EN ESTOS DÍAS, ¿QUÉ ES UN HOMBRE?

22/10/2012 - 12:00 am

Influido por la reafirmación de la mujer, el concepto tradicional de masculinidad ha envejecido. La nueva hombría se abre paso para construir un mundo mejor en todos los niveles. Pero al tiempo, se gesta una crisis

Si nos atenemos al estereotipo, ser hombre solía ser –cuando menos en teoría– un asunto sencillo: autos, chupe, futbol y viejas; no mover un dedo en la casa, ni participar en ella, mucho menos ayudar en la crianza, sólo proveer económicamente. La fórmula parecía ser infalible y permanecía incuestionable, sin embargo, la irrupción de la mujer en el espacio público, su participación en un sinnúmero de profesiones y actividades consideradas exclusivas del género masculino; sumado a una crisis económica que parece no tener fin, así como la incursión del hombre en el ámbito privado, han echado por tierra lo que teníamos establecido en cuanto al rol tradicional del hombre.

Si bien los roles comienzan a modificarse y las mujeres han salido beneficiadas en algunos aspectos, los hombres parecen estar confundidos al respecto, por lo que surgen varios cuestionamientos al respecto: ¿Realmente se están disolviendo las diferencias entre ambos sexos?, ¿está la masculinidad bajo amenaza? ¿Están los hombres en extinción y al borde de un ataque?

Patricia Bedoya Miranda, académica de la facultad de Psicología de la UNAM y especialista en  perspectiva y violencia de género, señala que hubo muchos elementos para que el hombre entrara en crisis: cambios económicos, sociales y culturales rebasaron a un rol que permanecía incontrovertible.

Asimismo, la influencia del feminismo y la incursión de ambos sexos en otro tipo de roles y espacios donde su presencia era poco común: “El feminismo ha contribuido a cuestionar la asimetría de poder en nuestros sistemas sociales, en los 90 surgieron hombres comprometidos con mujeres que deseábamos otro tipo de sociedades. Algunos empezaron a plantear la discusión sobre su papel como varones y se inició una serie de trabajos en torno a cómo entendemos la masculinidad, cuál es el papel del varón en cuestiones de sumisión, opresión o falta de democracia, así como problemáticas que ya existían pero no se hablaban, como la violencia de género”.

SEÑORES DE CASA

Uno de los principales desafíos del hombre ha sido permanecer en casa y dedicarse a las tareas domésticas –fenómeno que crece mundialmente– en México un estudio realizado este año por la consultora De la Riva Group, reveló que 488 mil 596 hombres ejercen el rol de ama de casa debido al desempleo, porque trabajan menos horas que sus esposas; desean involucrarse en el cuidado de los hijos y ejercer una paternidad responsable.

Los señores “de casa” consideran que es una situación temporal hasta encontrar un nuevo empleo, o hasta que los hijos crezcan un poco más. Bedoya piensa que aunque no sean amos de casa de tiempo completo, los hombres deben involucrarse más en la crianza y el cuidado del  hogar: “Si el hombre sólo es proveedor, si trabaja todo el tiempo, desatiende el entorno familiar, los hijos lo verán únicamente los fines de semana y cansadísimo, ¿cuándo cuidará los vínculos?”.

Igualmente resalta la necesidad de una transformación no sólo individual sino social, “si la sociedad no marca otro sistema laboral, ni da mejores sueldos, si continúa considerando a las mujeres sólo como reproductoras de la especie y a los hombres proveedores, corremos el riesgo  de continuar con la fórmula simplista: “Tú reprodúcete, él que trabaje y tú cuida a la familia”.

Pese al incremento de hombres mexicanos en casa, el tiempo que ellos se involucran en los quehaceres del hogar continúa siendo bajo. Según resultados de la Encuesta Nacional Sobre Uso de Tiempo realizada por el INEGI en 2009, las mujeres dedican en promedio 50.5 horas a la semana a las tareas del hogar; los hombres sólo destinan 17.8 horas.

