede en el país, luego del triunfo electoral de Morena en 2018. Si se asocian esas críticas o no a la izquierda militante, es otra cosa; pero de que se han examinado los puntos esenciales del lopezobradorismo en el poder, no me queda duda.
Creo que lo pertinente en este momento es el comportamiento concreto y específico de quienes se han cobijado bajo la izquierda, preguntándonos dónde están, qué han hecho y qué se disponen a hacer. No se trata de ubicar en la geometría política a quienes se propusieron una revolución socialista, un cambio de régimen para alentar el poderío de un proletariado básicamente libresco. A mi juicio habría que empezar por algunos sitios, recomendados por ejemplo por Norberto Bobbio cuando diseccionó lo que es izquierda y lo que es derecha, la utilidad de esta dicotomía y su valor analítico.
Me refiero a él porque es un autor, aparte de fundamental, pertinente para ver dónde se ubica la izquierda socialista (partidaria o no) y dónde la rica herencia del liberalismo de corte democrático. Él aventuró exitosamente el tema de que cuando hay divorcio entre estas dos desembocaduras políticas, ambos pierden.
Si de empezar se trata, y quizás siguiendo un método cargado de escepticismo, habría que decir claramente que el Gobierno de López Obrador, y él mismo en lo personal, no son de izquierda. Él mismo lo ha reconocido. Y no lo es porque está divorciado de una pieza esencial que define a la izquierda contemporánea: no hay el más mínimo propósito de construir un sistema democrático, indispensable en todas partes, pero más en un país como México, con tantas desigualdades de todo tipo y que sólo pueden encontrar en el sistema democrático el andamiaje para remontar un futuro con equidad y con justicia.
López Obrador no está dispuesto en lo más mínimo a una reforma del poder, en especial del poder presidencial. Por el contrario, su autoritarismo no es una simple gesticulación, es la divisa de arrollar con la Constitución y las instituciones que la misma ha dispuesto para la república. Su soporte cada vez más es la fuerza castrense, que tanto su buscó alejar de la política y que ahora nos abruma. En ese esquema llama la atención que el viejo corporativismo continúe francamente incólume, que el partido Morena sea prácticamente un revoltijo de divisas en manos de un solo hombre para hacer y deshacer. Quien se asocia a un partido, mínimamente busca elegir a sus dirigentes y candidatos, y eso en este caso brilla por su ausencia.
A la izquierda siempre se le emparentó como una plataforma para articular una política de adversarios, binaria, que medía el éxito por la destrucción del enemigo, y ese no es ahora de ninguna manera el camino. Pero nada hay más lejano de esto que la obsoleta figura del presidencialismo lopezobradorista. Izquierda hoy es democracia, libertad, equidad.
Lamentablemente, el grueso de los que fueron de la izquierda hace cinco décadas renunciaron al ejercicio de la crítica, de tal manera que desde adentro poco vendrá.
03 diciembre 2021
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