Leticia Calderón Chelius
02/07/2021 - 12:02 am
Los bots sí votan
El manejo desvirtuado de la información o abiertamente mentiroso provoca desconcierto, angustia y temor en millones de personas y esto es lo que llaman infodemia.
Parecía una competencia entre comunicadores ver quien iba a dar la nota del primer muerto por COVID en México, por eso, y por tantas ansias para poder restregárselo en la cara al Gobierno federal, periodistas como Lourdes Mendoza, seguida de inmediato por López-Doriga, Riva Palacio, Mónica Garza, anunciaron el 15 de marzo del 2020 a través de sus cuentas de Twitter que el empresario José Kuri, primo de Carlos Slim, había fallecido por COVID. Sería el primer mexicano, decían los periodistas, empresario y prominente miembro de la clase más adinerada del país, la víctima número uno de lo que se calificó de inmediato como la muestra del error de la estrategia ante la pandemia que apenas comenzaba. Desafortunadamente, quien falleció fue un joven humilde contagiado en algún concierto que, como no fue el Vive Latino, evento multitudinario que se llevó a cabo el 14 de marzo de ese mismo año y que la autoridad de la Ciudad de México consideró que aún no era tiempo de cancelarlo, no resultó mediáticamente atractivo para endilgarle el caso número uno de COVID a Claudia Sheinbaum.
Después vinieron más noticias falsas, una tras de otra, repetidas de una manera estratégica. Personas que mostraban fotos de intubados a causa de la COVID que parecían gemelos separados al nacer porque sus historias eran idénticas, aunque estaban en lugares completamente distantes dentro del país. Divas de la farándula criticando directamente al Presidente por no imponer estado de sitio e impedir que nadie saliera a las calles. Personas que instruían cómo deberían ser los controles sanitarios en los aeropuertos y urgían al Gobierno a cerrar el tráfico aéreo como si tuvieran la más mínima capacitación sobre pandemias. Se armaron debates en que periodistas y opinadores acabaron siendo expertos en un campo profundamente especializado como es la epidemiología, pero también en campos como la filosofía y la bioética cuando se afirmaba que a las personas mayores no se les darían ventiladores y se les dejaría morir como afirmó el doctor Sergio Aguayo en Twitter, donde aprovechó para criticar la falta de preparación de la 4T para la emergencia que, daba por un hecho, lo dejaría a él en “el corredor de la muerte”. Irónicamente y para su suerte, fue uno de los primeros mexicanos que meses después recibió la vacuna que ese mismo Gobierno consiguió.
El manejo desvirtuado de la información o abiertamente mentiroso provoca desconcierto, angustia y temor en millones de personas y esto es lo que llaman infodemia. Este asunto no ocurre solo en México, pero en nuestro país ha alcanzado niveles insospechados al volverse un instrumento dirigido para golpear abiertamente la credibilidad del Gobierno federal. Tan es así que, de todos los hechos que he relatado aquí nadie se disculpó, nadie aceptó que difundió información que no les constaba, ni que el prestigio de cada uno de los comunicadores que repiten sistemáticamente este tipo de notas se esta usando para avalar noticias que a la postre resultan escenas orquestadas.
Por todo esto, la iniciativa de evidenciar las fake news en torno a las acciones emprendidas por el Gobierno federal tal vez se tardó demasiado. No me refiero al formato que eligieron para desmentirlas como un segmento en las mañaneras que puede ser debatible, sino a la acción misma de enfrentar abierta y de manera directa cada mentira que se construye con el ánimo de generar un discurso opositor a falta de propuestas y argumentos. La idea de que la gente se va a dar cuenta por sí misma,de que las mentiras son tan obvias que todos las notarán, o de que son tan absurdas algunas ideas que circulan en las redes que se volverán chistes, no ha resultado así. Mucha gente sí cree cosas absurdas, recibe y reenvía mensajes que, aunque sean alarmistas, no se verifican y, sobre todo, repite argumentos que escucha en los grandes medios de comunicación masiva privada y pública de este país, mañana, tarde y noche, lo cual, repetido incansablemente empieza a tener sentido. “Populista, dictador, totalitario, falta de libertades, comunismo” son conceptos que circulan libremente en los argumentos del debate público y que, por supuesto que están teniendo un impacto ya no solo en los bots, sino en los votos que, como vimos, alimentaron este escenario de mentiras repetidas a granel.
Muchos de los comunicadores profesionales son personajes conocidos desde hace años, eso los ubica casi como miembros de la familia, su presencia puede provocar una sensación de cercanía y hasta de cierta intimidad, porque están en nuestras casas a través de la televisión, sus columnas periodísticas o en sus pláticas y argumentaciones en radio donde podemos reconocer su voz a la primera frase. Pero no son voces libres sino voceros a sueldo. Es verdad que en general siempre lo han sido, el problema es que esta vez, quien les paga manda decir que al revés de lo que hacían antes, de cubrir a quienes estaban en el poder político, ahora toca alinearse en contra.
Por esto, y no solo como cuestión del Gobierno y sus intereses sino por la salud pública de nuestra democracia, la estrategia de hacer evidentes las mentiras que circulan en los medios de comunicación públicos y privados es apremiante. Como diría Rafael Correa en una entrevista que dio precisamente en Televisa, “no se confundan, ganar elecciones no es ganar el poder” y esas voces y sus repetidoras al servicio de los capitales más poderosos lo están demostrando. Basta de ingenuidades, es ahí, en los medios de comunicación masiva donde se libra la madre de todas las batallas políticas y la cancha está muy, pero muy desnivelada.
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