Jorge Alberto Gudiño Hernández
18/09/2021 - 12:05 am
Comprobar la vacunación
Hoy en día se habla del descenso en el número de contagios, las escuelas han vuelto a ser presenciales, es muy probable que muchos de los trabajos que pudieron hacerse en línea durante este año y medio pronto retomen el camino de regreso.
Hace un mes, en este mismo espacio, di cuenta de cómo me vacuné el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar que mi esposa. Nos separaba una silla de distancia tanto en la primera como en la segunda dosis. Los formatos los habíamos llenado en la misma computadora, impreso en la misma impresora y cargado en el mismo fólder. Salimos, en ambas ocasiones, con la misma clase de alivio y, padecimos los mismos síntomas (bastante leves, por cierto). Un par de semanas después de la primera dosis pude descargar el certificado de vacunación de ella; el mío no. Solicité la aclaración. Nada ha sucedido. Un par de semanas después de la segunda dosis pude descargar el certificado completo de ella; el mío no. Ya no puedo solicitar una nueva aclaración pues el sistema me dice que ya la solicité. Sigo sin contar con mi documento.
Confieso que, en un primer momento, pensé que el problema podía provenir de mi apellido. Esa eñe incómoda contra la que se pelean muchos sistemas informáticos. Sin embargo, tras la publicación de mi columna al respecto, comenzaron a llegarme comentarios de amigos, conocidos o lectores para decirme que estaban en situaciones similares (con o sin eñe en sus apellidos). Decidí indagar un poco más. De entrada, pregunté a mis contactos más frecuentes. Algunos mostraban aliviados sus certificados. Un alivio que, a diferencia del del día de la vacunación, resultaba paradójicamente perdurable. Otros, confesaban que tenían el de la primera dosis, mas no el de la segunda. Unos más, vacunados con dosis única, decían que ninguna pero que les habían mandado un correo cuando solicitaron la aclaración. El correo hacía constar que, en efecto, habían solicitado la aclaración y ya estaba en proceso. Después, un largo silencio. Por último, estamos los que no podemos comprobar ninguna dosis (salvo por el papelito que no significa gran cosa, toda vez que lo puede llenar cualquiera). Y las semanas siguen pasando.
Hablé a Locatel y me dijeron que no sabían nada, que metiera la aclaración o que, en lugar de consultar en la página de Internet, lo hiciera vía WhatsApp. Lo hice con idénticos resultados. Puse algunos tuits en las redes sociales de diferentes dependencias y funcionarios. Silencio. Entré a múltiples foros en línea donde se comparten experiencias similares. Sirven de desahogo pero la constante es que nadie tiene respuesta. No sólo el proceso es opaco sino que no hay a quién dirigirse. Nadie responde. Ni siquiera un robot manda correos cada tanto para tranquilizar al impaciente.
Hoy en día se habla del descenso en el número de contagios, las escuelas han vuelto a ser presenciales, es muy probable que muchos de los trabajos que pudieron hacerse en línea durante este año y medio pronto retomen el camino de regreso. Y una forma de garantizar ciertos procesos es justo el de la vacunación. A muchos les gustaría estar seguros de que, por ejemplo, el profesor de sus hijos está vacunado. Otros, irían más tranquilos a las oficinas si supieran que sus compañeros de trabajo ya están vacunados. Unos más podrían sentir el júbilo de las reuniones si todos los presentes ya cuentan con su esquema completo de vacunación. Y, probablemente, muchos no puedan demostrarlo.
Sabemos que aún faltan millones personas por ser vacunadas en nuestro país. El proceso es complicado y la logística que implica es inmensa. Poco a poco se va avanzando. De alguna forma, la parte sencilla es la que depende de la informática: citas, formularios, comprobantes, certificados. Considerando la calma que éstos brindan y la creciente necesidad que hay de reactivar cuantas actividades sean posibles, se debería hacer un esfuerzo pronto para resolver el problema. Pensemos que ya hay países, empresas y sistemas educativos que están discutiendo en torno a la obligatoriedad de la vacunación para poder integrarse a diversas actividades. Al margen de que estemos o no de acuerdo con el sentido de estas propuestas, lo cierto es que, de llevarse a cabo la discusión, existe un importante número de personas que no podemos demostrar que hemos sido vacunados. Y, más allá de los parámetros sanitarios que, sin duda, son los más importantes, queda cierto halo de indefensión que bien alguno podría interpretar como una falta de vacuna.
Ojalá pronto se pueda escribir lo contrario.
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