La película transcurre varias décadas después de los eventos en Ghostbusters, y cambia el entorno urbano por uno rural, ignorando las otras secuelas.
Por Mark Kennedy
Estados Unidos, 18 de noviembre (AP).- Ghostbusters: Afterlife (Ghostbusters: El legado), la continuación narrativa directa del clásico de 1984, está embrujada, por supuesto. Pero no en el buen sentido de la palabra.
La secuela del director y coguionista Jason Reitman se apoya tanto en la original de su papá que por momentos parece una lista de puntos obligados de los elementos característicos del superéxito, del Cadillac Ecto-1, al hombre de malvavisco, apariciones de los Ghostbusters (Cazafantasmas) sobrevivientes e incluso la misma canción de Ray Parker Jr.
Se ha tomado la original de Ivan Reitman — que daba la sensación de un sketch anárquico de Saturday Night Live llevado hasta las últimas consecuencias — demasiado en serio. Fetichiza el equipo para atrapar fantasmas y avanza penosamente hasta que llegan los actores originales, uno cínicamente resucitado, para darle algo de emoción que no se ha ganado.
La película transcurre varias décadas después de los eventos en Ghostbusters, y cambia el entorno urbano por uno rural, ignorando las otras secuelas. Se enfoca en una madre soltera que pasa por dificultades económicas, Callie (interpretada por una acartonada Carrie Coon), y sus dos hijos, el adolescente Trevor (Finn Wolfhard) y su hija amante de la ciencia Phoebe (Mckenna Grace, quien participa en la banda sonora con una canción apropiadamente titulada Haunted House).
Después de que muere el padre de Callie, de quien estaba distanciada, la familia empaca para mudarse a su dilapidada finca en Summerville, Oklahoma, donde los chicos se dan cuenta de que su abuelo era el famoso cazafantasmas Egon Spengler (el fallecido Harold Ramis), quien abandonó a su madre por motivos desconocidos y no ha sido perdonado. “Un pequeño consejo”, dice la madre a sus hijos. “No vayan a perseguir fantasmas”.
En la primera hora ocurren cosas sobrenaturales y es apropiado que Wolfhard, famoso por Stranger Things, esté aquí para mezclar la vibra de esa serie con una película propia de Steven Spielberg que sigue a padres suburbanos estresados y sus hijos estrafalarios. (El lema de la familia es “¡No seas tú mismo!”). Hay piezas de ajedrez que se mueven solas, linternas y paquetes de protones con los que jugar.
La cantidad de talento actoral desperdiciado en esta película es sorprendente, desde una criatura llamada Muncher “con la voz” de Josh Gad (haciendo ruidos de comer) hasta Logan Kim interpretando a un chico interesado en podcasts y los grandes actores J.K. Simmons y Tracey Letts (actor y dramaturgo casado en la vida real con Coon). El galán de la mamá es Paul Rudd como un maestro atractivo, pero el “Hombre Vivo Más Sexy” de 2021 no puede encender chispas cómicas debido a tanto limo de fantasma.
Ghostbusters: Afterlife serpentea como un especial vespertino — chicos, ¿sabían que la ciencia puede ser interesante? — hasta que ocurre lo inevitable: los astros originales Bill Murray, Dan Aykroyd y Ernie Hudson llegan en los últimos 10 minutos para salvar el día (curiosamente también aparecen las actrices de reparto Annie Potts y Sigourney Weaver, pero quedan marginadas). Y entonces ocurre el punto de inflexión: Ramis reaparece heroicamente gracias al poder sobrenatural de las computadoras, un momento que puede parecer honoríficamente burdo o increíblemente insensible.
"¿Qué diablos está pasando?", pregunta una chica y tiene razón. Mal editada, la música de la película a menudo debe indicar al espectador lo que debería estar sintiendo. Mal explicada, la trama depende de una audiencia que ya conoce la primera película y especialmente a los mismos villanos: Gozer, el Guardián y el Maestro de Llaves. Vamos, ¡al menos actualicen a los malos!
Una vez que los espectadores se dan cuenta de que es meramente una compilación de grandes éxitos, pueden sentirse cómodos y anticipar la reaparición de diálogos como “Who you gonna call?” (“¿A quién vas a llamar?”). Después de todo, esta no es una película que se puede sostener por sí misma; es más como media película a la sombra de la de su padre. Es una película hecha para vender más loncheras.
Ghostbusters: Afterlife, un estreno de Sony Pictures, debuta en cines de Estados Unidos y Latinoamérica este fin de semana. Tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por “acción sobrenatural y algunas referencias suggestivas”. Duración: 124 minutos. Una estrella de cuatro.