Susan Crowley
27/11/2020 - 12:03 am
Ferrante, la tragedia de ser niña
Elena Ferrante, seudónimo de la exitosa autora italiana de la zaga Dos Amigas, quien quiera que ella o él sea, vuelve a atraparnos en sus intrincados laberintos emocionales con su último libro La vida mentirosa de los adultos, el diario de Giovanna, una niña cuya tragedia es dejar de serlo.
Crecer y abandonar a la niña que fuimos, ¿la vida adulta de una mujer es la condena al único paraíso posible? Tal vez nuestra niñez, entre hadas, princesas y príncipes de cuentos antiguos sea el último resguardo de nuestra inminente pérdida de la inocencia. Después de todo la existencia es un camino que nos conduce irremediablemente a la desilusión. Volverse adulta es asumir el quebranto de las fantasías; el desamparo de nuestra niña interior es la deuda que contraemos al convertirnos en una mujer. El aparente esplendor de una vida plena es por fuerza el inicio de nuestra decadencia. La niña que fuimos muere cuando asumimos nuestra aparente plenitud. Víctimas de depredadores sueltos que lo mismo intentan sentarnos en nuestro trono de reinas que sobajarnos y rompernos para nombrarse conquistadores; en una enorme cantidad de casos, nuestra vida adulta se llena de mentiras, de conveniencias, de resignación. Elena Ferrante, seudónimo de la exitosa autora italiana de la zaga Dos Amigas, quien quiera que ella o él sea, vuelve a atraparnos en sus intrincados laberintos emocionales con su último libro La vida mentirosa de los adultos, el diario de Giovanna, una niña cuya tragedia es dejar de serlo.
En un momento en el que las mujeres salen a gritar a las calles en contra de la violencia de género y claman justicia por los aterradores feminicidios que no dejan de ocurrir, la importancia de la literatura es que nos introduce al universo en el que la crueldad silenciosa, la que no deja huellas aparentes, la que no se puede acusar delante de un juez, esa que sufrimos por el simple hecho de ser mujeres ocurre todos los días. Compañera muda de nuestro camino por el mundo, Giovanna es un trozo de nosotras, un espejo en el que se refleja el infinito peligro de ser mujer. Unas más, unas menos, todas hemos sido víctimas del flagelo.
En la novela, como en la vida de cualquiera de nosotras, todo empieza en un hogar aparentemente feliz con las comodidades que alcanzó la clase media de los años noventa. En este caso en un barrio burgués en Nápoles, ciudad de contrastes donde podemos encontrar también la más cruda realidad de retraso y misoginia. Detrás de la puerta, Giovanna que idolatra a su padre, lo escucha hablar de la tía Vittoria. Con dolor, el hombre expresa que su hija se parece cada vez más a ese ser siniestro del que nunca se habla en la casa. Destapar un secreto es la mejor forma de iniciar una trama, la pequeña se obsesiona con esa especie de bruja, hada maligna y con ello su vida cambiará por completo al mismo tiempo que empieza a cuestionar su mundo ideal. Conocer a Vittoria establecerá un camino paralelo al encuentro de Giovanna con la adultez.
Ferrante nos brinda una novela implosiva, asfixiante, llena de recovecos y medias palabras. Duele de principio a fin por su relato amargo, desencantado. Por momentos nos sumerge en la imposibilidad de una vida plena; describe implacable el naufragio al quedarnos a la deriva de sentimientos soterrados con los que nos acostumbramos a vivir. El mundo de los adultos no es más que una inútil colección de secretos inconfesables, mentiras que tejen nuestra existencia en silencios que callan impotentes. Crecer es entrar al mundo de las perturbadoras relaciones clandestinas imitadas en la adolescencia sin reparar en sus consecuencias. Rodeada de mujeres sometidas, Giovanna descubre en Vittoria una aparente libertad que en realidad es su condena.
Los adolescentes que rodean a la pequeña Giovanna son una concreción anticipada del desencanto; se notan desesperados por adelantar sus vidas, por volverse adultos, ser dueños de sus mentiras, de sus secretos, de su falsedad. Las niñas se dejan llevar por un destino cruel que las etiqueta como dulces y púdicas o las arroja como víctimas sacrificiales dispuestas a flagelar sus cuerpos entregándolos al mejor postor. Jóvenes con rostros viejos han perdido la capacidad de asombro, son diletantes del desasosiego resignados al fracaso.
Nápoles es de nuevo la ciudad elegida por Ferrante. No puede ser otra porque en cada calle, fachada, vecindad o barrio, la ciudad expira belleza decadente, melancolía, deseos rotos, un tiempo que a su paso destruye los sueños de sus habitantes. Cubierta de polvo y de olvido es la metáfora del encierro, la prisión que atrapa lo mismo que la casa que arraiga a sus maltrechos espíritus, que acoge las dudas, los sueños perdidos, la nostalgia no vivida, la frustración y el resentimiento. Marionetas que deambulan por las calles napolitanas, las mujeres de esta historia se entregan a un destino desdichado sin oponer resistencia.
Página tras página, los personajes parecen representar cualquier escena de una obra del ruso Anton Chejov. Los deseos se reprimen en las esquinas de mamposterías rotas, se viven de forma clandestina en los pasillos, el dolor se oculta en los retratos que cubren las paredes de los viejos apartamentos, la felicidad se ahoga en los tranvías que cruzan las avenidas. El tedio vital parece el leitmotiv de los indiferentes personajes. Con Giovanna, revisitamos a la asfixiante Nápoles de Ferrante. Aquella ciudad de la rancia aristocracia, el lugar de los palacios y del lujo de antaño que hoy luce en un impase que la convierte en ruina majestuosa.
La atmósfera de este relato podría evocar el blanco y negro de Visconti en Rocco y sus hermanos, el neorrealismo de De Sica en Ladrón de bicicletas, las débiles ráfagas de felicidad de Fellini en La Strada. Hay en la literatura de Ferrante un amargo aroma al buen cine italiano. Pero también está Alberto Moravia y sus novelas, el desencanto de una joven que vive el proceso de convertirse en una prostituta en La Romana, están los sueños frustrados de Los Indiferentes que se empeñan en someter a su desaliento a sus herederos.
Como en la vida misma, en esta novela el odio sostiene a los personajes, las mujeres odian a las mujeres y odian a los hombres, odian a sus hijos y odian a sus hijas. Debemos reconocer que muchas mujeres son cómplices en la destrucción de otra mujer, la novela no es la excepción. La vida mentirosa de los adultos es un ensayo y error de la experiencia humana, especialmente la de una mujer que es cada una de todas las otras que, sin salida, desertan al gozo, a la libertad.
En un día en el que podemos examinar el sitio al que tiene derecho una mujer, ahora que hemos podido desentrañar las razones por las que un feminicidio es un acto que no tiene que ver con los homicidios, que es mucho más grave y terrible porque es la forma en la que un hombre domina y anula a la mujer a quien considera su propiedad, la lectura de La vida mentirosa de los adultos nos brinda la ocasión de sentir la crudeza de este horror indescriptible que nos ha dado por llamar fenómeno, que analizamos como si fuera una mera estadística, que discutimos como un asunto de política cuando se trata de la fragilidad y la violencia silenciosa que sufrimos todas las mujeres en nuestro real cotidiano. Giovanna es un poco todas nosotras, la tragedia de ser niña.
@suscrowley
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