México

"El mal se puede vencer"

"Cuando te arrebatan todo, hasta el miedo te quitan”, dice el Párroco de Aguililla

12/09/2021 - 10:00 pm

Durante una extensa charla con SinEmbargo, iniciada en Apatzingán y concluida 84 kilómetros después, en Aguililla, el Párroco Gilberto Vergara explicó lo que pasa en unos caminos de Michoacán que hace tiempo fueron abandonados por las autoridades locales, estatales y federales.

Apatzingán, Michoacán, 12 de septiembre (SinEmbargo).- “Es que cuando te arrebatan todo, hasta el miedo te quitan”, dice Gilberto Vergara, Párroco de Aguililla. Durante meses, a través de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, emitió documentos en los que describía lo que ocurría en el municipio en el que nació Nemesio Oseguera Cervantes. Lo hacía para que las personas que le pedían ayuda, tuvieran la oportunidad de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos para hallar un refugio lejos de la violencia desatada por la guerra entre los cárteles.

Nacido en la Tierra Caliente michoacana, Gilberto pasó por parroquias en Parácuaro, Tumbiscatío y Apatzingán durante su carrera sacerdotal. Hace dos años y medio, arribó a Aguililla para continuar. Llegó justo en el momento en que las batallas por los territorios se recrudecieron. Le tocó presenciar el ocaso de El Aguaje y la toma de la cabecera municipal de Aguililla. Pero en lugar de espantarse, decidió utilizar las pocas herramientas que tenía para ayudar. Sacó a familias enteras de los poblados, con el riesgo que la acción representaba. También llevó víveres a los que se quedaron sin nada. Hoy todos lo buscan. Se convirtió en un puente de comunicación en una región en la que muchas cosas se arreglan a balazos.

“El mal jamás se está quieto. A veces no se ve pero va minando. El mal va minando. Las personas de bien tristemente no siempre estamos activos. Pero el mal no descansa”, dice Vergara mientras observa los cerros que esconden a Aguililla. Hace una pausa. Se queda en silencio. Luego continúa. “Pero el mal se puede vencer. No nos podemos quedar cruzados de brazos diciendo: el mal ganó”.

Durante una extensa charla con SinEmbargo, iniciada en Apatzingán y concluida 84 kilómetros después, en Aguililla, Gilberto Vergara explicó lo que pasa en unos caminos de Michoacán que hace tiempo fueron abandonados por las autoridades locales, estatales y federales.

Parroquia en Aguililla. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo

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—En medio de todo lo que pasa en Aguililla, usted ha ayudado a las personas que deben irse.

—Ya tiene tiempo. Esta situación que vivimos se ha recrudecido, pero esa situación ya tiene tiempo. Durante todo el proceso, las personas han tenido que optar por irse del pueblo, del municipio, algunos por necesidad; porque corre peligro su vida; porque han recibido una amenaza directa; porque han perdido a algún familiar al que se han llevado, levantado, secuestrado o asesinado. No se pueden quedar. Si el grupo armado levanta a una persona y se la lleva, se entendería que ahí acaban las cosas, pero no: hay personas a las que les dicen que se vayan, que no los quieren ver ahí y se tienen que ir. Hay otros que por dolor: porque ya perdieron un ser querido y ya no quieren quedarse. También están otros que se van por precaución o miedo. Hay gente que se va porque vive en una zona de peligro, porque ha habido fuego cruzado, porque ha habido balaceras junto a sus casas. Aunque no es contra ellos, pues les ha tocado. Hay también algunos que están relacionados con lo que pasa. Entonces cuando un grupo contrario llega, pues hace una limpia. Cuando las personas ven que el grupo al que pertenecían está siendo vencido, pues se van. Es lo más recomendable.