Ellas brindan cerca de nueve horas con 30 minutos a la cocina; mientras que ellos tres horas con 12 minutos. Referente a la limpieza de la casa es realizada por 90 por ciento de las féminas y 63 por ciento de los caballeros, las primeras dedican aproximadamente 9.3 horas a la semana; los segundos, 3.4 horas.

Esto indica una severa desventaja y esa es una de las razones por las que según la académica algunos hombres no aceptan quedarse en casa: “Hemos machacado hasta el cansancio que los espacios privados son para las mujeres, nosotras tenemos menor status, y yo como hombre, no voy a querer pertenecer a dicho espacio ni a un sector considerado inferior”. Resulta necesario destacar la importancia del espacio privado; criar no es cualquier cosa, es importante reconocer el valor que tiene, añade Bedoya.

Ante el desempleo más hombres están permaneciendo en casa y las mujeres trabajan más tiempo fuera de ella, pero esto no necesariamente significa que las ideas preconcebidas para cada sexo se hayan transformado.

¿CRISIS O TRAMPA?

“No concuerdo del todo con la idea de crisis, lo que ha pasado es que la situación económica y las cuestiones estructurales, políticas han impulsado a que más mujeres estén presentes en el campo laboral, lo que provoca en muchos hombres enojos, revanchas y en algunos –no todos– desubicación, descontrol. He escuchado a algunos decir “pobres de nosotros, mejor que se regresen a la casa”, comenta Ricardo Ayllón González, cofundador y coordinador de Género y Desarrollo (GENDES), asociación surgida en el 2003 con la idea de cuestionar la idea tradicional de ser hombre y mostrar distintas alternativas de dicho modelo. GENDES ofrece capacitación, talleres y conferencias, además de trabajar directamente con todos los hombres que deseen reflexionar sobre cómo ejercen su masculinidad.

Ayllón confirma que hombres y mujeres estamos cambiando, no obstante dicho cambio permanece en la superficie, ya que a decir del entrevistado, los roles tradicionales  masculinos y femeninos se han modificado de forma, pero de fondo, la dominación masculina continúa. “Hay que tener cuidado porque podemos caer en el engaño, creer que las mujeres ahora tienen el mismo dominio, poder y control; los varones ahora son los relegados. Habrá quien llegue a decir que ya hay equidad de género, pero es una trampa”.

El experto explica que el control, el sometimiento y el dominio siguen muy fuertes; con más enojo y de formas diversas “algunos hombres que trabajan su violencia en grupo con nosotros dicen: ahora ya no puedo maltratarla físicamente, me puede demandar, tengo que encontrar otras formas para someterla”.

Entonces surgen las formas no visibles como la violencia psicoemocional, “Luis Bonino habla de los micromachismos, todas estas formas sutiles, casi imperceptibles, pero que son muy fuertes”, refiere Ayllón.

Toda esa estructura de dominación, de violencia hacia las mujeres permanece muy arraigada en los hombres, aunque aparentemente haya un cambio. “Trabajamos en una fábrica de hilados con mujeres; casi todas dijeron que cuando reciben su quincena se la dan tal cual al hombre para que la administre, aunque ellas ganen más”, relata el especialista.

Otro ejemplo muy común es que aunque los dos trabajan, al llegar a casa, el hombre se sienta a ver televisión, a descansar, mientras ella se ocupa de la limpieza. El rol tradicional de la mujer sigue, ella debe ser la que procura y  cuida; el hombre no hace más por colaborar con las actividades domésticas, por lo que las mujeres son proveedoras, pero siguen cumpliendo el mismo rol.

En relación al desempleo, Mabel Burin, hizo un estudio en Argentina y México, sobre lo que le pasa los hombres al carecer de empleo: “En un rol tradicional, en una masculinidad hegemónica se me ha dicho que tengo que ser proveedor, sexualmente activo, violento, que no debo expresar emociones consideradas femeninas”.

