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Jorge Alberto Gudiño Hernández

30/01/2021 - 12:05 am

La idea de Robin Hood

unque es justo decir que la historia que ha ocupado a buena parte de las finanzas norteamericanas de esta semana no parte de un robo.

"Basta con hacer un recorrido rápido en algunas de las plataformas de contenido bajo demanda para encontrar coincidencias con Robin Hood".
"Basta con hacer un recorrido rápido en algunas de las plataformas de contenido bajo demanda para encontrar coincidencias con Robin Hood". Foto: Patrick Sison, AP

Robin Hood es un personaje salido de la tradición oral inglesa durante el medievo. De forma muy sintética y facilista, era un ladrón que se dedicaba a robar a los ricos para dar a los pobres. En otras palabras, alguien que se encargaba de redistribuir la riqueza, una idea que ha dado vueltas, una y otra vez, en los planteamientos de los economistas contemporáneos, quienes buscan reducir la desigualdad.

Tal vez sea porque surge de este romanticismo igualitario que la imagen del justiciero inglés resulta tan atractiva que sus aventuras se han replicado, una y otra vez, en el cine y la televisión, trascendiendo, incluso, al propio personaje. Basta con hacer un recorrido rápido en algunas de las plataformas de contenido bajo demanda para encontrar coincidencias con Robin Hood. Hay quienes buscan reventar el sistema bursátil, otros que roban a bancos, unos más intentan imprimir billetes o desaparecer la deuda de millones de usuarios de la banca y otras aventuras del tipo. El factor común suele ser claro: hacerse de riqueza sin, en realidad, afectar a nadie más que a los ricos que, a la larga, volverán a hacerse de recursos. Otro de los elementos de estos relatos es que dichos robos están basados en una genialidad que resulta imposible de reproducir en la vida real.

Al menos hasta ahora. Aunque es justo decir que la historia que ha ocupado a buena parte de las finanzas norteamericanas de esta semana no parte de un robo. Al contrario, incluso parece una reivindicación. Para no hacer demasiada técnica a la narración, baste decir que un grupo de jóvenes (en verdad, muy jóvenes, de 16 a 22 años o un poco más), encontraron la manera de hacer tambalear a varios fondos de inversión. Éstos se aprovechan de algunas empresas que van a la baja (pensemos en Blackberry, en Nokia, en tiendas de juegos de video) para pedir prestado, vender, recomprar más barato, devolver y ganar en unos cuantos días un porcentaje importante de la operación. Es tan cuestionable este esquema que en Europa no está permitido pero en Estados Unidos les gusta la idea de que el mercado se regule solo… hasta que afecta los intereses de los más grandes.

El asunto es que estos jóvenes pusieron en jaque a buena parte del sistema financiero. Ganaron mucho, es cierto, pero no tanto como perdieron algunos de los más grandes fondos de inversión. Las ganancias eran notables en términos porcentuales pero, dadas sus características demográficas, los chicos no invirtieron tanto en lo personal. Las inversoras, en cambio, que perdieron en la misma proporción, sí tenían mucho dinero metido en las transacciones. Se habla de más de cinco billones de dólares (de los billones norteamericanos, es decir, cinco mil millones de dólares en español que, de cualquier modo, es un dineral).

Más allá de las noticias, de cómo intervendrá el Gobierno y Wall Street, lo interesante es pensar en estos justicieros. ¿Es válido que generen pérdidas multimillonarias a quienes no suelen tener muchos reparos éticos a la hora de hacer sus transacciones? Hay quienes lo celebran, argumentando que los grandes capitales nunca se han ocupado del bienestar social. Hay quien lo lamenta, haciendo ver que muchos de esos fondos manejaban parte de las pensiones de los ciudadanos que ahora serán afectados. Hay quien confronta puntos de vista, haciendo ver que el infalible sistema de manejo del dinero (esa cosa cada vez más abstracta) está lejos de ser perfecta y sólo beneficia a unos cuantos.

Sea cual fuere la postura de cada uno de nosotros, lo cierto es que hemos sido testigos de un movimiento bursátil propio de la ficción. También, que nos hemos enterado de éste como podríamos ignorar muchos más. Por último, que, a diferencia de las películas, series o libros, en la realidad hay consecuencias tangibles para bien o para mal. No soy ingenuo, sé que esto no modificará la forma en la que se maneja el dinero en el mundo pero, sin duda, es un llamado de atención: Robin Hood puede reaparecer en cualquier momento y ya ni siquiera podrá ser considerado un criminal.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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