Hay personas que se van porque la situación de la región se pone más complicada económicamente. Estamos en un rincón, no hay libre tránsito, no hay facilidades para trabajar y sobresalir, o por lo menos mantenerse. Hay personas que no ven un futuro ni para ellos ni para sus hijos y es triste porque a veces tienen que irse por las consecuencias de la violencia, pero no por por la violencia en sí. No es que los hayan amenazado o les hayan hecho algo, es que la misma violencia cobra un precio alto para los que estamos allá. Entonces hay personas que se han tenido que ir por eso. Ante toda esa cantidad de personas que buscan irse de Aguililla, nosotros, desde la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, lo que hemos hecho es extenderles algún documento, alguna carta donde hacemos constar cuál es la situación regional, la situación del pueblo, y cuál es la situación personal de la persona que lo solicita. De alguna manera ha ayudado, pero actualmente las hemos suprimido, ya no damos porque es demasiada gente la que está en la frontera con Estados Unidos. La frontera está cerrada, al menos la oficina para asilo y ayuda humanitaria. Entonces es contraproducente darles documentos a las personas para que se vayan porque van a estar allá atorados y no van a poder resolverlo. Es mejor que no, que se esperen y esperen que de alguna manera las cosas mejoren.

Montaña que rodea la cabecera municipal de Aguililla. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo

—En los últimos meses se ha vuelto común que haya cierres en esta vía, la Apatzingán-Aguililla.

—A veces, cuando se ponen nerviosos, hay algún enfrentamiento o no quieren que entre el Ejército, cierran tramos. Sale la gente. Los cárteles tienen a la gente de los pueblos, los obligan a que salgan a ayudarlos. ¿Y cómo ayudan? Pues tapando el paso a los soldados. Los soldados no van a oponerse ni van a pelear con las personas. Siempre buscan evadir el enfrentamiento o el choque. A los cárteles les ha resultado sacar a la gente a tapar el paso, así evitan que soldados lleguen a algún punto. Soldados tienen restringido el paso. Sólo pueden avanzar para hacer relevos. No vienen a poner orden. Vienen a lo que ya está establecido. El problema para nosotros es la línea de frontera que hay entre los cárteles, entre los grupos.

Los Cárteles Unidos son diferentes grupos que tienen un enemigo común (el Cártel Jalisco Nueva Generación), pero cada uno tiene su territorio, hoy no hay problema entre ellos. Los Cárteles Unidos cierran sus fronteras, ponen llantas, ponen retenes y esas cosas para que “los jaliscos” no avancen, pero nos llevan a todos porque los civiles no podemos pasar libremente. Tampoco nos dejan pasar libremente recursos. Por ejemplo, si yo llevo víveres, comida y eso, y ellos al pasar por los filtros ven que es mucho, se van a molestar, van a estar diciendo. A algunas personas no les dejan pasar medicamentos, por ejemplo. No les dejan pasar algunas cosas. Dicen que los del otro cártel se van a aprovechar y lo van a quitar.

Por su parte, el Cártel Jalisco asegura que son autosustentables, autosostenibles, que no ocupan de quitarle a la gente, porque lo tienen. Sé que no dejan pasar cosas los de los Cárteles Unidos. Al final el problema es por el choque de todos estos grupos.

—¿Y las autoridades?

—El Ejército, que debe garantizar el Estado de derecho, pues aquí nada más es un… no es ni vigilante, sólo está ahí y mira. No hace mayor cosa, no sabemos si es porque están rebasados, si es porque no quieren o no pueden. Aquí pasan muchas cosas y el Ejército es alguien que está sin estar. Han dado pasos, sí, como meterse en medio de los dos grupos (en la frontera que divide a Cáteles Unidos del CJNG en la vía Apatzingán-Aguililla). Ahí están. La parte armada del Gobierno, elementos de la Sedena o la Guardia Nacional, no está activa acá. La iniciativa del Gobierno federal es la de no violencia. A eso obedecen.