Un hombre sin trabajo rompe con esos códigos culturales, “lo que nos hemos encontrado en el trabajo de GENDES es que sí afecta la autoestima masculina y cuando uno de esos códigos no está presente, puede afectar otros: sexualmente puede haber disfunción –se suma otra– entonces este rol hegemónico y mi masculinidad se ven lesionados.

Burin habla de episodios de depresión en hombres, de un aumento del ejercicio de violencia. “Estoy más en casa, más me enojo, hay más tensión, puedo ejercer más presión con los hijos o al salir a la calle, existe un aumento de la violencia psicoemocional”, indica.

Así que como puede verse para el hombre, una pequeña modificación puede representar un duro golpe y una afectación en la imagen que tienen de sí mismos, así como una imposibilidad de verse haciendo cosas distintas, alternas al modelo establecido.

HOMBRES NECIOS…

Ricardo Ayllón asegura que es muy complicado reeducar a un hombre, el 90 por ciento de hombres que acude a GENDES, llega en crisis de separación o porque su violencia causó que la pareja se fuera.

A la asociación llegan hombres de todo tipo, pero sobresalen los de sectores medios, los de 40 años y muchos en la tercera edad (70-80 años), “muchos de ellos están solos ya que todo ese machismo que ejercieron en su vida adulta se les revierte: abusaron tanto, que ahora los hijos los olvidan. Cuando empiezan a notar su responsabilidad y se hace una sensibilización al respecto es cuando comienza la posibilidad del cambio. El machismo es una estructura muy compleja, estamos en pañales y no hemos avanzado casi nada, el trabajo y el reto es enorme”, asevera. La prevención es vital, ya se realiza con niños en escuelas primarias y con la violencia en el noviazgo; se debe trabajar con los chavos y cambiar la idea de “eres mi novia ya eres de mi propiedad, mi posesión”, comenta.

Lo cierto es que un gran número hombres que acuden a tomar los talleres de reflexión sobre su masculinidad lo abandonan: sólo 40 por ciento completa su trabajo sobre violencia, la deserción es muy alta (60 por ciento). Sin embargo, Ayllón afirma que los que lo logran hacen cosas muy interesantes y positivas para ellos y sus familias; reducen la violencia física, van eliminando la sexual y aunque permanece el impacto de la violencia psicoemocional en las familias, disminuye. Al final saben que deben observarse permanentemente; antes de ejercer violencia deben alejarse y respirar así el control del enojo se va modificando, eso es una ganancia enorme, además los asistentes empiezan a tener una mirada cultural y social distinta.

La idea de compartir, también se transforma al igual que su estructura interna y la conducta. Pese a ello, el camino es largo “falta mucho pero esos pocos van a generar el cambio, que sí es posible, en tanto que los hombres asuman el compromiso de decir “yo quiero hacer algo por mí, quien llega mandado, obligado o para retener difícilmente vuelve; a veces tienen que tocar fondo para entender que necesitan cambiar. Un problema importante es que cuando logran darse cuenta, ya no tienen poder (ya son tercera edad o están tocando fondo), si logras cuestionarte siendo hombre con poder, que toma decisiones, ahí podemos lograr cambios más grandes.

Por su parte, Patricia Bedoya manifiesta que sí hay cambios, sobretodo en hombres jóvenes, incluso de quienes han vivido violencia intrafamiliar, “han visto cómo sus padres han maltratado a sus madres y dicen no a la violencia”; rescatan lo atribuido a la feminidad y lo hacen suyo: la empatía, la ternura, la consideración.

La también especialista en sexualidad masculina y femenina, aclara que los cambios no deben ser unilaterales:

Es importante que los hombres comprendan que las mujeres no les arrebatamos nada, sólo nos hemos esforzado desde el área científica, cultural, académica y política para ser escuchadas, recalca la académica. “Necesitamos hombres sensibles, estos cambios los tenemos que hacer nosotras con ellos: ambos debemos entender  que, si quiere ser padre o madre está bien -si no- que no implique sentirse obligado a hacerlo por el peso cultural”. También es necesario que ambos sexos se inserten en todos los espacios “ningún ser humano debe estar exclusivamente en el espacio privado; te ayuda a fortalecerte pero todos necesitamos el espacio público para desarrollarnos en él, es ahí donde nos relacionamos y trabajamos. Eso nos hace sentir productivos, cuando esto pase habrá más hombres y mujeres que lucharán contra de la violencia y los convencionalismos, dice Bedoya.

