La presencia de periodistas, el perfil de las víctimas y el hartazgo de la violencia han estado bajo los reflectores durante los últimos años, tanto que los directores buscan retratar la cruda realidad que se vive en México hoy en día.
Por Cecilia González
Ciudad de México, 11 de agosto (RT).- La ovación, de pie, duró ocho minutos. Todo un récord en el pasado Festival de Cannes, en donde la actriz mexicana Arcelia Ramírez recibió los aplausos del público que colmó la sala Debussy y que reconoció así su interpretación de una madre que busca a su hija desaparecida en la cinta La civil.
La ópera prima de la directora belga-rumana Teodora Ana Mihai retrata, a partir de la ficción, la cotidiana realidad que padecen las familias de los más de 80 mil desaparecidos que hay en México. Por sus dimensiones, es una de las mayores crisis humanitarias de América Latina.
En la película, Ramírez interpreta a Cielo, una madre que busca a su hija adolescente que ha sido secuestrada en el norte del país. Ante la indiferencia e incapacidad de las autoridades, ella misma se pone a investigar, del modo en que lo han hecho miles de madres en todo México desde que en 2006 el expresidente Felipe Calderón iniciara una guerra contra el narcotráfico que sólo multiplicó la violencia y las desapariciones forzadas.
El drama "LA CIVIL", coproducción rumano-belga-mexicana con la actuación protagónica de Arcelia Ramírez, recibió una ovación de 8 minutos tras su estreno en el Festival de Cine de Cannes. 🇫🇷🇲🇽👏 @aramirezoficial #CannesFilmFestival #Cannes2021pic.twitter.com/2FpmdfXuFq
— Próxcinemente (@proxcinemente) July 13, 2021
De hecho, la obra está basada en la historia real de Miriam Rodríguez Martínez, una mujer que se convirtió en activista a la fuerza, al buscar a su hija durante tres años.
La civil, que ganó el Premio Una Cierta Mirada, demostró que cada vez hay más realizadores preocupados por retratar con responsabilidad, ética y empatía un drama que parece no tener fin, porque las desapariciones se siguen acumulando a diario en un país en el que en los últimos 15 años hubo más de 300 mil asesinatos, en donde se han encontrado miles de fosas comunes con cuerpos amontonados sin identificar, en donde miles de madres escarban la tierra con sus propias manos con la esperanza de encontrar los restos de sus hijos.
SIN JUSTICIA
En 2017, Daniela Rea, una de las mejores periodistas mexicanas, mutó del lenguaje escrito al audiovisual para documentar en su ópera prima No sucumbió la eternidad dos historias paralelas. Y reales.
Una es la de Liliana Gutiérrez, una mujer que busca a su pareja Arturo Román, desaparecido en agosto de 2010 en el estado de Tamaulipas. Es una víctima más de la guerra contra el narcotráfico. La otra es de Alicia de los Ríos, cuya madre, que tenía el mismo nombre, fue desaparecida en enero de 1978 en Chihuahua. Es una víctima más de la «guerra sucia» que el Estado mexicano llevó a cabo en los 70 contra los militantes de izquierda y que ha permanecido silenciada durante tanto tiempo.
También sobre dos mujeres trata Tempestad, el documental de Tatiana Huerzo que cuenta las historias de Miriam Carvajal, una madre soltera que es detenida con falsos cargos de tráfico de personas, y de Adela Alvarado, madre de una joven desaparecida. La lucha por encontrar a su hija la convirtió en blanco de amenazas de muerte. La Policía está involucrada, como suelen estarlo las fuerzas Armadas y de Seguridad que terminaron de caer en una espiral de descomposición institucional y corrupción a raíz de la guerra narco.
En La libertad del diablo, el cineasta Everardo González optó por una historia coral en la que se escuchan los testimonios de un sicario, la madre de un desaparecido, las hijas de una desaparecida, un hombre que fue torturado por policías. Son las voces de víctimas y victimarios, los rostros cubiertos con máscaras similares a las que usan las personas con quemaduras que, más que cuidar la identidad de los protagonistas de la violencia, evidencian aun más el desastre social que recorre a México.
