Correa controló con la derecha, giró y tiró con la zurda. Gol. Sorprendió a todos. A Bono, al Sevilla, a sus compañeros... No a él, que se inventó el gol de la nada, que desafía la lógica con naturalidad y que también decide puntos.
Por Iñaki Dufour
Madrid, 12 enero (EFE).- No fue titular Joao Félix ni marcó Luis Suárez, sino Ángel Correa, el más decisivo de todos del duelo pendiente entre el Atlético de Madrid y el Sevilla, que otorgó al equipo rojiblanco el honor de ser "campeón" de invierno 25 años después y la confirmación de que ahora no hay más favorito que él a la Liga, rubricada por el 2-0 de Saúl Ñíguez en el tramo final.
Por su liderato y por su ventaja: cuatro puntos al Real Madrid, segundo; siete al Barcelona, tercero; o nueve al Villarreal, cuarto, con dos partidos menos disputados por el Atlético que todos ellos. Al Sevilla, su adversario de este martes, lo aleja a once, con el equipo madrileño con un duelo menos que él al borde del ecuador.
Ahí figura el Atlético como el mejor de todos, porque demuestra una pegada que no tenía en cursos cercanos, que quizá diferenció el triunfo del empate este martes contra el Sevilla, pero también por su ambición, por su regularidad, por su equilibrio y porque lucen en su recorrido 12 victorias en las últimas 13 jornadas del torneo.
El Sevilla es sexto. A su competitividad de siempre le faltaron ocasiones. Y, cuando tuvo alguna, pocas, dos en el primer tiempo sobre todo, no fue contundente. No perdía desde hace seis duelos. Hasta este martes, hasta el Wanda Metropolitano y por Correa, mientras asoma ya Moussa Dembélé, ya en España e inminente fichaje.
No partió del once Joao Félix, por el tremendo golpe en el pie de Cornellá. Lo hizo Correa. Ya no está entre los titulares habituales el argentino, pero en su cuota de espacio este martes, más estrecho este curso entre toda la competencia y el renovado 5-3-2 (hoy fue más un 5-4-1 con él por la derecha), describe cómo reclamar un protagonismo que siempre acaba teniendo cada campaña.
En el imprevisible fútbol del "10", trompicado a veces, desesperante por momentos, pero imparable otras y definitivo ya en unas cuantas ocasiones, Simeone divisa atrevimiento, agitación, desborde y ocasión, aparte de un sacrificio defensivo sea cual sea su posición. En cualquier instante cambia el encuentro; en cualquiera como este martes cuando todo se movía en la indefinición.
No iba el partido ni para uno lado ni para el otro. Nadie imponía su presión sobre la rival, con la transcendencia que tiene en los dos equipos. Ni nadie había atemorizado a los porteros salvo en un barullo más que otra cosa, en la fallida y cercana volea de Rakitic nada más comenzar el choque que atrapó con algún apuro Jan Oblak.
Y apareció Correa. No invitaba a casi nada el pase de Trippier, de vuelta a la acción mientras la Comisión de Apelación de la FIFA resuelve sí es proporcionada o no la sanción que le ha impuesto la Federación Inglesa. Salvo a Correa: controló con la derecha, giró y tiró con la zurda. Gol. Sorprendió a todos. A Bono, al Sevilla, a sus compañeros... No a él, que se inventó el gol de la nada, que desafía la lógica con naturalidad y que también decide puntos.
Es un gol que tiene mérito y mucha dificultad. No entra dentro de los cánones más estéticos, siempre se siente que está dentro de lo circunstancial, porque hubo varias piernas dentro de la visión de Bono, porque pasó por debajo de unas de ellas, porque tuvo mucho de sorpresa y porque el balón entró raso, sin demasiada potencia, pero inalcanzable, ajustado, perfecto. No es casual. Exige destreza.
Y, en el minuto 17, en un partido de este tipo, es un tesoro para uno, el Atlético, y un golpetazo para otro, el Sevilla, que no tuvo tanto tino en el remate de Acuña poco después, pero sí Bono en su intervención posterior al remate de Luis Suárez. Su parada salvó el 2-0. Era el minuto 25. Fue la última ocasión de la primera parte.
No le permitió al Sevilla nada mas el Atlético en ese periodo. El bloque andaluz lo empujó hacia su área por momentos, pero tanto le dio. No probó más a Oblak en todo el tránsito al descanso. Hasta ahí. Sí un minuto después de la reanudación, cuando En Nesyri calentó las manos del portero y avisó lo que se proponía su equipo.
Le faltó lo más importante: las oportunidades. Cierto que jugó mucho más en el campo contrario que viceversa, que dirigió a su oponente hacia los alrededores de su propio área, que manejó la posesión, que lo intentó insistente hasta el final y que estrelló un remate en el poste, ya con todo resuelto.
Tan cierto como que sus ocasiones fueron contadas. O como la pegada que tiene el Atlético -Saúl anotó el 2-0 en el minuto 76, a pase de Marcos Llorente-. O como que hoy nadie es más favorito que él al éxito en la Liga.