En esta parte de Michoacán hay aserraderos, donde las industrias madereras talan, transforman la madera en tablas y las transportan. Deben estar sacando su madera. Los retenes en la Apatzingán-Aguililla afectan. Lo mismo con los productores de hortaliza, jitomates, chiles. Ya les ha pasado varias veces a los agricultores que les cierran y se les muere la cosecha porque no hay quien vaya por ella. Mucha gente depende de ese trabajo. Hay muchos problemas si la carretera no está disponible y libre.

Ahorita vas a ver cómo queda un pueblo después de haber pasado por ese proceso (el de la guerra entre grupos criminales). Vas a ver cómo queda, las cicatrices. En El Aguaje (uno de los pueblos que están en el municipio de Aguililla), de la población que tenía se habrá quedado con el 20 por ciento, todos se fueron, muchos no regresaron, otros lo hicieron poco a poco. Ese es el saldo de una situación así.

El Párroco Gilberto Vergara. Foto: Especial.
El cuartel de Aguililla. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo

—Con entrevistas a medios de comunicación, su voz ha llegado a nivel nacional e internacional. ¿Cómo es ser una voz así en territorios disputados por cárteles? ¿No hay consecuencias?

—Consecuencias siempre hay. Cuando agachas la cabeza nadie se fija en ti, cuando levantas la cara y levantas la voz, siempre hay problemas, siempre. Cuando las cosas se mueven, cuando alguien camina, siempre va a pisar callos. Y siempre habrá a quien le duela, quien grita y quien quiera quitarte porque le estorbas. Yo desde Aguililla, como muchos, al estar viviendo y viendo esta situación no puedo quedarme callado. A algunos tal vez los reconozcan más, precisamente por los medios, y eso siempre trae la atención de personas no deseadas. Siempre se fijan en ti. Los mismos grupos te van identificando y no les gusta. Entonces aquí debe ser uno cauteloso. Si bien hay que decir la verdad, hay que hacerlo de manera prudente. No se trata de atacar a ningún grupo. Ninguno de los grupos es bueno. El Gobierno no ha hecho el trabajo que se necesita. Tal vez tienen un plan muy bien pensado que no conocemos, no lo sé. Hay que ser críticos también del Gobierno. Hay que reconocer una situación, pero no señalar culpables. No se trata de decir: este grupo o este grupo. Sí tiene que ver la guerra entre dos cárteles, eso es seguro. Tiene que ver también por la responsabilidad del Gobierno. Así son las cosas. “¿Te identifican los grupos?”. Sí, yo aquí les paso cada ocho días. Trato de estar viniendo cada ocho días, y estoy pasando en la camioneta que está identificada de que es de la Parroquia. No me han querido amedrentar o amenazar, no.

En ocasiones han mostrado enojo por alguna nota, pero pues yo no tengo la culpa de cómo los retratan los medios. Yo sólo digo que para nosotros es difícil vivir así. Esta situación no es buena, ni tolerante. Los grupos (armados) tendrían que analizar sus actuaciones y no esperar que hagan cosas que afecten al pueblo y uno aplauda. Ni modo de que nos quedemos callados. No vamos a ser cómplices. Hay que ser prudentes, sí. Ocultando la verdad, no se solucionan las cosas.

Parroquia de Aguililla. Foto: Gilberto Vergara

—¿Hay alguna solución que no sea violenta? ¿Sabe si en algún momento los grupos armados de la región han intentado tener diálogo? Al final del día son gente de aquí y ven cómo sus pueblos se enferman.

—Entre ellos, Cárteles Unidos y Cártel Jalisco, yo no he visto diálogo de ninguna manera. Más bien es lo contrario. Yo no sé si con el Gobierno lo tengan. No lo sé. Un grupo siempre acusa al Gobierno de que está ayudando al otro. Un grupo se ha enojado también porque algún periodista ha dicho que la situación de Aguililla es la responsabilidad de ese grupo. Dicen: “nosotros no somos los que estamos bloqueando”. Esperaría que entre ellos algún día platiquen y se pongan de acuerdo para detener la situación de tensión y violencia. Eso nos ayudaría todos. ¿Qué se logre? No se sabe. Entre grupos armados yo no sería mediador, no me queda y tampoco creo que me lo pidan. Eso sería que ellos se den cuenta que están haciendo daño con estos pleitos que traen y ellos mismos cambien.

