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Susan Crowley

04/12/2020 - 12:03 am

Les Otrx

El laureado panteón de los dioses del arte estaba poblado por el sexo masculino y quien no lo fuera jamás podría penetrarlo.

Hoy la lucha de colectivos y les otrxs diversidades han cautivado al mercado y sus especialistas. Foto: Especial.

Durante siglos el artista en occidente se definió como una personalidad con ciertas características: rostro masculino, raza blanca, heterosexual; podía distinguirse por su vasta dosis de locura, misoginia, prepotencia, neurosis de todo tipo, siempre y cuando fuera hombre. Miles de historias nos hablan de genios, los fascinantes momentos del arte describen biografías de artistas que sufrieron y sacrificaron su vida en aras de algo más elevado, de un bien superior a la comprensión humana, el gran Arte era lo más cercano a la perfección y pertenecía a los hombres. El laureado panteón de los dioses del arte estaba poblado por el sexo masculino y quien no lo fuera jamás podría penetrarlo.

Los museos plagaron sus salas de obras realizadas por genios. Las hazañas del cambio prácticamente no registraron la diversidad del pensamiento. Las galerías surgieron para apoyar a los creadores a conquistar el mercado; los otros genios, críticos e historiadores, hombres obviamente, acumulaban capítulos de una historia del arte insuficiente y cuya pobreza consistía en la eterna exclusión.

Mientras tanto a su alrededor, oculta y sin voz, la enorme diversidad, los otros –les otrxs en el lenguaje incluyente de hoy–, conformaron un universo propio, el de los aislados, el resto del mundo de los resignados a no ser escuchados. Negados y, peor aún, reprimidos y anulados como alternativa, poco a poco hicieron sentir su voz, que invariablemente era una queja. Con el mismo ímpetu que los creadores elegidos y a pesar de sufrir censura, persecuciones, vetos, se hicieron presentes, resistieron.

Esa resistencia pagó caro su atrevimiento. Por mucho tiempo se han considerado minorías a pesar de ser una tremenda mayoría conformada por la multiplicidad. Pero a pesar de que el género masculino saturó los museos y controló el conocimiento, la diferencia, poco a poco pero firme, adquirió un rostro. En muchos casos fue una mueca de rabia dispuesta a cobrarse las deudas del pasado. El resentimiento y la frustración también son un lenguaje en el arte. Expresar el dolor y la angustia se tradujo en imágenes contundentes, poderosas. Surgió la ironía y el sarcasmo, la mente sagaz de quien ha sido capaz de ironizar y marcar la diferencia.

Es verdad que esos grupos rezagados han luchado por su causa marginalmente; mientras la fuerza masculina es una sola. El estudio del arte, la crítica y la conciencia social han escuchado a algunos que han ganado terreno en los espacios expositivos. Paulatinamente las exhibiciones empezaron a llenarse de la intensidad artística de las minorías. Los primeros en imponerse como grupo fueron los artistas afroamericanos. Potentes en su lenguaje, con una estructura sólida, llena de ideas, de color, de una alegría y ritmo que transforman el lenguaje. Venían precedidos de su cultura, la del jazz y la poderosa expresión de los cuerpos que sabían moverse con sensualidad y elegancia. Penetraron e inundaron el mercado; sus precios y fama lograron escalar de forma increíble; hoy los nombres como Jacob Lawrence, Kerry James Marshall, Kehinde Wiley, Mark Bradford, Thaester Gates, se encuentran entre los más destacados en el mercado.

Las mujeres conforman otra minoría que ha atraído la atención del mainstream internacional. Sus vidas han empezado a ser estudiadas, muchas de ellas trágicas, otras simplemente obligadas a vivir y morir en el anonimato, la mayoría resignadas a permanecer detrás de un hombre. Ocultas, además de cumplir con los roles atávicos impuestos fueron capaces de crear mundos paralelos inigualables. El poder creativo, la fuerza que se conjuga con la delicadeza y la comprensión de un entorno observado desde “ese” otro sitio que es lo femenino, la cualidad y la poderosa e indestructible fragilidad finalmente son tomadas en cuenta. Los museos han desplazado momentáneamente a los hombres, ofrecen una disculpa a las mujeres, las incluyen y las elevan al panteón de sus dioses. Quien no menciona a una o varias mujeres como parte de su discurso, las ha incluido en sus colecciones o se preocupa por tenerlas en sus filas como figura principal, hoy será considerado políticamente incorrecto. Las mujeres ocupan un sitio privilegiado al lado de los grandes. Además de nombres que ya son instituciones como Mitchell, Ono, Sherman Kuzama, Abramovic, Leibovitz, y una lista enorme de etcéteras, las últimas exposiciones exitosas mencionan nombres como, Jenny Saville, Tania Auerbach, Sarah Lucas, Tracey Emin; y recientemente descubiertas Hilma af Klint, Etel Adnan Artemisia Gentileschi y las exitosas Marlene Dumas, Miriam Cohen, Otobong Nkanga, Cao Fei, Kara Walker, Julie Mehretu. Si mencionamos a las mexicanas,  destacan Magali Lara, Perla Krauze, Pia Camil, Minerva Cuevas, Betsabeé Romero, Tania Candiani. Hoy las artistas mexicanas han logrado establecer una imagen consistente y atractiva para los coleccionistas.

Una de las definiciones del ser humano es la irreductible rebeldía ante la adversidad. Contra cualquier opresión, su dignidad emprende una lucha incluso a riesgo de la propia vida. Muchos rebeldes han dejado su impronta cambiando al mundo. El rechazo a la diferencia ha sido fundamento de los enormes cataclismos del arte. Paradójicamente la insubordinación de unos cuantos, destinados a no ser escuchados, es el hilo conductor que teje las nuevas propuestas. Los movimientos artísticos suelen constituirse por inconformes. El arte es un acto de insubordinación en contra de la naturaleza, según Platón en contra de Dios. Por eso las revueltas artísticas se asemejan a las luchas políticas, de género, de raza y de minorías.

Hoy la lucha de colectivos y les otrxs diversidades han cautivado al mercado y sus especialistas, se han instalado en una lucha de grupo que está dispuesta a enfrentar cualquier tipo de rechazo, juicio o censura. Las exposiciones, mesas, foros y conversatorios organizados por instituciones están abriendo las puertas a colectivos como Asma, Sangree, Tezontle y espacios independientes como bikiniwax y Salón Silicon. Esta significativa convocatoria la encabezan galerías exitosas como Kurimanzutto con su proyecto Siembra o el Museo Tamayo con la exposición Otrxs Mundxs que merece la pena visitar para involucrarse en estos nuevos lenguajes que van ganando terreno.

Sin la pulsión de los renegados, el arte no hubiera podido generar más que ciertas alternativas, una mirada unívoca y centrada en los intereses de una sociedad neoliberal que tendía a crecer desmedidamente hasta convertirse en masa devoradora. Incluso capaz de devorarse a sí misma. El siglo XX se ha caracterizado por la vertiginosa ampliación de los lenguajes en el arte. Es difícil contar los movimientos y cambios que han ocurrido con diferencia de días. Los grupos minoritarios deben dejar de serlo para convertirse en parte integral de la esfera artística internacional. Hoy, la amplitud del horizonte artístico obliga a repensarlo, a entender la urdimbre compleja en la que se ha convertido. Nos exige a pensar de manera incluyente, abierta, sin distinciones, y volvernos parte de esos otros otrxs en los que nos resistíamos a pensar. Esa es la única y posible otredad.

@suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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