Caballero Bonald, crítico, socarrón y poeta muere a los 94 años

09/05/2021 - 8:36 am

Con 90 años explicó en cómo seguía viviendo buena parte del año en la desembocadura del Guadalquivir, frente a Doñana, algo que le reconfortaba porque era como un tónico para fortalecerse frente a lo que ocurría por el mundo, con "todos esos desafueros a cargo de los fanáticos, los sumisos, los gregarios" que no le gustaban.

Por Carmen Naranjo

Madrid, 9 may (EFE).- Crítico y socarrón, el poeta, novelista y ensayista jerezano José Manuel Caballero Bonald, fallecido este domingo a los 94 años, era el penúltimo superviviente de la Generación de los 50, junto con Francisco Brines, ambos Premios Cervantes, un insumiso para el que la poesía era curativa.

Porque siempre defendió la potencia "consoladora" de la poesía frente a los trastornos y desánimos que pueda deparar la historia y así lo aseguró en varias ocasiones a lo largo de su vida, como cuando recibió el Premio Cervantes 2012.

Fue Caballero Bonald uno de los artífices de la gran renovación poética que llevó a cabo la Generación de los 50, aunque a él no le gustaba el encasillamiento porque decía que eran "muletillas que utilizan los historiadores para facilitar los manuales de literatura".

Aunque sí reconocía que a los integrantes de ese grupo les unía la lucha contra el franquismo y agregaba, socarrón hasta la médula, que estuvieron también unidos por "una tendencia similar al estimable consumo de bebidas alcohólicas".

Publicó su primer libro, Las adivinaciones, en 1952 y fue galardonado a lo largo de su carrera con la mayor parte de los grandes premios de las letras que hay en España, entre ellos tres veces el Premio de la Crítica.

Crítico con el poder, sostenía que "la duda, la incertidumbre son componentes ineludibles del pensamiento crítico. El que no tiene dudas es que está muerto".

Un pensamiento crítico del que hizo gala en todos los géneros que escribió: como novelista publicó títulos como Dos días de septiembre (Premio Biblioteca Breve, 1961), Agata, ojo de gato (Premio de la Crítica, 1975), Toda la noche oyeron pasar los pájaros (Premio Ateneo de Sevilla, 1981), "En la casa del padre" (Premio Plaza y Janés, 1988) y Campo de Agramante.

También libros de memorias, y como ensayista y articulista fue autor de títulos como Notas sobre el cante andaluz; Narrativa cubana de la revolución; Luces y sombras del flamenco; Luis Góngora: Poesía; Sevilla en tiempos de Cervantes; Copias al natural o Mar adentro.

Poeta "discontinuo e intermitente", como él mismo se definía, era en la poesía donde hacía principalmente su "defensa contra las ofensas de la vida" levantando la voz contra la injusticia.

Después del grito de insumisión e inconformismo que fue Manual de infractores, publicado ocho años después de Diario de Argónida, hizo gala de ese mismo espíritu en La noche no tiene paredes (2009), donde se sumergía en "el abismo de la memoria" y reivindicaba la necesidad de dudar porque "el que no tiene dudas, el que está seguro de todo, es lo más parecido que hay a un imbécil".

Y después vino lo que quizá fue su aventura más arriesgada, Entreguerras, publicado a principios de 2012, un largo poema autobiográfico, de casi tres mil versículos, sin rima ni metro prefijados y sin signos de puntuación, salvo exclamaciones e interrogaciones.

Para lo que fue uno de sus últimos libros, el ensayo Examen de ingenios, publicado en 2017, un centenar de retratos literarios de escritores y artistas que ha conocido a lo largo de su vida, Caballero Bonald reconoció haber utilizado mucha ironía, que a veces derivaba hacia la sátira, incluso a la mordacidad.

Su legado espera en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, cuyo contenido no se desvelará hasta el 11 de noviembre de 2051, en el 125 aniversario de su nacimiento.

"Me conmueve que dentro de 40 años alguien abra esta caja, rompa el sobre y recuerde que yo fui un escritor del siglo XX, que se asomó al XXI, que llegó al arrabal de la senectud y que escribió algo que mereció la pena ser custodiado", dijo entonces este caballero de las letras, eterno insumiso.

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