Una calle desierta en El Aguaje. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo

(...)

Aquí no se trata de valor, se trata de dignidad. En algún momento me preguntaron: “¿no tiene miedo?”. Es que cuando te arrebatan todo, hasta el miedo te quitan. Ya no te queda más. Vivir con miedo no es opción. No vas a permitir que te quiten lo más fundamental, y es el hecho de llevar a algún familiar enfermo o a salir a buscar lo que necesitas. Te arriesgas.

(...)

Todo está balanceado en El Aguaje. Fue área de franca guerra. Ponían tanques o caros atravesados, cuando se peleaban. Ganaron “los jaliscos” un tiempo, perdieron, luego recuperaron. La violencia es muy dinámica. No está… El mal jamás está quieto. A veces no se ve pero va minando. El mal va minando. Las personas de bien tristemente no siempre estamos activos. Pero el mal no descansa…

*Gilberto hace una pausa. Se queda en silencio. Luego continúa.

Pero el mal se puede vencer. No nos podemos quedar cruzamos de brazos diciendo: el mal ganó. Finalmente, como dice la escritura, si Satanás está dividido contra sí mismo, está derrotado. Un reino dividido va a la ruina. Se llaman Cárteles Unidos porque están unidos contra “los jaliscos”, pero un día esa unidad se va a terminar. Un día esa unidad que está basada en la conveniencia, acabará en pleito y vas a ver. Así ha sido siempre, así va a ser. No hay otro camino. Si en las familias hay dificultades y división, imagina en grupos en donde lo que los une es el interés y la voracidad. ¿Cómo crees que van a acabar? Entre ellos se van a devorar.

*Gilberto observa por la ventanilla El Aguaje y describe más de lo ocurrido ahí. 

Primera parte de El Aguaje nunca se recuperó. Hay dos, tres personas que están tratando de vivir aquí. Pero todo esto quedó desierto. Todo. El Aguaje tiene historia. ¿Ves esas casas enormes y otras que están sin terminar? Aquí fue un punto importante de la droga cuando la gente sembraba mariguana y cosechaba. Aquí hay muchos corridos de eso. Pero cuando el mal cuando se generaliza, cuando se vuelve modo de vida, te cobra factura. Y al final es esto: muchas casas ni se terminaron. El mal se les vino encima. No a todos, pero sí a muchos. El conflicto armado llegó a tal punto aquí que las balaceras eran de una casa a otra. Balas en los postes, en las puertas, en las ventanas, en las palmeras, en el quiosco. Fue una guerra sin cuartel.

(...)

“Los jaliscos” parece que traen gente entrenada. Siempre se ha sabido que traen centroamericanos. Exmilitares. Traen gente que sabe de estrategia y uso de manejo de armas. A los Cárteles Unidos yo no sé qué tanto los entrenen. Se me figura que les dan una ametralladora y tiran rociando, esperando golpear algo, ¿no? Así como cuando agarras una manguera para mojar al que pase. Mira, hay balas en las ramas del árbol.

(...)

*Mientras avanza por El Aguaje, una camioneta azul con el escudo del Cártel Jalisco pasa frente a él. 

Traen su perchero, siglas, comando al cual pertenecen. Es su territorio. Estamos en un territorio que es de ellos. Aquí es donde mataron a los 13 estatales. Ya parece que a Silvano (Aureoles) se le olvidó.

—Silvano sólo viene por aire, ¿no?

