Juan Manuel Sepúlveda acaba de ser honrado con una perspectiva en Cineteca Nacional que termina este viernes llamada «De la militancia a la vagancia», a la par, en el circuito de salas arte de México será estrenada La sombra del desierto en varias ciudades del país.
Ciudad de México, 3 de diciembre (SinEmbargo).– El director Juan Manuel Sepúlveda no deja de lado el tema de la migración en su filmografía como ahora lo retoma en su más reciente documental La sombra del desierto (o el paraíso perdido), cinta en la que captura de una manera humana a estos grupos en México, un país que los criminaliza.
«Finalmente uno no puede dejar sus propios temas. Uno como cineasta, creo yo, no deja de revisitar las mismas cosas que le obsesionan o le atraviesan profundamente y en este caso tiene que ver con el tema de la migración. Yo me preguntaría, ¿quién no es migrante en este mundo? ¿quién no viene de otro lado?, ¿quién no se ha movido?, ¿quién no tiene una historia de exilio, de éxodo?», se preguntaba Sepúlveda al iniciar la filmación del documental según cuenta a SinEmbargo.
El director, oriundo de Hidalgo, encontró en la migración un tema por explorar inmenso como el desierto:
«Es un tema que mí me atravesó y me ha atravesado siempre, y que está obviamente en mi primera película, pero también lo está en todas las demás, tanto en Lecciones para una guerra, La balada del Oppenheimer Park, La vida suspendida de Harley Prosper, y obviamente en La sombra del desierto no es la excepción. Es tocar nuevamente el tema de la migración, pero desde otra perspectiva totalmente distinta. Si La frontera infinita, la primera fue un seguimiento de ese trayecto, de estos éxodos nómadas que se mueven, ahora fue un retrato del nomadismo que se detiene, o que está detenido, tanto en la comunidad que retratamos que es quito en el desierto de Sonora, como también migrantes centro americanos y mexicanos quienes han alcanzado al desierto y están a la espera del mejor momento para poder cruzar ese desierto».
En La sombra del desierto, Sepúlveda explora en el espacio en el que se ha convertido el Gran Desierto de Altar, ubicado entre el estado de Sonora y Arizona, Estados Unidos, una especie «limbo» en el que se encuentran comunidades originarias como Tohono o’otham (denominados como «gente del desierto»), nómadas y migrantes que están a la espera de saltar para hacer cumplir el anhelado «sueño americano».
«Nosotros estuvimos haciendo el retrato de dos fuerzas nomádicas, por un lado, por decirlo de alguna una manera, estos nómadas antiguos, los nómadas tradicionales que es la población tohono o’otham, que casi todos son niños como están retratados en la película, que han habitado el desierto por siglos, y por otro lado los nuevos nómadas aunque también han migrando durante muchos años, pero que yo creo y ubico en la migración centroamericana que está cruzando ese desierto,. Mientras por un lado la población tohono o’otham está en una diáspora que está disminuyendo su población, es decir, la mayoría d los habitante tohono o’otham se van del desierto y están perdiendo su lengua, vienen estos nuevos nómadas a de una manera reivindicar el carácter nomádico milenario del desierto, entonces a la hora de replantearnos esa realidad nos dimos cuanta que era casi, imagínate trabajar con un tema infinito que es el desierto y que no sólo es una espacio infinito, y te está tocando dos teas muy grandes, muy pesados por sí solos. La relación que hay entre ambas fuerzas nomádicas es una relación de expusimos, son poblaciones comunidades que sido expulsadas del paraíso, viven ahí esperando el poder alcanzarlo nuevamente».
Fue su primera película, La frontera infinita, la que lo acercó a los migrantes que viajan de Centroamérica con destino a Estados Unidos y también la que lo que colocó en el desierto de Sonora, un lugar que parece infinito.
Acercarse a los migrantes a lo largo de su filmografía, que ya suma siete títulos, lo forzó, por decirlo de alguna manera, a cercarse a la gente, a conocer sus historias.
Este filme, que no tiene a uno solo como protagonista, más que las personas que transitan por este limbo en que se ha convertido la frontera, logra que espectador acaricie algunas de las historias que alberga ese lugar.
«Si bien tendemos a ver a alguien con una cachucha y mochila y decir ‘ah, es migrante. Es un hondureño que está cruzando México’ cuando llego a Sonora me doy cuenta que la mitad que llevaban cachucha y mochila no eran ni hondureños, ni guatemaltecos, ni salvadoreños, eran familias enteras de Guerrero que estaban siendo expulsadas por la violencia. Estaban tratando desesperadamente de conseguir el asilo en Estados Unidos porque estaban amenazados de muerte, me encuentro a muchas personas mexicanas que están siendo deportadas y que quieren volver a intentarlo, entonces sí, en efecto es un universo múltiple».
Son hombres, mujeres, niños, familias enteras que han llegado ahí no sólo en busca de una mejor situación económica que no les ofrecen sus tierras de origen, sino también desplazados por la violencia.
Juan Manuel Sepúlveda demuestra con su cine que la situación para el migrante en México ha empeorado con el tiempo y los sexenios. Recuerda que con su primera cinta la gente de migración les abrió las puertas de los centros de detención, y en sus palabras, las personas que laboraban ahí «estaban consientes de que tenían de alguna manera capacitarse mejor en el respeto de los derechos humanos». Ahora, asegura, el panorama se ha complicado y ha dejado a estos grupos con menos opciones y siendo violentados por las autoridades.
«Actualmente con la mano en la cintura se declara que hay que detener a palos a los migrantes ‘por su bien’, y también con esa paranoias, y no se reconoce que es un mandato que establece el Gobierno de los Estados Unidos a México para convertir a Chiapas en la frontera sur de los Estados Unidos. No esperábamos eso de un Gobierno, que se supone, velaba y garantizaba los derechos humanos».
Juan Manuel Sepúlveda acaba de ser honrado con una perspectiva en Cineteca Nacional que termina este viernes llamada «De la militancia a la vagancia», a la par, en el circuito de salas arte de México será estrenada La sombra del desierto en varias ciudades del país y con la que busca que la audiencia reflexione.
«Que se vea a quién emigra, mujer, niño, niña, hombre, lo que sea, como un ser sumamente complejo. Ni un criminal, ni una víctima. Una persona atravesada de dolores, esperanzas, sueños, contradicciones, como el resto de los seres humanos, como el resto de todos nosotros que queremos simplemente mejores condiciones de vida y un porvenir más prospero por decirlo de alguna manera. Sí me interesa mucho empezar a romper estos esquemas establecidos en el cual el migrante o es el malo de la película o es el bondadosísimo que todo el mundo atropella».