Navarrete fue elegido cuando tenía 13 años para protagonizar La caja, la película con la que el venezolano Lorenzo Vigas compite por el León de Oro y que narra la historia de un huérfano que cree haber visto a su padre, en teoría muerto, vivo por la calle.
Por Gonzalo Sánchez
Venecia (Italia), 7 de septiembre (EFE).- El mexicano Hatzin Navarrete jamás pensó en ser actor, pero, a sus 17 años, ha sorprendido en la Mostra de Venecia como protagonista de La caja de Lorenzo Vigas, algo que ha cambiado por completo su idea de futuro: "Quiero estudiar actuación", dice entusiasmado en una entrevista con Efe.
"Es algo que me gusta totalmente, de verdad quedé picado con esto, me apasiona y, sí, quiero seguir haciéndolo realmente", avanza este muchacho de aire tímido, envuelto inesperadamente en el vaivén de uno de los festivales de cine más prestigiosos del mundo.
Navarrete fue elegido cuando tenía 13 años para protagonizar La caja, la película con la que el venezolano Lorenzo Vigas compite por el León de Oro y que narra la historia de un huérfano que cree haber visto a su padre, en teoría muerto, vivo por la calle.
El cineasta buscó concienzudamente a su protagonista por un sinfín de escuelas mexicanas y Hatzin se presentó a la convocatoria organizada en su ciudad, Nezahualcóyotl, colindante con la capital, un poco por probar suerte.
"No fui por fama o dinero, fue inesperado, pero fue algo así como que hay un casting y me llamó la atención, pensé que quería estar ahí, saber cómo funcionaba. Entonces fui y listo", recuerda el ahora actor, subrayando que ni siquiera esperó una respuesta.
Pero al final llegó la llamada que cambió una vida que transcurría como la de cualquier niño de esa ciudad con "fama de peligrosa". Vigas, conocido por su precisión, había visto el vídeo de Hatzin, le había gustado y quería hacer más pruebas antes de decidir.
Después llegó el primer encuentro con el coprotagonista, el actor Hernán Mendoza, en unas improvisaciones en las que tenía órdenes de ser muy duro con aquel niño de 13 años para comprobar su reacción.
"Empecé a improvisar cada vez más y más duro, hasta que él empezó a sentir y a llorar, se le llenaron los ojos de lágrimas, y nos dimos cuenta de que tenía esa posibilidad de concentrarse en mi sin importarle lo que lo rodeaba", recuerda Mendoza, sentado a su lado.
"Ahí nos dimos cuenta de que era el candidato perfecto", apunta.
En el set de rodaje, inmersos en el imponente paisaje del estado de Chihuahua (norte de México), la primera tarea fue hacer que Hatzin se concentrara en actuar y se olvidara de las luces y de las cámaras.
Para ello el veterano Mendoza trató de presentarse como su "cómplice", demostrándole que estaban solos en aquel mundo de ficción, pero al mismo tiempo cuidándolo en esta primera experiencia.
"Tratamos de manejarlo con cuidado porque ahora ya es un joven de 17 años, pero en esa época era un niño de 13 y no queríamos asustarlo, cansarlo, dañarlo (...) Así se fue dando una química muy linda que ahora vemos en pantalla", rememora.
Ahora este muchacho acaba de pisar la alfombra roja de Venecia, aunque la noche anterior ni siquiera podía dormir de los nervios, pero una cosa tiene clara: quiere seguir formándose en el oficio de la interpretación.
"Ahora estoy en preparatoria casi por terminar y quiero estudiar actuación. Ya he revisado distintas opciones y ya tengo muy plasmado dónde quiero estudiar", asegura, al tiempo que explica que, aunque nunca pensó en el cine como futuro, sí que tenía cierta inquietud artística que le llevó a aprender a tocar la guitarra.
"Parece que aquí tenemos una estrella", anuncia Hernán Mendoza, mirando a su joven compañero de rodaje con una admiración imposible de ocultar.