—De las cosas peores que han pasado en el Estado, entre la violencia, esto y aquello, una es Silvano. No ha ayudado en nada. La opinión política de un cura no tiene valor... Hay gente que no puede resolver todo, pero también hay gente que estorba. Hay gente que empeora las cosas.

(...)

Comisión Federal de Electricidad (CFE) tuvo que entrar a arreglar la luz que se fue 4 días, luego 5 días en Aguililla. Tenía que venir Comisión, pero no iban a hacerlo solos, debía entrar Ejército. Ejército dijo no iba a entrar si no se garantizaba que no se les iba a echar encima. Son años sin mantenimiento a líneas de alta tensión. Llueve, arboles caen, pegan en las líneas, hacen corto circuito. CFE debe entrar a dar mantenimiento. Lo mismo con programas sociales para Aguililla, deben pasar material, pero antes deben avisar las autoridades para que los grupos no desconfíen de quién viene. Los grupos armados tienen el temor de que en una incursión, se metan personas de otros cárteles.

—¿Cuánto tiempo lleva el conflicto?

—Yo llegué a Aguililla hace más de dos y medio y ya estaba. En ese momento en la cabecera estaba un grupo de los denominados Cárteles Unidos, que después se hizo dos grupos, se pelearon y un grupo expulsó al otro. En ese tiempo “los jaliscos” estaban en El Aguaje, en Chila y en un poblado que se llama El Limón, tenencia de Aguililla, y en Dos Aguas, otra de las tenencias. Por la división de territorios, los de las tenencias no podían ir de lado a lado, había enfrentamientos. En abril de este año, el Cártel Jalisco tomó la cabecera municipal de Aguililla, expulsando al otro grupo. Se fueron a las rancherías rumbo a la costa. El otro grupo sigue allá. Ahora hay enfrentamientos: hay choques entre el Cártel Jalisco y los que antes estaban en el pueblo.

La justicia no está en ningún lado. ¿Dónde está la actuación de la ley? El libre tránsito es una garantía. Entonces es un delito si lo obstruyes, ¿no? Hay una pena si dañas una carretera. Aquí está lleno de zanjas. No se trata de que la gente haga lo que le da gana y se quede tranquilo. Eso pasa aquí. Quitan carros, te llevan. Aquí ya quitaron los cadáveres de los camiones que quemaban, pero estaba plagado: ah, cómo les gustaban los camiones de Sartorini, de Coca-Cola, de Corona. Al repartidor le quitaban las llaves. No mataron a ninguno. Los camiones servían de tapón, luego se iban a la chatarra. Aquí los grupos pierden porque se enfrentan: pierden recursos y hombres. Y los de la población no ganamos nada. Perdemos libertades, dinero, ganaderos no pueden sacar sus ganados, jitomateros pierden sus cultivos, todos perdemos. Yo no sé qué gana el Gobierno. ¿Relativa paz? Indudablemente alguien se beneficia.

El motor de la acción criminal es el dinero. Aquí el Cártel Jalisco ha dicho que su negocio son las drogas. Dicen que no extorsionan, secuestran o roban. Los Cárteles Unidos dicen que no son narcos, eso dicen, pero de dónde sacan dinero. Monopolizaron el corte del limón, los ganados. Ellos venden, compran, cobran a cada camión que pasa de madera. Si quiere entrar un camión tiene que pagar. Si queremos algo, hay que comprarlo con ellos. Es el dinero.

—¿Qué implica la toma de la cabecera que ocurrió en abril? ¿Las autoridades se repliegan?

