En esta edición nos ocupamos de la vida ritual de algunas comunidades de Guerrero. Su belleza es arrolladora y lo que nos dejan ver es una gran lección de lo que es el México profundo y lo que sus comunidades hacen una y otra vez para, con una gran energía integradora, reconstruir sus sociedades.
Por Margarita de Orellana
Cuidad de México, 14 de noviembre (SinEmbargo).- Una de las metas de Artes de México ha sido mirar y escuchar con una atención sostenida las más profundas manifestaciones culturales de nuestro país. Conocerlas y entenderlas. Por eso, uno de nuestros lemas es “Sumar al placer de contemplar el placer de comprender”.
El reto es mayúsculo pero asombroso. En esta edición nos ocupamos de la vida ritual de algunas comunidades de Guerrero. Su belleza es arrolladora y lo que nos dejan ver es una gran lección de lo que es el México profundo y lo que sus comunidades hacen una y otra vez para, con una gran energía integradora, reconstruir sus sociedades.
Alfonso Alfaro llama a las fiestas tradicionales y sus danzas: “rituales de la reconciliación”. En su ensayo propone que gracias a ellas podemos darnos cuenta de que el abismo mayor de México no es el económico ni el étnico, que son enormes, sino el abismo social, con sus múltiples manifestaciones. Y que su antídoto más efectivo a lo largo del tiempo han sido las fiestas rituales. En ellas se representan impulsos, adversidades, deseos, y se maneja la incertidumbre. Se activan todos los sentidos en dramas y festejos que para realizarse ponen en acto, una y otra vez, un renovado sistema de pertenencia y colaboración.
La fuerza de la cultura es mayor. Pero es difícil de entrada comprenderla. Se manifiesta por los sentidos y los actos, más que por las ideas. Es un lenguaje aparte. Pero el tiempo de la fiesta suele ser respetado hasta por las fuerzas adversas y desintegradoras de las que está rodeado. No siempre. Y por eso cada una de las fiestas está en constante peligro de extinción: conocerlas es fundamental.
En Artes de México hemos buscado, desde siempre, ese hilo fino que nos conduce a expresiones luminosas de las múltiples culturas que conforman este país y lo reinventan. Las encontramos en muchas de las impresionantes manifestaciones festivas o rituales de Guerrero. Éstas se despliegan por todo el estado en diferentes momentos del año y revelan una riqueza cultural abrumadora y no siempre conocida o abierta hacia el exterior. Gran parte de las mismas posee un sentido religioso y algunas pueden rastrearse hasta la era prehispánica. ¿Cómo han logrado, ante diferentes tipos de adversidad, mantener su lenguaje, sus costumbres, sus prácticas y sus rituales por tanto tiempo?
Constatamos que esas festividades son poderosas experiencias estéticas. Esta característica se aprecia de forma extraordinaria en esta publicación, a través de las fotografías de George O. Jackson que durante años viajó por este México enigmático y colorido. Ruth D. Lechuga, unas décadas antes, logró atrapar con su lente, en blanco y negro, esa belleza plástica de los elementos que componen estas fiestas y danzas rituales. La indumentaria, las máscaras, las flores, las elaboradas ofrendas están hechas con esmerado cuidado e implican grandes gastos para el pueblo y para los que ocupen los cargos esenciales en su realización. Todo esto es importante para mantener las relaciones entre los habitantes. Manifestaciones que contribuyen a que un pueblo enfrente los desafíos de la desigualdad y la violencia, y mantenga su pertenencia comunitaria de manera constante, a pesar de que muchas de esas personas abandonan sus lugares por diversas razones. Aunque con frecuencia, regresan a la fiesta y hasta ayudan a patrocinarla.
Alfonso, con una prosa deslumbrante y erudita, hace un recorrido por tiempos pasados y presentes de Guerrero: los espacios comunitarios, el tlacolol, la tecnología simbólica, las afinidades entre los sistemas rituales de campesinos indígenas y los pobladores europeos que llegaron hace 500 años, el barroco como punto de convergencia entre los antiguos pueblos y los españoles, la importancia de Vicente Guerrero y el mestizaje, y los ritos como generadores de cooperación comunitaria, entre otros temas. Esos componentes simbólicos que forman parte de la historia, a veces no escrita o poco revelada, de comunidades singulares de ese estado y de sus habitantes.
La antropóloga Danièle Dehouve nos introduce a un ámbito ceremonial, el de los tlapanecas de Acatepec, Guerrero. Describe lo que ella llama “depósito ritual”, que es una ofrenda que tiene una codificación precisa y un rigor de confección. Hecha de manojos y cadenas de hojas y flores a los que se añaden hilos de algodón y copal, es concebida como una representación material y simbólica del mundo y de los deseos de quienes la crean, anhelando una eficacia cósmica. El depósito ritual por lo general va dirigido a una deidad específica y contribuye a mantener viva la organización político religiosa de estas comunidades.
Algunas de estas fiestas actualmente han agregado un significado adicional, más allá de pedir la lluvia, como en el caso de Acatlán. Los jóvenes danzantes del ritual de los cotlatlaztin (hombres-viento), una danza náhuatl antigua, se convierten en guardianes simbólicos del pueblo en estos tiempos de violencia, disciplinando la suya propia con ejercicios de resistencia física. Un hombre excepcional llamado Apolinar dirige los pasos de ese ritual, logrando que los jóvenes seleccionados para este duro rito cumplan con funciones que ayudan a mantener vivos los deseos del pueblo de continuar esta tradición amenazada constantemente por la violencia actual, contribuyendo a un futuro promisorio. La antropóloga Aline Hémond nos describe la forma en que “la danza de los hombres-viento” puede ser un aliciente para la renovación constante de los lazos de la comunidad.
Ésta es una muestra de la inmensa variedad de fiestas de Guerrero. Deseamos vivamente poder explorar otras en ediciones siguientes y, además, honrar y continuar el trabajo de investigadores que han dedicado su vida a ello.
Pensamos que vale la pena nuestra perseverancia porque con atención sostenida y divulgación esmerada y sutil, los mexicanos de todos los estratos podrán comprender los significados profundos de algunos de estos rituales y así entender que pertenecen a culturas con saberes importantes que deben atenderse y respetarse. Que se debe cuidar que no se desvirtúen y puedan tener condiciones para continuar, para cultivar y defender ese sentido de pertenencia, esas culturas, esas lenguas, esos rituales, esa belleza constante que fácilmente pueden desaparecer, pero mientras vivan dan un sentido profundo a su existencia como cultura, como identidad y como sociedad.
