La estrategia más efectiva para el control de la tosferina grave y de la mortalidad por la misma en los lactantes pequeños es la vacunación durante el embarazo, debido a la transferencia de anticuerpos al recién nacido en el periodo más vulnerable.
Madrid, 4 de enero (Europa Press).- La tosferina es una infección respiratoria aguda altamente contagiosa, causada por la bacteria Bordetella pertussis. Está ampliamente distribuida en la población en todos los grupos de edad, pero si afecta a los lactantes pequeños, la enfermedad puede ser más grave y hay más riesgo de mortalidad.
Así lo explica Marta Llorente Romano, miembro de la Sociedad Española Infectología Pediátrica (SEIP), y especialista del servicio de Pediatría del Hospital del Sureste de Madrid en una entrevista con Europa Press, quien recuerda también que la transmisión habitual sucede por contacto con pequeñas gotas de secreciones de vías respiratorias diseminadas durante los accesos de tos.
En el año 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) notificó 151 mil 074 casos de tosferina en el mundo y estimó que se produjeron 89 mil muertes. Sin embargo, una publicación reciente estima que en el 2014 se produjeron 24.1 millones de casos de tosferina y 160 mil 700 muertes de niños menores de cinco años en el mundo entero. "Es una de las principales causas de mortalidad por enfermedad inmunoprevenible", subraya por su parte la también pediatra del Hospital del Sureste de Madrid, y miembro de la SEIP, María Belén Hernández Rupérez.
En nuestro medio, a pesar de la elevada cobertura vacunal en población pediátrica que alcanza el 97 por ciento, ambas doctoras reseñan que la tosferina continúa siendo una enfermedad endémica, con ciclos cada 3-5 años, y con una acumulación de casos en los meses de invierno y primavera.
"Desde 2010 se ha documentado un aumento de la incidencia de tosferina en todos los grupos de edad, pasando de una incidencia inferior a dos casos por 100 mil habitantes año entre los años 1998-2009, hasta una tasa de 17.99 casos por 100 mil habitantes año en 2015, siendo los menores de un año los que presentan las tasas más altas 474.20 casos por 100 mil habitantes año", precisa por su parte la doctora Llorente Romano.
Desde 2015, y gracias a nuevos programas de vacunación, sostiene también que la incidencia ha disminuido progresivamente, siendo en 2019 de 6.02 casos por 100 mil habitantes.
Pero, ¿por qué ha aumentado la incidencia de la tosferina? Según indica la pediatra, por la corta duración de la inmunidad natural (4-20 años) y vacunal (4-7 años); así como por el uso de vacunas acelulares menos inmunógenas y de menor duración protectora que las antiguas de células enteras; por las variaciones en las proteínas de Bordetella pertussis; así como por una mayor sospecha diagnóstica y mayor accesibilidad de la PCR, como técnica diagnóstica.
CÓMO SE VACUNA
La doctora Hernández Rupérez recuerda aquí que la primera dosis de la vacuna frente a la tosferina, incluida en los calendarios vacunales, se administra a los dos meses del bebé, por lo que la inmunidad efectiva frente a la enfermedad no comienza hasta transcurridas unas semanas tras esta primera dosis.
Dice además que se ha observado que la mayor parte de las mujeres embarazadas no tienen suficientes anticuerpos protectores frente a la tosferina para transmitírselos a sus hijos durante el embarazo, o a través de la lactancia materna, por lo que no les confieren una protección suficiente frente a la infección durante esos primeros meses de vida.
Por ello, y de acuerdo con numerosos estudios científicos, la pediatra del Hospital del Sureste de Madrid justifica que la estrategia más efectiva para el control de la tosferina grave y de la mortalidad por la misma en los lactantes pequeños es la vacunación durante el embarazo, debido a la transferencia de anticuerpos al recién nacido en el periodo más vulnerable.
"Por todo esto, en numerosos países (España desde junio de 2015) se han puesto en marcha programas de vacunación frente a la tosferina en mujeres embarazadas, entre las semanas 27 y 36 del embarazo, independientemente del estado previo de vacunación y en cada una de las gestaciones, constatando la seguridad de la vacuna así como la efectividad frente a tosferina en el lactante, que es de un 90 por ciento", agrega Marta Llorente Romano.
Otra vacuna recomendada en el embarazo, que no supone riesgo para la embarazada ni para el feto, es la vacuna de la gripe. Eso sí, ambas pediatras llaman la atención sobre el hecho de que existen otras vacunas que previenen de enfermedades potencialmente peligrosas para el embrión o feto (triple vírica, varicela) que están contraindicadas en el embarazo, por estar elaboradas con microorganismos vivos, que pueden ser transmitidas al bebé que todavía no ha nacido, y producir un aborto espontáneo, un nacimiento prematuro, o defectos de nacimiento.
"Por ello es muy recomendable en toda mujer que planee un embarazo, actualizar su calendario vacunal asesorada por un médico antes de quedarse embarazada", remarcan las expertas de la SEIP.
Según indican, las vacunas contra la tosferina son eficaces (85 por ciento frente a tosferina grave y 71-78 por ciento en formas leves) pero no son perfectas, pues inducen una inmunidad temporal y no producen protección local en las mucosas. "Normalmente ofrecen un buen nivel de protección en los dos primeros años después de vacunarse, pero esa protección va disminuyendo con el tiempo; sin embargo, en las personas vacunadas la enfermedad suele ser mucho menos grave", añaden.
LAS DEFENSAS QUE TRANSMITE LA MADRE AL FETO
Por otro lado, el presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), el doctor Marcos López Hoyos, recuerda el papel de la lactancia materna y la inmunidad del bebe, señalando que la lactancia materna es "esencial" porque es una fuente fundamental de factores solubles de inmunidad natural y también de otros de la respuesta inmunitaria adaptativa más especializada como son los anticuerpos.
"El sistema inmunitario del recién nacido es totalmente inmaduro. Durante su desarrollo fetal ha estado en una ambiente estéril, sin exposición a microorganismos, y donde lo único que ha tenido que hacer su sistema inmunitario es no reaccionar frente a los antígenos o moléculas de la madre", describe el experto.
Así, advierte que los componentes de la respuesta inmunitaria innata o natural y de la adaptativa se han formado, pero no están entrenados. "Desde el momento del parto, se exponen a infinidad de agentes externos y aprenden a reaccionar frente a ellos. Esto, junto con las vacunas desde los primeros meses de nacimiento, hace que el sistema inmunitario vaya madurando durante la infancia", remarca.
Ahora bien, subraya que las madres también transmiten al feto parte de las defensas con las que no cuenta al principio a través de la circulación que han compartido por el cordón umbilical.
Así, por ejemplo, indica que anticuerpos, como la IgG, el bebé tarda en producirlos por sí mismo, y los primeros meses de vida se suele defender con los que le ha pasado su madre durante el embarazo. "Eso no quiere decir que la madre se vacune para pasar más defensas. Las madres se vacunan en casos donde se compruebe que no han pasado ciertas enfermedades infecciosas que comportan riesgos de desarrollo del feto", sentencia.