Conforme pasan los años, al cuarto de dormir se le ha añadido un carácter íntimo y de privacidad, en el que nadie debe de saber qué pasa o qué se alberga ahí. Prueba de ello, son las fotografías que podemos disfrutar en Recámaras con vista, donde los objetos personales infieren gustos, ideologías o creencias sin ser mera ornamentación.
Por Adonai Uresti
Ciudad de México, 3 de enero (SinEmbargo).- Recámaras con vista, libro de Eric Scibor-Rylski y José Luis Trueba Lara, indaga en lo más íntimo que un ciudadano común posee, su habitación. Lo hacen por medio de fotografías en donde se enfocan tres de las cuatro paredes que conforman el espacio y a su habitante. ¿Qué más tenemos que ver de una casa para conocerla a fondo?
En los siglos anteriores los espacios de una casa —incluyendo las habitaciones—, se trataban de áreas comunes en las que incluso se hacía más de una actividad dependiendo la hora del día. Es cierto que conforme pasan los años, al cuarto de dormir se le ha añadido un carácter íntimo y de privacidad, en el que nadie debe de saber qué pasa o qué se alberga ahí. No solamente en lo simbólico, sino que arquitectónicamente la recámara el espacio más alejado del resto de las áreas.
Prueba de ello, son las fotografías que podemos disfrutar en Recámaras con vista, donde los objetos personales infieren gustos, ideologías o creencias sin ser mera ornamentación. Persona y habitación se vuelven una sola. Del mismo modo, cohabitan espacios de diversas características que, por el tamaño del espacio, los materiales o el diseño en general, permiten conocer realidades de cada una de las personas, parejas o familias que duermen en cada lugar.
Hay dos aspectos peculiares en las fotografías de Scibor-Rylski que estoy seguro vuelven más poderosas las imágenes en su contexto. No se trata nada más de una fotografía panorámica en la que se plasma una habitación arquetípica, o en donde sus dueños se paran frente al lente mostrando su intimidad. Los personajes son actores en escena, se lleva a cabo un performance en el que se muestran posando en el espacio donde algunos solamente duermen, pero otros lo usan como espacio de trabajo, o para quienes su recámara representa el cien por ciento de su vivienda. Estas poses, se conjugan con el segundo aspecto a destacar: la ocupación de los habitantes.
Este aspecto podría pasar desapercibido si se observaran las fotografías por separado, ya que sí, en efecto, dista una de la otra y de la siguiente, eso está claro. Sin embargo, tener en cuenta el nombre y la ocupación de cada persona les suma valor y los vuelve parte del trabajo gráfico, ya que no son espacios vacíos, sino ocupados. La habitación de una ama de casa de Morelos, o la de una poeta en Ciudad de México, no es igual a la de un ingeniero o la de una urbanista. Ni en espacio, ni en colores, ni en orden, ni en materiales.
Estas particularidades permiten conocer un poco más de la persona que tenemos enfrente. Nos deja verlos en su espacio más personal y privado, ahí donde sólo pocos entran, donde se guarda lo que no puede mostrarse al mundo. Una habitación representa el lugar en donde podemos ser la persona que realmente somos o queremos ser. En donde la desnudez pierde pudor, en donde sucede lo íntimo. Donde la individualidad no se ve cuarteada y nos es permitido ser, antes que parecer. Recámaras con vista es un recordatorio de que el espacio que habitamos va más allá del cuerpo propio, un lugar que también requiere cuidados a detalle, mantenimiento, espacio y orden. En la mirada de cada una de las personas que permitieron ver corrompida su habitación, y ser retratada, se encuentra la duda que nunca antes se habían planteado, pero también la calma que llega cuando un ajeno entra a tu casa y se siente en confianza con lo que ve. Solo que esta vez no ven los adornos colgados de la pared, sino un cuerpo desnudo erguido.
