En el continente americano, el 30 por ciento de las mujeres reportaron violencia física o sexual por parte de sus parejas y el 11 por ciento la sufrió a manos de otras personas.
Por Gina Baldivieso, Sara Acosta, Martí Quintana y Anny Castro
La Paz, San Salvador, Ciudad de México y Tegucigalpa, 24 noviembre (EFE).- La violencia machista no da tregua en América Latina, una región donde se afrontan al menos dos pandemias, la de la COVID-19 y otra que ha quedado más evidente que nunca a raíz de los confinamientos que dejaron patente que las mujeres no están a salvo de las agresiones ni en casa.
Una «pandemia en la sombra» es la definición que ONU Mujeres ha dado a la violencia contra las mujeres en el contexto de la COVID-19, con un panorama actual «bastante desalentador», dijo a Efe la directora regional para América Latina y el Caribe de ese organismo, María-Noel Vaeza.
En la misma línea, colectivos latinoamericanos defensores de la igualdad de género comparan esta problemática con una enfermedad presente desde siempre en la región en la que sus perpetradores actúan cada vez con más crueldad.
Los datos previos al estallido de la pandemia de la COVID-19 ya eran contundentes, pues a nivel mundial se tenía que una de cada tres mujeres sufría violencia física o sexual mayormente a manos de su pareja.
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En el continente americano, el 30 por ciento de las mujeres reportaron violencia física o sexual por parte de sus parejas y el 11 por ciento la sufrió a manos de otras personas.
Según Vaeza, la cantidad de denuncias de violencia aumentó «muchísimo» a raíz de la pandemia, al igual que el «terror» de tener que convivir con el agresor las 24 horas del día durante las cuarentenas que rigieron en varios países.
«Lo que vemos es que ha habido un aumento fuerte de la violencia y que la COVID ha significado también un retroceso en las conquistas que se habían obtenido en los derechos de las mujeres», lamentó.
CONTROL Y SUBREGISTRO
Durante los confinamientos aumentaron las agresiones físicas y psicológicas contra las mujeres, a la par de otras formas de violencia como un mayor control a través de las redes sociales o incluso en el uso de sus teléfonos móviles.
«Cuando un hombre quiere controlar a la mujer es que se cree que es dueño de su cuerpo, de su mente, no la considera un ser humano independiente, libre, pensante, sino que solamente la ve como un objeto, por eso le pega, la controla, la aísla y eso es lo que se ve constantemente», advirtió Vaeza.
Los números en Bolivia fueron devastadores, pues en los 71 días que duró la cuarentena rígida se registraron dos mil 935 denuncias por delitos de violencia machista, el 81 por ciento de ellos por violencia en la familia, lo que confirmó que «el hogar es el espacio más inseguro para las mujeres» y menores, según la Coordinadora de la Mujer.
En 2020, el país suramericano reportó 113 feminicidios, de los que 53 ocurrieron durante los confinamientos rígido y mixto vigentes entre marzo y agosto, informó la Fiscalía boliviana, que también lamentó que «aquel lugar que debería ser el de mayor protección» resultó ser donde sufrieron violencia e incluso la muerte.
Las cifras pueden ser aparentemente inferiores a las de años anteriores, pero entidades como la Coordinadora de la Mujer han alertado de que en ese periodo hubo un subregistro de casos por las restricciones en el desplazamiento que limitaron las posibilidades de denunciar las agresiones.
El encierro también limitó el acceso a la información o la recolección de datos que llevan adelante organizaciones como el Observatorio para la Exigibilidad de los Derechos de las Mujeres, como lo reconoce la activista de esa entidad, Eulogia Tapia.
Tapia dijo a Efe que durante las cuarentenas las mujeres no tenían «forma de pedir auxilio, o si pedían, no eran atendidas» y esa fue una razón por la que en apariencia las cifras de violencia fueron menores.
Ante esto, el ingenio y la sororidad se impusieron en la región con señas como comprar mascarillas de determinados colores, llamar a los números de emergencia dando alguna frase especial para denunciar la violencia, u organizarse entre activistas para no dejar solas a las víctimas.
EN LA POSPANDEMIA
Los confinamientos han quedado atrás, pero la pandemia en la sombra prevalece y, peor aún, la crueldad con que actúan los agresores de mujeres parece ser mayor.
