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Susan Crowley

05/03/2021 - 12:03 am

#NoquieroSerValienteQuieroSerLibre

A esas mujeres que han sido maltratadas, acosadas y abusadas, a esas que ya no pueden escuchar porque fueron asesinadas, a las que aún deben jugársela por un trabajo, en la calle o en una noche de fiesta, a quienes se sienten acusadas y juzgadas por sus congéneres, a esas mujeres se les debe rendir tributo este 8 de marzo y todos los días en espera de que las cosas cambien.

El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Imagen tomada de video.

En cuestión de minutos la vida de una mujer puede cambiar por completo. De la admiración al abuso. De la seducción a la violencia. En un parpadeo aparecen mensajes dobles, falsas señales, palabras no dichas, un consentimiento jamás otorgado. ¿Cómo se puede dar un salto así, tan descabellado e hiriente? Una violación es la humillación más grave que puede haber, pocas cosas más degradantes que sufrir abusos sobre nuestro cuerpo. Una tragedia que abre una enorme cantidad de preguntas sin respuesta.

“Tú lo provocaste”, “te gusta andar de zorra, hasta que no te dieron tu merecido”, “las mujeres que no se dan a respetar terminan así”, “no te hagas la víctima, bien que te gusta ser una calientahuevos y eso tiene consecuencias”. Golpes, moretones, el pómulo abierto con varias puntadas, perder dientes o la vida. “Todo eso es la consecuencia lógica, ocurre cuando una mujer provoca”. El mensaje queda claro: nunca excites a un hombre, una bestia interior vive en él, hay que tener cuidado cuando se despierta.

Una mujer ultrajada en su sexualidad es un trofeo para los machos y una justificación para sus semejantes erigidas en tribunal de la moral. Sin embargo, unas horas antes, ese ser destrozado vivía la vida como todas las demás. Libre, con el derecho de ejercer su sensualidad, de gozar su cuerpo sin tener que dar explicaciones a nadie; mucho menos a un ministerio público o a un perito que echará miradas de sospecha, o a las amigas que la considerarán la “cascos ligeros”, “te lo dije”. Y así se les llena la boca de orgullo gregario, de subordinación delante de la bestia. También se inclinan frente al sistema que permite la atrocidad: “A mí jamás me ocurrirá algo así”, “es tu culpa”.

Y pasado el horror, el horror se prolonga. Asumir en soledad lo que ha ocurrido. Un cuerpo abusado por un monstruo que se tomó todo el derecho sin derecho a reclamar. Si se es valiente, habrá que denunciar. Entonces se abrirá una nueva página de terror. La lista de humillaciones, exámenes, declaraciones, confrontaciones. Todo como corolario al dolor profundo de haber sido atacada.

Con coraje, delante del espejo, esa mujer mirará su cuerpo desnudo, lleno de golpes y machucones, aun sentirá las manos que aprietan sus carnes. Es un mapa del dolor y la desesperanza. La topografía de la impotencia delate del más fuerte. Esa mujer que ayer era libre, que vestía como se le daba la gana, que bebía, que bailaba y que coqueteaba con todo el derecho, hoy es una víctima más que aparece en las estadísticas. Ni siquiera consigue escribir su nombre entre las miles de víctimas. Incitó a la bestia y eso es imperdonable, se exhibió delante de él. A los cazadores les encantan las presas libres y valientes, si no, no hay reto.

Los golpes en el rostro se ven. Los navajazos en el alma están encubiertos por el silencio. Hay que negarlo todo incluso para sí misma como recurso para restituir la dignidad perdida. Está cabrón aceptar una violación. Callar y encubrir al culpable hasta convertirse en cómplice involuntaria.

Y si fueron varios violadores mucho peor. Se mueven en manada, igual que una jauría incontrolable para agredir y encubrirse. La vida ha cambiado para siempre. Sin remedio, seguir adelante. Agradecer que se está viva. Que no se convertirá en el material morboso de otra nota roja. Un cuerpo desmembrado.

Se ha dicho hasta el cansancio, pero no parece penetrar en la piel de las autoridades: en México cada 18 segundos una mujer es asesinada o violada. En 2019 han ocurrido 1812 feminicidios y homicidios dolosos contra mujeres y niñas. Hay que sumar 2586 casos de abuso sexual y 1895 de violación. El país está rebasado; las desastrosas cifras confirman una cultura ancestral en la que las mujeres son propiedad de los hombres. A pesar de tener todo el derecho de acusar, en todos los niveles sociales impera el desprecio de hombres y mujeres por igual. La voz de Olga Sánchez Cordero apenas se escucha en el silencio de tantas otras funcionarias omisas de la 4T. Las mujeres de Morena se pronuncian, pero no logran romper la muralla de la misoginia. Salgado Macedonio queda exhibido. Roemer está escondido, cerró su cuenta de Twitter, ¿dónde está Roemer? ¿Cuántos machos, bestias, están fuera, impunes? padres, padrastros, tíos, primos, hermanos, compañeros de trabajo, vecinos. “Te lo buscaste, eso te pasa por andar de piruja”.

El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Hace un año, en víspera del anuncio de la pandemia, miles de mujeres caminamos del Monumento de la Revolución al Zócalo; muchas más lo hicieron en otras ciudades. “El violador eres tú”, se escuchó junto con la vandalización de monumentos públicos y la rabia y enojo combinados con la fiesta y el afecto. El sentido de una marcha no es festejar, es reclamar que en el año de la pandemia las cosas se han puesto mucho peor para las mujeres y las niñas. Aún aisladas en sus casas están desprotegidas. A pesar de ello, hay que reconocer que el pensamiento feminista cada vez pesa más y se levanta con más bríos en contra de las prácticas patriarcales. Los pactos ancestrales empiezan a evidenciarse. Quienes ejercen el machismo, lo hacen como una defensa, se asumen subordinados a un jefe de la tribu que los incita, vigila y premia. Pero, de una u otra forma, ya han escuchado el grito de ira de las mujeres. Difícilmente viven al margen de los populares movimientos feministas.

Los hombres que aún se comportan como bestias, ya no pueden pretender ignorar su violencia. Sin embargo, aun pertenecen a esas tribus en las que la violación está permitida y recompensada. El triunfo del ímpetu irracional masculino tiene sus días contados. Esa marca de superioridad, no solo con las mujeres si no con otros hombres, está viviendo su ocaso. Tal vez por eso es más ofensiva y mucho más terminal. Se trata de un manual de sobrevivencia del más fuerte que cada vez tiene menos adeptos a su causa. Los mismos hombres han concientizado que la mujer es una igual y que debe ser respetada.

A esas mujeres que han sido maltratadas, acosadas y abusadas, a esas que ya no pueden escuchar porque fueron asesinadas, a las que aún deben jugársela por un trabajo, en la calle o en una noche de fiesta, a quienes se sienten acusadas y juzgadas por sus congéneres, a esas mujeres se les debe rendir tributo este 8 de marzo y todos los días en espera de que las cosas cambien.

#NoquieroSerValienteQuieroSerLibre. Un video en Facebook que lo dice todo.

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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