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La más larga espera

VIDEO, CRÓNICA | La cruzada por la verdad sigue en Ayotzinapa, 7 años después...

27/09/2021 - 12:05 am

En la Normal de Ayotzinapa hay tortugas azules que recuerdan a los 43 estudiantes de este plantel desaparecidos hace 7 años. Hay banderolas con sus rostros y sus nombres. Todos rostros de niños, rasgos indígenas, hijos del campo. Todos color tierra y dientes muy blancos.

Tixtla de Guerrero, 27 de septiembre (SinEmbargo).– Una vez cruzando el portón metálico que divide la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” del resto del mundo, la lluvia cae en goterones pesados y acentúa la sensación, que no es inexplicable, de que el tiempo se ha detenido. El complejo de edificios con paredes anchas lucía igual cuando estudiaron Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas, seguramente. Pero quizás ellos vieron aulas más animadas.

Ya de por sí que la espera ha sido larga. Larga y cansada. Siete años. Luego vino la pandemia, que mandó a todos a sus casas y no sólo aquí, sino en todas las escuelas de México y del planeta. Bicho jodido. Con el agravante de que los muchachos se vienen a vivir dentro de la “Normal de Ayotzinapa” como mejor se le conoce porque en los pueblos, en la montaña, sólo hay miseria, violencia y trabajo forzado en los campos de amapola. Perder las clases, para casi todos, es perder su morada. Es quedar, literalmente, en la calle.

La generación 1957-1963 a la que perteneció Lucio Cabañas. Foto: Luis Mata, SinEmbargo.

Tiempo atrapado entre muros. La misión cultural que llegó en burro en 1926 para fundar esta institución pareciera estar ocupada en algún salón, haciendo planes en silencio. Eran tiempos de grandes hazañas cuando se puso la primera piedra. Y fueron tiempos de hazañas cuando, años más adelante, José Vasconcelos razonó que los campesinos y los indígenas deberían ser parte del proyecto de Nación y lanzó la gran “cruzada contra la ignorancia”. Aquí la cruzada sigue. Es una cruzada por la verdad y contra el silencio. Este silencio tan largo e intolerable: el silencio del que espera.

Hay tortugas azules en un rincón que los recuerdan. Hay banderolas con sus rostros y sus nombres. Cuarenta y tres rostros, cuarenta y tres nombres, para ser exactos. Todos rostros de niños, rasgos indígenas, hijos del campo. Todos color tierra y dientes muy blancos.

Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”. Foto: Luis Mata, SinEmbargo.

Nadie puede sustraerse de pensar qué camión más pesado aplasta el corazón de una madre cuando ve las fotos colgadas y sabe que no han llegado. Que él, en particular, su hijo, uno de los 43, no ha vuelto. Repasará el último día que se vieron. Rescatará las mejores horas juntos, que una madre no olvida ni desespera. Nadie puede dejar de pensar, cruzando el portón metálico, que todo ese silencio grita el nombre de los muchachos que se llevaron.

Las familias de los 43 de Ayotzinapa, desaparecidos por fuerzas criminales policías, traficantes y militares no aceptan la búsqueda en las fosas. Lo repiten una y otra vez. Vivos se los llevaron y vivos los queremos, insisten. Quieren pistas, cada vez más difíciles de conseguir porque el tiempo afuera del portón sí pasa y borra todo. Eso, y que los primeros investigadores que tomaron el caso hicieron todo por borrarlas. Siete años en un día como hoy, pero las familias están firmes: quieren señales de vida, no huesos; no noticias de laboratorios que desmembran ADN.

En la Normal de Ayotzinapa hay tortugas azules que recuerdan a los 43 estudiantes de este plantel desaparecidos hace 7 años. Foto: Luis Mata, SinEmbargo.

Un equipo de SinEmbargo visitó Iguala, Tixtla y Ayotzinapa a siete años de los trágicos eventos que conmovieron a México y adelantaron la decadencia del Gobierno de Enrique Peña Nieto. Daniela Barragán, Romina Gándara, Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela, con los compañeros de SinEmbargo Al Aire Ilse García, Cri Rodríguez y Luis Mata recorrieron la escuela y platicaron con madres, con su abogado y con uno de los testigos de la doble noche de Iguala. Los invitamos a ver el video y a pisar con nosotros la tierra del dolor, pero también de la esperanza.

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