Las cifras recogidas en países como Bolivia, México, Honduras o El Salvador en lo que va de año muestran una situación «trágica» en palabras de Tapia, y «alarmante», según advirtió Verónica Reyna, directora del Programa Derechos Humanos de la organización no gubernamental salvadoreña Servicio Social Pasionista.
Los feminicidios en El Salvador en el tercer trimestre de 2021 se elevaron un 31.25 por ciento en comparación con el mismo lapso de 2020, según las cifras consensuadas por la Policía, Fiscalía y Medicina Legal.
Entre enero y septiembre de 2021 se perpetraron 63 feminicidios, frente a los 48 registrados en el mismo periodo de 2020.
«El tema sigue siendo alarmante y sigue siendo urgente un abordaje diferenciado e integrado que permita caracterizar y entender cómo funciona la violencia contra las mujeres, cuáles son los victimarios y cómo debería de responder el Estado en distintos niveles», comentó Reyna a Efe.
En México, uno de los países más violentos contra la mujer, los feminicidios siguen al alza tras reportarse 842 casos entre enero y octubre de este año, un 4.9 por ciento más que en el mismo periodo de 2020.
«Ningún estado de la República se salva de tener un delito de feminicidio. México está plagado de carpetas de investigación», dijo a Efe la presidenta de Amnistía Internacional México, Marcela Villalobos.
Decenas de miles de mujeres han participado en los últimos años en numerosas protestas en México, alguna de ellas terminando con fuertes altercados, mientras que el Gobierno del Presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha sido muy criticado, especialmente porque este desdeña las marchas y vincula el feminismo con el movimiento conservador.
La actitud presidencial «más que afectar lo que hace es generar un motivo más de movilización, de preocupación y de frustración ante un Gobierno que abiertamente se dice feminista en el discurso, pero en las acciones pues todavía falta mucho», concluyó Villalobos.
En Honduras al menos 301 mujeres han muerto de forma violenta en lo que va de 2021, en la mayoría de casos abatidas con arma de fuego, según cifras del Centro de Derechos de Mujeres (CDM).
Entre enero y el 15 de noviembre, 116 mujeres fueron víctimas de violencia sexual, otras 48 sufrieron diferentes lesiones y se han reportado 51 mil 053 denuncias por violencia intrafamiliar y 38 mil 988 por violencia doméstica, según cifras del Sistema Nacional de Emergencias 911.
Entretanto, Bolivia reporta 95 feminicidios entre enero y octubre. Pero lo que preocupa a las activistas es la saña vista en algunos casos, la planificación que tienen los agresores y la noción de impunidad que les impulsa a actuar en lugares concurridos o incluso frente a sus hijos, alertó Tapia.
Como lo ocurrido en la región boliviana de Santa Cruz en abril pasado, cuando un hombre mató a puñaladas a su expareja de 29 años en pleno día en las puertas de un supermercado.
RETOS Y CAMPAÑAS
Para la directora regional de ONU Mujeres, cualquier solución que se quiera dar debe partir por «poner al centro de la respuesta a la mujer» e incidir en la prevención, educación y la participación femenina en política para garantizar cambios transformacionales en las sociedades.
Aquellos países que, como Bolivia, cuentan con una legislación que protege a las mujeres tienen el reto de «cerrar esa brecha entre la letra de la ley y lo que ocurre en la vida cotidiana» y para ello se requiere una implementación de leyes con presupuesto, sostuvo Vaeza.
Como todos los años, este 25 de noviembre comenzará la campaña 16 Días de activismo contra la violencia de género, que busca «llamar la atención al mundo entero que el problema de la violencia es real, es tangible» y no se debe tratar a la ligera, recordó.
«Es un momento también de hacer alianzas, de recordar la importancia que tiene el respeto, la no discriminación, eliminar los sesgos discriminatorios y los estereotipos y ver a la mujer en su integridad como un ser humano a ser respetado, valorado, querido y que tiene derecho a vivir en paz y ser feliz», agregó.
Mientras que Tapia expresó su deseo de que «ojalá alguna vez encontremos la fórmula de parar esta pandemia de la violencia en contra de las mujeres».