En la cinta, el personaje de Anthony interpretado por Yahya Abdul-Mateen II expresa en su obra la brutalidad policial, los traumas, la victimización y la opresión, aspectos que se trasladan a la figura de Candyman, un ser sobrenatural que engloba diferentes rostros.
Ciudad de México, 26 de agosto (SinEmbargo).- Poco a poco los cines van presentando más opciones en cartelera para quienes gustan de disfrutar del séptimo arte en la pantalla grande, este fin de semana se estrena Candyman, cinta dirigida por Nia DaCosta que da continuidad a la historia contada en los años 90 con la película de Bernard Rose.
¿De qué trata? Para los habitantes de Cabrini-Green, un barrio en Chicago, la historia de un asesino sobrenatural con un gancho en la mano formaba parte de su día a día. Años después, las torres de este espacio fueron demolidas para crear nuevas construcciones en un claro ejemplo de gentrificación. Ahí llegan a vivir Anthony McCoy (interpretado por Yahya Abdul-Mateen II), un artista visual y su novia Brianna Cartwright (a quien da vida Teyonah Parris) quien además es directora de una galería de arte. Durante una cena en casa con el hermano de Brianna, se toca la historia de Helen Lyle, la estudiante que investigaba acerca de las leyendas urbanas de Cabrini-Green y de Candyman.
Anthony se encuentra en un momento delicado de su carrera y decide trabajar en el proyecto de la gentrificación, sin embargo, esto lo llevará a descubrir la verdadera historia de Candyman, detalles tenebrosos que usará en su obra y que lo llevarán a involucrarse cada vez más en ese pasado violento que puede terminar arrastrándolo a una ola de violencia.
La cinta tiene puntos buenos, uno de ellos es que retoma la historia de la película de 1992, lo que es una grata sorpresa, además de la forma en la que cuentan la historia, usando sombras y luces, algo que resulta visualmente muy atractivo. Otro de los aspectos destacados son las actuaciones, sin duda, Yahya Abdul-Mateen II hace que el espectador forme parte del viaje que realiza, de la transformación de su personaje y de cómo se va hundiendo cada vez más en los acontecimientos del pasado. Teyonah Parris muestra esa confusión, incredulidad y hasta impotencia ante lo que pasa con su novio y la situación en la que ve envuelta.
Nia DaCosta guía muy bien a los personajes, presenta escenas ingeniosas usando los espejos y reflejos, además del miedo como un aspecto real que va más allá de lo sobrenatural.
La película se enfoca mucho en el tema racial en Estados Unidos y en como las personas son tratadas por su color de piel. "Candyman es, en esencia, una alegoría sobre el racismo en los Estados Unidos", dijo Jordan Peele, uno de los escritores del guion. Justamente ese es un aspecto que puede jugar en contra, ya que tiene un trasfondo político y social muy fuerte que al llegar al final de la película se expone de manera explicita y directa, de una justicia con toques de venganza, algo que puede no estar esperando el espectador que busca una historia de horror sobrenatural.
Al final, Candyman habla de una especie de monstruo sobrenatural que une diversos rostros en uno solo, el del racismo que se encuentra muy vigente en todo el mundo, esta vez hablando de Estados Unidos, de autoridades, policías, del exceso de la fuerza y de señalar como culpables a quienes no lo son. Así que, si lo que esperas es brincar en la butaca de miedo, está no es la película, pero sí deja reflexionando acerca del racismo que aún se presenta en la sociedad.