Alejandro Calvillo
08/07/2021 - 12:03 am
Nunca antes en la historia de la humanidad
Nunca antes en la historia de la humanidad esta especie, el Homo sapiens, se había enfrentado a una catástrofe ecológica global creada por ella misma, poniendo en riesgo su sobrevivencia. Pero también, nunca antes el Homo sapiens llegó a desarrollar una consciencia planetaria y pluralista, inclusiva e igualitaria, como la que hoy existe en un […]
Nunca antes en la historia de la humanidad esta especie, el Homo sapiens, se había enfrentado a una catástrofe ecológica global creada por ella misma, poniendo en riesgo su sobrevivencia. Pero también, nunca antes el Homo sapiens llegó a desarrollar una consciencia planetaria y pluralista, inclusiva e igualitaria, como la que hoy existe en un porcentaje pequeño pero creciente de su especie.
La consciencia planetaria, inclusiva, sistémica, es nueva en la población humana. Se puede decir que místicos de diversas tradiciones, a lo largo de la historia, la han experimentado, vivido, pero nunca antes se llegó a expresar como hoy en día. La lucha contra el racismo, la rebelión contra el sometimiento de las mujeres, el derecho a la diversidad de las creencias y la sexualidad, la denuncia de la desigualdad y la lucha por la protección del planeta y el clima significan un cambio profundo en la conciencia.
El cambio climático nos ha obligado a pensarnos como especie en un planeta finito y en la necesidad de actuar de manera conjunta, marcando un antes y después en nuestra conciencia como especie. En este contexto, la pandemia que vivimos actualmente ha venido a reforzar esa conciencia y a evidenciar cuáles son los grandes obstáculos para actuar en la protección de la vida.
A lo largo de la historia de nuestra especie, la conciencia de la mayor parte de las diversas culturas se distinguió por la exclusión de los “otros”. En general, cada cultura se consideraba a sí misma, de una forma u otra, superior a las demás, una especie de elegidos. La propia cultura occidental así lo hizo, catalogando a las demás culturas y razas como expresiones menos desarrolladas del ser humano, mientras ella se consideraba a si misma su expresión más avanzada.
Las religiones fueron y han sido, en su mayoría, generadoras de conquistas, guerras, de diferenciación y exclusión. Hay excepciones, no es de extrañar que el Dalái Lama sea una de ellas con su visión integradora y planetaria, proviniendo del budismo. Por su parte, el Papa Francisco representa un cambio de conciencia en la iglesia católica con su activismo ecuménico, encontrándose con líderes de otras religiones y reconociendo sus profundas coincidencias (filosofía perene). Pero la manifestación más profunda de esta transformación de su conciencia la encontramos en su encíclica “Laudato si', sobre el cuidado de la casa común”.
Un fenómeno mundial, en este sentido, es la reducción drástica del número de fieles en diversas religiones, al tiempo de que ha aumentado exponencialmente la población que se considera espiritual, que le da un sentido sagrado a la vida.
Esta transformación de la conciencia tiene muy diversas expresiones y una de ellas se dio desde el inicio del movimiento zapatista, como en un gran número de movimientos indígenas en el mundo, al ser un movimiento incluyente con visión planetaria. Una de sus máximas expresiones fue el Encuentro Intergaláctico de 1996, manifestación de la conexión y solidaridad internacional que un grupo reducido de la población indígena del sureste de México había logrado, con un discurso sustentado en una conciencia pluralista, universal e integradora. A ese llamado, por el tipo de lenguaje y concepción expresada, respondieron premios nobel, líderes políticos y destacados intelectuales que acudieron a esa región de la selva chiapaneca.
Cuando un cambio de conciencia comienza a darse en una civilización y alcanza al 10 por ciento de su población, se dice, tiene la capacidad de crecer y transformar a esa civilización profundamente. Se afirma que cuando el 10 por ciento de la población europea entró a la concepción racional del mundo se dio el cambio de la monarquía a la democracia, la abolición de la esclavitud y ocurrieron las revoluciones francesas y estadounidense, la consolidación de las ciencias y el surgimiento de los derechos humanos universales, es decir, para todas las razas, para todos los pueblos.
Desde los años 60 del siglo pasado inició un movimiento desde los valores racionales a valores pluralistas encabezados por la lucha por los derechos civiles, el feminismo en todas sus expresiones, el surgimiento del ecologismo y la reivindicación del respeto y la tolerancia a las diferencias.
El cambio no es sólo en la conciencia, es también tecnológico. Jeremy Rifkin, presidente de la Foundation on Economic Trends en Washington D.C. señala un cambio profundo tecnológico, a lo que llama la Tercera Revolución Industrial, que tiene su máxima expresión en el desarrollo de las energías renovables y el abandono de los combustibles fósiles en base a una descentralización de la producción de esta energía, convirtiendo a los consumidores de electricidad también en productores de la misma. Esa revolución la define en una estructura horizontal, con un creciente número de cooperativas profundamente interconectadas en el internet de las cosas, con un papel muy importante del Estado en su regulación.
Para Rifkin, como para muchos otros, esta revolución tecnológica no solamente responde a la competitividad de las energías renovables por la fuerte caída en los costos de generación del kw/h, que las vuelve más baratas que las provenientes de los combustibles fósiles; esta revolución se está dando aceleradamente también por las nuevas legislaciones y acciones judiciales que obligan a gobiernos e, incluso, a empresas petroleras, a bajar sus emisiones y desarrollar las opciones renovables.
En este nuevo escenario para la humanidad, entre la catástrofe ambiental, el surgimiento de una conciencia integradora y el cambio de la base energética de la civilización, existen dos grandes obstáculos. El primero, es la resistencia de los poderes establecidos para mantener el status quo que les ha dado sus grandes beneficios. El segundo, es el modelo de confort y consumo que se ha impuesto a lo largo y ancho del planeta, un hiperconsumo que no es sostenible. Es decir, puede cambiarse la base energética, dejarse atrás los combustibles fósiles para la generación de electricidad, pero no existen minerales, vegetales y animales, para abastecer de materias primas el modelo de consumo promovido por todos los medios en todo el planeta.
No hay cabida para seguir produciendo fuera de una economía circular, no hay cabida para seguir transfiriendo las externalidades de la producción y el consumo a un planeta finito inmerso ya en un proceso de calentamiento global, no hay cabida para una humanidad cada vez más enferma por contaminantes químicos en el aire, el agua, la tierra, cada vez más enferma por productos comestibles que no alimentan y sólo dañan. La economía debe ser circular.
Nunca antes en la historia de la humanidad la especie se había enfrentado a un reto de la dimensión del actual y nunca antes en la historia de la humanidad nuestra especie había tenido la conciencia integradora, pluralista y planetaria que hoy tiene una parte importante de su población.
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