Ernesto Hernández Norzagaray
19/06/2021 - 12:05 am
¿Qué pasó en Sinaloa?
Primero, Sinaloa tiene el estigma narco y no cualquiera, pero también buen periodismo, dos medios de comunicación sinaloenses independientes, como son el diario Noroeste y el semanario Ríodoce, que documentaron con mayor o menor evidencia, lo ocurrido antes, durante y después el proceso electoral.
Las pasadas elecciones de Gobernador en Sinaloa, como ninguna otra, han atraído la atención de los medios comunicación dentro y fuera del estado, sorprende este interés porque los resultados preliminares dieron una diferencia de casi 25 por ciento entre Rubén Rocha Moya, el candidato de la candidatura común Morena-Partido Sinaloense, y Mario Zamora Gastélum, candidato de la coalición “Va por Sinaloa”.
Llama, todavía más la atención cuando sabemos que Rocha Moya, es el candidato a Gobernador porcentualmente más votado entre los quince postulados por el partido obradorista. Mejor, todavía, cuando Morena, junto con el Partido Sinaloense, arrasó en 23 de los 24 distritos electorales locales y en 15 de las 18 alcaldías.
Entonces, asaltan las preguntas ¿por qué la atención mediática? ¿Por qué no dar vuelta a la hoja mediática como ya la dieron en el resto de los estados? Acaso, ¿hay algo que hace singular estas elecciones?
Primero, Sinaloa tiene el estigma narco y no cualquiera, pero también buen periodismo, dos medios de comunicación sinaloenses independientes, como son el diario Noroeste y el semanario Ríodoce, que documentaron con mayor o menor evidencia, lo ocurrido antes, durante y después el proceso electoral. Pero, muy especialmente, lo sucedido el día previo a la jornada electoral; luego los corresponsales de algunos medios nacionales destacaron lo sucedido y más tarde, fue Mario Zamora quien hizo su evaluación de la calidad de la elección sinaloense para cerrar este capítulo la opinión informada de analistas, como es el caso de Ricardo Ravelo, quien publicó ayer una pieza esclarecedora para los lectores de SinEmbargo sobre el significado de los resultados en Sinaloa y otros estados, que a su juicio traerán un “nuevo reparto territorial” del país.
Segundo, las denuncias que se acumularon sin mayor respuesta de las autoridades judiciales terminaron por configurar la sospecha de una elección concertada entre los factores reales de poder.
Tercero, esta posibilidad refrendada por los resultados arrasadores de la alianza “Juntos Hacemos Historia”, hace posible otra explicación de los resultados que van desde la esperanza, el clientelismo, la marca electoral de Morena, la estructura de territorial que el Partido Sinaloense tiene montada sobre la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) y la capacidad indiscutible de coerción de los grupos criminales.
Cuarto, se ha dicho, incluso lo refrenda Ravelo, que en esta contienda no sólo estaba en juego qué partido y candidato alcanzaría la gubernatura, sino qué cártel sacaría los mejores dividendos territoriales y es que en gran parte del estado estuvo el Cártel de Sinaloa y en una franja del norte, el Cártel de los Beltrán Leyva.
De ajustarse esta explicación a los resultados en esta jornada estuvo en juego algo más que una serie de posiciones políticas y eso podría ser la marca no sólo de esta representación, sino de los siguientes gobiernos y del futuro del estado.
Cinco, Morena, no tiene una dirigencia estatal desde 2015, cuando en un arranque memorable López Obrador dio pie para que la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia expulsara de Morena a cuadros históricos de la izquierda sinaloense y una camada de jóvenes militantes, universitarios la mayoría, que no esperaron ser expulsados y entregaron sus renuncias al partido y eso dio pie a que en Morena lo asimilaran militantes sin oficio político.
Ahora bien, pese a estar acéfala de dirección política en 2018, Morena logró lo imposible que fue superar varias veces lo logrado en las elecciones locales de 2016, cuando obtuvo menos del cinco por ciento de apoyo electoral, logrando el triunfo en los siete distritos federales, los 24 distritos locales y las alcaldías más densamente pobladas del estado.
Seis, es, cuando, muchos, se preguntaron: ¿qué necesidad había de hacer una alianza con un partido moribundo y severamente cuestionado? Aquel que López Obrador y el propio Rubén Rocha en 2018 habían fustigado acremente y hasta ofrecieron en la plaza pública, que un triunfo de Morena significaría la desaparición del cacicazgo en esta institución pública de educación superior.
Que, ahora, por supuesto, no ocurrirá, cuando de tener un escaño en el Congreso del Estado tendrá ocho, cuando de tener una Alcaldía tendrá seis, y por supuesto, estará en las administraciones del estado y municipales haciendo “cogobierno”.
Cierto, Morena con el impulso que traía desde 2018, podía ganar holgadamente la elección, sin embargo, Rubén Rocha, según Ríodoce condicionó su candidatura a la alianza con el PAS incluso, ante la duda y molestia existente en una franja activa del sector morenista universitario señaló contundentemente con cierto aire antidemocrático: “Traición que voten por mí y en contra de candidatos del mismo movimiento”.
Siete, una cuestión es clara, notoria, evidente, hubo una operación selectiva del crimen organizado y muchos candidatos y operadores quedaron en el camino, y ya no volverán a ser los mismos, luego de esas horas de cautiverio y de maltratos, que pudieron haber terminado con sus vidas.
Entonces, si el crimen organizado intervino fue porque tenía incentivos para hacerlo, sea esperando beneficios en el siguiente Gobierno y/o neutralizando a sus enemigos de otros cárteles o, mejor, ampliando también sus territorios.
Rubén Rocha, en una entrevista que sostuvo durante la campaña con Carlos Loret de Mola, a pregunta expresa sobre la relación que tendría en un eventual triunfo habló de puentes de comunicación para pacificar el estado, lo que resulta inédito en la narrativa política del estado y no porque no haya habido una relación antes, sino porque éstos eran tema tabú propio de arreglos privados y leyes no escritas.
Ocho, sin embargo, este tipo de estrategias entre actores institucionales y no institucionales, nunca han traído buenos resultados, como lo estamos viendo con la “política de abrazos, no balazos”, porque simple y llanamente en lo que va del Gobierno obradorista tenemos más homicidios dolosos que todos los de la administración de Felipe Calderón, sin contar la triste historia de los miles de desaparecidos.
En definitiva, ya veremos cómo se integra el nuevo Gobierno sinaloense, qué intereses estarán representados en el estado y los municipios, especialmente los estratégicos, y si estos responderán al relato justiciero de la 4T o a los de los actores emergentes, y si las promesas de campaña se harán realidad, lo que de no suceder podría confirmar las peores sospechas del sistema de alianzas que están en la antesala del poder y podríamos, entonces, responder satisfactoriamente al porqué de la excepcionalidad de estas elecciones sinaloenses.
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