Las mujeres nahuas de Santa Ana Tzacuala eran reconocidas regionalmente debido a su extraordinaria labor textil, urdiendo en telar de cintura o bordando, con diversas técnicas, sobre lienzos industriales.
Por Iván Pérez Téllez
ENAH
Ciudad de México, 23 de mayo (SinEmbargo).- Algunos años atrás realicé trabajo de campo entre los nahuas del municipio de Acaxochitlán, Hidalgo. En esa ocasión me interesaba conocer algunos aspectos de la cosmología indígena vinculados a la actividad textil. Las mujeres nahuas de Santa Ana Tzacuala eran reconocidas regionalmente debido a su extraordinaria labor textil, urdiendo en telar de cintura o bordando, con diversas técnicas, sobre lienzos industriales. Además, ya que esta labor continuaba siendo un asunto de género, no había devenido en un saber especializado de tipo artesanal, como ocurre en muchas comunidades indígenas. Es decir, la mayoría de las mujeres nahuas sabían hilar, cardar y torcer hilos en malacate, aunque el teñir era un saber más bien reducido a un selecto grupo de ancianas.
Algunos hallazgos se revelaron por medio de esa aproximación cosmológica. De esta manera, pude encontrar que, por medio de los vocablos en lengua náhuatl, era posible conocer algunos de los significados de los motivos textiles, presentes en las fajas labradas o en las blusas bordadas. Sin embargo, esta aproximación “semiótica” pronto mostró limitaciones con respecto a la pregunta: ¿qué significa este bordado? Las mujeres nahuas se limitaban a responder que no sabían, que así lo habían copiado de algún dechado o aprendido de otra mujer de su familia.
Sin embargo, que en la mayoría de los textiles se reprodujera esa conífera conocida como ocote –a manera de un árbol cósmico o xochikowitl– y que la figura del maíz fuera tan recurrente hablaban de la importancia del medio ambiente y de la vida agrícola para este pueblo. La vida campesina era la fuente de la representación estética en los textiles nahuas. Así, ante la falta de exégesis nativas, mitos o narraciones, fue gracias a los nombres en náhuatl de los motivos textiles que pude aproximarme a cierta interpretación de su iconografía textil.
Los motivos textiles más bordados replicaban un esquema presente ya en las fajas elaboradas en telar de cintura, que se organizan a manera de paneles por medio de una serie de motivos pareados. Por ejemplo, se labra n dos pájaros que se miran de frente –o que liban de una flor–, dos perritos, dos jaguares o tekuanime, o incluso algunas mujeres mestizas conocidas como xinolas. Estas figuras están limitadas, tanto arriba como abajo, por una cenefa (tenkouhyo: su orilla del árbol) que enmarca todas las figuras o tejido (tlamachtli). Asimismo, todos los motivos principales se unen por una suerte de bejuco o rama (ikouhyo) que articula literalmente el enramado del textil, que los nahuas identifican con un gran árbol de ocote o pino. Esta estructura presente en las fajas, elaboradas en telar de cintura, se replica en los bordados de las blusas, tanto en el canesú como en las mangas, así que el xochikowitl aparece también en estos textiles.
Los textiles nahuas son elocuentes para las mujeres nahuas que bordan su propia vestimenta; ellas eligen los motivos, colores e hilos que quieren usar. ¿Qué de lo que compartían mis interlocutoras era evidente y yo no lo comprendía? Estaba empeñando en conocer la cosmología por medio de los textiles; deseaba encontrar mitos de origen asociados a esa labor de género, o aspectos de esta naturaleza. Pero nada de eso aparecía durante el trabajo de campo; no había, al aparecer, rituales propiciatorios ni divinidades tutelares dirigidas a regular la labor textil, como sí ocurre entre los nahuas vecinos de Atla, o Xolotla, en el municipio de Pahuatlán, Puebla donde las mujeres suben al cerro llamado Sowapiltepetl a dejar prendas miniaturizadas para facilitar el aprendizaje textil entre las niñas.
Lo que encontré fue una incesante labor de innovación y diseño, que hacía modificar el uso de hilo, colores y técnicas en la manufactura de las prendas, así como una intensa labor comercial. Nada de mitos, rituales ni demasiadas narrativas. Sin embargo, el propio uso y la práctica textil hablaban en qué términos era importante continuar tejiendo y vistiendo los textiles nahuas. Asimismo, las figuras que se representaban en los distintos soportes hablaban por sí mismas de la importancia de la vida agrícola, centradas en la producción del maíz. ¿Era necesario verbalizar eso que, para mis interlocutoras nahuas, era evidente al bordar y portar esa vestimenta?
En la cultura no indígena nacional, pocas veces se pregunta qué significa el logotipo o marca de algún producto industrial de vestir; en cambio, cuando reconocemos alguna prenda como indígena a menudo nos resulta enigmática, cuando no exótica, y es fácil pensar en que algún significado oculto debe de tener. ¿Debería haber un significado esotérico en todos los diseños textiles indígenas? En ocasiones lo hay. Y, quizás, como ocurre con otros aspectos de la vida indígena, pensar que en la vestimenta se plasma la cosmovisión de un pueblo termina por negar a los propios pueblos el goce de la innovación y de la moda, que hace que de la actividad textil indígena algo dinámico, novedoso y contemporáneo. Con todo, el uso de la vestimenta también es un asunto político, y que los nahuas plasmen en sus textiles su territorio y su modo de vida habla, de una manera no alfabética sino iconográfica, de las cosas que son importantes y trascendentes para un pueblo.