MÁS QUE SEXOS, INDIVIDUOS

En este punto algo queda claro: ya no hay recetas ni fórmulas específicas para ser varón, entonces si ser un hombre ya no es una cuestión meramente genital, laboral, ni de fuerza, o dominación: ¿Qué me hace hombre?

Las respuestas de ambos entrevistados coinciden totalmente, pues expresan que más que hablar sobre crisis o continuar enfrascados en la guerra de sexos, lo que resultaría más provechoso es comenzar a vernos como individuos. Patricia Bedoya comenta al respecto, “ser hombre es saber que puedes tener capacidades amorosas, que en tu posición de varón reflexiones sobre tu propia violencia hacia ti mismo y los demás; implica cuidar de sí mismo, del otro y antes de realizarlo detectar si sabe –o no–hacerlo”.

Y añade que un hombre debe saber escuchar e identificar contra qué tiene que luchar, no ir en contra de su compañera de trabajo o de vida, sino “contra un sistema que le dice que no puede cuidar a un niño, que no puede expresar sus emociones, ni llorar, que no puede negarse a ir a la guerra o al servicio militar”.

El representante de GENDES, añade:

Y expone “no debería haber como tal una identidad del hombre, más bien debería ser como humanos, en el respeto; la igualdad y la no violencia, en GENDES usamos el término “intimidad” entendido que como algo contrario a la violencia: dialogar, respetar, llegar a acuerdos con las personas, dejarte de ver como hombre para ser humano y desde ahí, tener las mismas responsabilidades, derechos y obligaciones”.

Según Ayllón la dificultad radica en que, hay muchos hombres con mucho poderío, machines y cuando se trabaja con ellos se enojan, “cómo me vas a quitar mi privilegio de hombre macho”, sin embargo, cuando empiezan a cuestionarse y perciben que ese modo de vida impacta también en ellos y no sólo en los que le rodean, es cuando empiezan a sensibilizarse y hacer pequeños cambios: dejan de controlar afuera, se controlan –y se ocupan más–  de sí mismos.

Por lo tanto, para Ayllón un hombre debe empezar por cuestionar sus formas de convivencia diaria, las razones de su enojo, preguntar a las mujeres que los rodean –mamá, novia, compañera de trabajo–  si son violentos, lo principal es mirarse uno mismo; buscar alternativas y apoyo para modificar sus actitudes.

DESPUÉS DE TODO, SOMOS SIMILARES

Las crisis son una gran oportunidad para replantear todo, son una oportunidad para reeducarse y pensar en quiénes somos y hacia dónde vamos.

Después de todo, ¿qué es lo fundamentalmente femenino o  masculino? somos seres humanos con muchas similitudes, “la sociedad marca qué es ser hombre o mujer para que te comportes y crezcas de cierta manera; si seguimos viendo en blanco y negro, sólo sexos, no hay espacio para la diversidad y pluralidad; vamos a seguir peleando para demostrar quién es mejor que el otro cuando eso no debería discutirse:  todos somos humanos deseando trascender, relacionarnos desde la diferencia implica desigualdad y cuando tengo la oportunidad de sentirme mejor que tú, lo hago y lo señalo”, señala la académica.

Hombres y mujeres tenemos un largo camino por explorar y recorrer de manera distinta; todo puede ser redefinido, negociado, debemos tener empatía y dejar de vernos como rivales. La académica finaliza: “Somos seres humanos  conviviendo, es mejor dejar la rivalidad para las competencias deportivas y para lo cotidiano, la ciencia, el arte y el trabajo debemos unir fuerzas”.

 

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