—La presencia de los grupos armados está a la par de la presencia del Gobierno institucional. No es que llegue un grupo armado y entonces el Presidente municipal se tenga que ir. No, así no funciona. Presidencia municipal funciona normalmente estando los grupos operando en la región. Es así. Yo no recuerdo si fue el 4 de mayo, que por cierto en esa fecha hubo una reunión con personas del Gobierno federal que vinieron a Aguililla para implementar planes de pacificación. La reunión fue a las 12 del día. A las 5 de la mañana apareció una lona, presuntamente firmada por “El Mencho”, diciendo que Aguililla era ya era territorio del Cártel Jalisco Nueva Generación. La lona decía que el pueblo no se preocupara: “que no iban a pagar cuotas, que eran libres”. Eso en plena plaza. Eso marcó la entrada “oficial” de ese grupo. Fue una declaración: “ya estamos aquí, no nos vamos a ir”. Fue la reunión que te digo. Vino Sedena y otros niveles de Gobierno. Nadie habló de eso. Pregunté: “¿alguien hablará algo de ese elefante en la sala? ¿Alguien ya lo notó?”. Nadie quiso hablar de eso. Así es. Desde esa fecha era oficial que ya era territorio de ellos. Hubo elecciones, Presidente tomará cargo en unos días. Pero ellos operan, están. Los verás en la camioneta dando vueltas. Aguililla creo que tiene dos policías municipales. Tal vez ya ni hay.

Es un ecosistema. Así como ves plantas, árboles y pájaros, así vas a ver armados, Gobierno municipal, funcionarios municipales. No pasa nada. Los soldados están metidos en el cuartel, la gente tiene bloqueadas las entradas. Hay gente cuidando día y noche. Y es que la población fue a pedir al Ejército que desbloqueara el camino, pero los soldados respondieron que no tenían orden. Entonces la gente dijo: “nos tienen encerrados y ellos sin hacer nada, pues vamos encerrándolos”.

—En las comunidades controladas por el Cártel Jalisco o los de Cárteles Unidos, ¿hay algún tipo de justicia local? Si pasa algo que no tenga que ver con los cárteles, ¿la gente encuentra esa justicia?

—La usanza de los grupos criminales en esta región intenta ser como totalitaria. Estos territorios pertenecieron a los Caballeros Templarios. Tú recordarás a “El Chayo”, “La Tuta”. Los grupos como ellos, casi, casi instituyeron gobiernos alternos: tenían aparato de justicia, de cobranza, de regulación de cosas. En ese tiempo, si muchachos andaban en las calles drogándose, así les iba. Les daban para que “entendieran” o los encerraban en centros de rehabilitación no del todo ortodoxos. Si alguien distribuía billetes falsos, las penas iban desde una “tabliza”, cortarle las manos o matarlo. Esos grupos siempre han tratado de establecer cierto orden y se jactan de hacerlo. Después de los Caballeros Templarios fue cuando se dividió todo y fue cuando empezaron todos esos grupitos. Luego vino la Familia Michoacana. Luego se convirtió en Cártel Jalisco, que nació en Jalisco con “El Mencho”. Los de la Nueva Generación de Jalisco intentan tener eso también: una especie de “filosofía”, una forma elemental de vida. Eso, según ellos, lo tratan de implementar en diferentes lugares: el respeto a las personas, ayudan al que lo necesita, y la justicia hasta cierto punto. Si hay alguna cosa doméstica, la gente decide, en Aguililla, si ir a la presidencia municipal o ir con los armados. Sabiendo que con los municipales la justicia es tardada y con los armados es justicia más rápida. No está bien. Pero así es.

“Los jaliscos” patrullan. Se acercan si ven un desperfecto, o alguna situación violenta. Tienen interés de que haya un cierto orden en el pueblo. Hay justicia de esa. Pero si a ti te hace algo el Cártel, si se lleva a una persona de tu familia, si te llevan porque hallaron algo en tu celular, ¿quién te va a hacer justicia? Nadie, ahí sí ya nadie te ayuda. Hay una forma a modo de justicia.

Carlos Vargas Sepúlveda
Periodista hecho en Polakas. Autor del libro Rostros en la oscuridad: El caso Ayotzinapa. Hace crónica del México violento de hoy. Ya concluyó siete maratones.
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