Volverte a ver es el título del documental realizado el año pasado por la antropóloga visual Carolina Corral Paredes, quien sigue el trabajo que realizan Lina, Angy y Edith, familiares de personas desaparecidas que se entrenan como peritos forenses para poder participar en la exhumación de más de 200 cuerpos que la Fiscalía de Morelos enterró en secreto, sin investigar qué les pasó o quiénes eran, lo que demuestra, una vez más, que el Estado es culpable.
La directora Fernanda Valadez explora en Sin señas particulares esa otra faceta del reguero de sangre en que la guerra narco sumió al país: los migrantes que recorren el territorio mexicano con la esperanza de llegar a EU pero que, en el camino, son secuestrados, desaparecidos o asesinados por los cárteles que controlan estados completos.
Aquí opta por apoyarse en la ficción para contar la historia de Magdalena, una mujer que busca a su hijo desaparecido cuando intentaba cruzar la frontera con EU y que se encuentra con Miguel, un joven migrante deportado que está emprendiendo el camino de regreso. El año pasado, la película ganó premios en los festivales internacionales de Sundance, San Sebastián y Gotham, y el de Morelia en México.
El director José María Espinoza muestra el trabajo de Las Rastreadoras de El Fuerte, un grupo de madres de personas desaparecidas en el norte de Sinaloa que, ante la ausencia de las autoridades, salen dos veces a la semana con picos y palas en busca de los restos de sus hijos.
Una de las obras más recientes es Te nombraré en silencio, en donde el director José María Espinoza muestra el trabajo de Las Rastreadoras de El Fuerte un grupo de madres de personas desaparecidas en el norte de Sinaloa que, ante la ausencia de las autoridades, salen dos veces a la semana con picos y palas en busca de los restos de sus hijos. Es su manera de luchar, con fuerza, valor y unidad, ante el abandono del Estado, las amenazas del narco, la indiferencia de la sociedad y el dolor.
AYOTZINAPA
La noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, 43 estudiantes fueron desaparecidos en Iguala, Guerrero, uno de los estados más pobres de México y ruta estratégica del narcotráfico.
Los jóvenes, que estudiaban en escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en donde se forman maestros de educación básica de las comunidades más marginadas, tomaron camiones de larga distancia para ir a una manifestación en la ciudad de México, pero en la terminal de Iguala comenzó un tiroteo que mutó en persecución por parte de policías, militares y narcotraficantes.
Pareciera una lista larga pero todavía está en construcción, porque la violencia y las desapariciones continúan, porque faltan 80 mil personas que están siendo buscadas por sus familiares, porque es necesario visibilizar de todas las formas posibles esta tragedia.
En medio de la violencia y la confusión, los agresores también acribillaron un camión en el que iban miembros de un equipo de futbol conocido como Los Avispones. La cacería continuó durante la madrugada. El saldo fue de 25 heridos y 43 desaparecidos.
La presencia de periodistas, el perfil de las víctimas y el hartazgo de la violencia permitió que este se convirtiera el caso de desaparición forzada en México con mayor repercusión internacional.
Ha sido, también, el que ha generado más productos audiovisuales. Están, por ejemplo, los documentales Los días de Ayotzinapa, conducido por el escritor Paco Ignacio Taibo II, y Vivos, del artista chino Ai Weiwei, en donde se trata de desentrañar la historia, qué pasó en realidad esa noche.
También se pueden ver en distintas plataformas Un día en Ayotzinapa, de Rafael Rangel; Ayotzinapa: a 50 días de la masacre, un repaso con un tono más periodístico; Ayotzinapa: el paso de la tortuga, de Enrique García; Ayotzinapa: un crimen de Estado, de Xavier Robles; y Ayotzinapa: la otra historia, un trabajo de la Universidad Iberoamericana.
En el catálogo se incluyen Mirar morir: el Ejército en la noche de Iguala, de Témoris Grecko; Ayotzinapa: la historia de los 43, producida por Telesur; y El hogar de Mauricio y El hogar de Felipe, que cuentan las historias de dos de los 43 estudiantes desaparecidos.
Pareciera una lista larga pero todavía está en construcción, porque la violencia y las desapariciones continúan, porque faltan 80 mil personas que están siendo buscadas por sus familiares, porque es necesario visibilizar de todas las formas posibles esta tragedia. Y, sobre todo, acompañar a las víctimas para exigir justicia.