David Ordaz Bulos
14/02/2021 - 12:02 am
Desenterrar a Humboldt
«Mi primer viaje lo hice solo, con un indio.» Alexander von Humboldt Territorios sin ciencia
«Mi primer viaje lo hice solo, con un indio.»
Alexander von Humboldt
Territorios sin ciencia
Para Alexander Von Humboldt, América era un territorio sin ciencia que debía ser explorado, inventariado, calculado y catalogado. De alma liberal, Humboldt era un fervoroso creyente de la razón, el progreso y la igualdad; veía en el orden de la naturaleza el reino de la máxima libertad que debía ser proyectado al orden social: sin la intervención de gobiernos, estados o imperios.
Humboldt, hijo de la ilustración y el romanticismo, es para muchos el padre de la geografía y fue co-fundador de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Nació en Berlín en 1769, donde desarrolló una carrera en el Departamento de Minas y Fundiciones de Prusia, hasta que recibió una herencia con la que se compró los instrumentos de medición más sofisticados de su época. En ese momento pidió permiso a Carlos IV, para que lo dejara entrar a la Nueva España a estudiar sus minas, montañas, gente, plantas, las corrientes de agua y formas de la industria. Después de muchos ires y venires consiguió el permiso a cambio de armar una colección de piedras y plantas para los gabinetes naturales de Madrid. Su viaje por “los trópicos” duró cinco años, entre lo que hoy es: Venezuela, Cuba, Perú, Colombia, Ecuador, Estados Unidos y México, donde vivió once meses en 1803 y se dice que en la Ciudad de México recibió los favores amorosos de La Güera Rodríguez.
Las expediciones de Humboldt en América nunca fueron autónomas, ocurrieron gracias al andamiaje colonial de la época. Muestran el choque entre la mirada neoclásica, con sus aristocracias ilustradas temerosas de las insurrecciones idólatras de los pueblos abismalmente alejados de las luces, frente a la mirada barroca novohispana. Esa yuxtaposición alucinante de cultos, santos e imágenes que formó el abanico del mestizaje, que para el incansable viajero resultaban pintorescas al grado de caer en lo grotesco. De ese choque de miradas, de esas contradicciones profundamente grabadas en nuestras memorias, nacieron las máquinas de los estados nación latinoamericanas. Ver ese choque, quizás sirva para entender el germen perenne de corrupción y desigualdad que desvió los ideales de la modernidad liberal por estos rumbos.
La obra de Humboldt ––que tenía como principales lectores a la jerarquías imperiales, militares y eclesiales–– no es una cartografía humanista, sino un dispositivo de saber y poder que avanzó en los momentos donde el liberalismo se consolidaba como una gubernamentalidad basada en la veridicción del mercado, la limitación del cálculo de la utilidad gubernamental y Europa como centro del mundo con desarrollo económico ilimitado.
Los cornishmen
Un ejemplo de ello fue la Compañía de Caballeros Aventureros en la Minas de Pachuca, originarios de Cornwall al sur de Inglaterra, eran llamados los cornishmen, y para ellos “El orden, era la primera ley del cielo”. Llegaron a las minas de Real del Monte y Pachuca, esa ciudad postminera y burócrata acostumbrada a respirar todos los días el aire de metales pesados: silicio, cuarzo, magnesio, plomo y cobre, que sale de los llamados jales, esos desiertos artificiales que están por toda la ciudad, tienen más de cien años de antigüedad y son patrimonio histórico no deseado.
La crisis del cobre y el estaño en sus tierras los hizo zarpar, en 1824, del Puerto de Liverpool en un barco llamado The Pocket Corinthian hacia la nación mexicana recién salida del vientre borbónico colonial. Eran unos trescientos cincuenta mineros metodistas decididos a cruzar los océanos y bautizar los “nuevos” territorios con sus máquinas de la Primera Revolución Industrial, que servirían para sacar el agua de las minas y sustituir la obsoleta tecnología colonial que Humboldt criticó pues, no aseguraba el progreso material ni moral, era mal administrada, había monopolios de la pólvora y el azogue (mercurio) y las condiciones de trabajo dentro y fuera de las minas eran horribles.
Para los tiempos en que los cornishmen llegaron, Humboldt había estado en la región dos décadas atrás, recorrió minas como la Vizcaína y midió la altura del mitológico cerro de obsidianas de Las Navajas. Dijo que las montañas eran similares a las de Harz en Alemania y Schemnitz en Eslovaquia. Fue recibido en la casa del segundo Conde de Regla, Pedro Romero de Terreros Trebusto y Dávalos, mientras que sus acompañantes durmieron en el convento de San Francisco. En Pachuca, Humboldt también visitó las Cajas Reales, una fortaleza barroca que fue construida en 1666 y que ha estado cerrada y abandonada desde que tengo memoria; dicha edificación servía para guardar los lingotes de oro y plata antes de que fueran llevados a la Ciudad de México, antes de cruzar los océanos.
El Archivo Alexander von Humboldt
Una tarde soleada y calurosa del verano del 2019, caminaba por el centro de la Ciudad de México cerca de Uruguay número 80, la calle donde justamente Humboldt tuvo una de sus residencias en los meses que vivió en la Nueva España. Yo era un salmón a contracorriente en las banquetas vaporosas llenas de peatones apresurados que chocaban de frente. Iba hacia el Ex-Teresa Arte Actual, ese edificio inclinado por el hundimiento, con fachada barroca e interior neoclásico que alguna vez fue iglesia y ahora funciona como laboratorio de arte contemporáneo.
Esa tarde el artista ecuatoriano Fabiano Kueva, rodeado por un grupo de unas treinta personas que se habían dado cita, haría un recorrido por su Archivo Alexander Von Humboldt que tardó seis años en construir. El archivo consistía en vitrinas de madera acomodados como gabinetes de ciencia del siglo XIX que tras los cristales mostraban cartas, libros, piedras, plantas y más cosas recolectadas por el artista; a manera de apropiación de las técnicas que usaban los viajeros del siglo XVIII para categorizar el mundo entre tensiones coloniales y la mirada imperial europea de hegemonía cognitiva, universalidad, subalternidad y racismo.
También había videos que proyectaban los trayectos que Fabiano Kueva hizo para apropiarse del viaje de Humboldt. En ellos aparecía vestido como un hombre del siglo XVIII, con mallas, casaca, pantalones cortos y camisa; en los mismos lugares de América y Europa en los que el viajero alemán estuvo.
Desenterrar a Humboldt no es un ejercicio sencillo. Al hacerlo me encontré un cadáver convertido en un cuarzo que refleja una multiplicidad de flujos de significado con semillas históricas que determinan las realidades de hoy.
Charles Darwin el evolucionista devoto de la selección natural y las razas más fuertes, fue uno de los personajes inspirados por la obra de Humboldt, más no fue el único. La publicación de libros como el Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España y Sitio de las Cordilleras y Monumentos de los pueblos indígenas de América, tuvieron una repercusión tal, que se convirtieron en los mapas de ruta de los intereses expansionistas británicos y estadounidenses: una semilla de la que brota el continuum extractivista que llega a nuestros días y del que todos somos partícipes.
El encuentro con el archivo Humboldt de Fabiano Kueva fue una experiencia educativa que me hizo ir más allá de esa reacción anticolonial y colgar al personaje. Me quedo con el espíritu del viaje, las caminatas, las cartografías y la escritura. El salir a encontrarse con la naturaleza para contemplar y aprender a observar. Frenar el ruido en el intento de escucharse a uno mismo y para así quizás, poder escuchar a los demás.
David Ordaz Bulos
@David_Orb
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