Lo poético sucede en tanto lo místico de su cosmovisión, en tanto hay mundos-otros y existen cosas que no podemos, ni queremos explicar. Un chamán logra crear un ruido dentro del silencio, una curandera consigue sacar malos aires a través de sobadas, otro chamán entiende que las piedras bajo el agua son casas para los espíritus.
Como lectores, tomamos el libro como un objeto que bien puede representar distintas partes del universo al abrirse ante los ojos. Para los chamanes, como dice Laura Romero en “La obscuridad, el silencio y la ausencia en Tlacotepec”, aprender y acercarse a las dimensiones del cosmos, es algo que se adquiere a través del sueño: es ahí donde las cosas y los enlaces se revelan.
Ciudad de México, 13 de septiembre (SinEmbargo).- Cuando nos acercamos a la poesía algo se devela, algo tiene la posibilidad de darnos su otro nombre. Recurrimos al asombro. Podemos decir que las cosas obtienen el don del lenguaje y tratamos de escuchar. De darle un alma a aquellos objetos que gravitan en nuestro entorno. En el caso de los chamanes, que es el tema que nos ocurre ahora, no es muy distinto. Lo poético sucede en tanto lo místico de su cosmovisión, en tanto hay mundos-otros y existen cosas que no podemos, ni queremos explicar. Un chamán logra crear un ruido dentro del silencio, una curandera consigue sacar malos aires a través de sobadas, otro chamán entiende que las piedras bajo el agua son casas para los espíritus. Si las almas se ocultan o el cuerpo está enfermo, los chamanes, curanderas y adivinos logran reparar el daño con sus diversos rituales. Esto y más es lo que ofrece Chamanismo. Obscuridad, silencio, ausencia, de la editorial Artes de México.
Como lectores, tomamos el libro como un objeto que bien puede representar distintas partes del universo al abrirse ante los ojos. Para los chamanes, como dice Laura Romero en “La obscuridad, el silencio y la ausencia en Tlacotepec”, aprender y acercarse a las dimensiones del cosmos, es algo que se adquiere a través del sueño: es ahí donde las cosas y los enlaces se revelan. No es una cuestión de ver, sino de entender las formas únicas y genuinas que existen, como la relación y mimetización con la naturaleza. En Tlacotepec, los chamanes, llamados ixtlamatkeh, tienen como principal labor emprender búsquedas para encontrar el alma extraviada de las personas. Para ello recurren a las plantas sagradas, las cuales, más que instrumentos, son compañeras en este ritual. Existe la planta tototl que significa “ave” en nahua, por ello es una planta que realiza viajes volando. Otra, llamada tekwani, hace su recorrido por debajo de la tierra, es una planta-felina que puede moverse en la parte más oculta del cosmos.
Una de las razones por las cuales se pierde el alma, es por la ausencia del ser con su comunidad, puesto que olvida que existe y por lo tanto surge la locura, la locura del ser solitario que olvida su raíz. Los ixtlamatkeh, a través del lenguaje y la compañía de las plantas, logran llamar el alma, hacerla regresar a su sitio: “¡Que venga su alma, que venga su color rojo! ¡Recuerda, mi alma! ¡Mira! El lenguaje es esencial dentro del chamanismo, como dice Pedro Pitarch en “El mal del ruido”: las palabras, para los tzeltales, actúan como un muro protector contra el lenguaje-otro. El otro lado, opuesto al que conocemos, dicen que está hecho de puro ruido estridente, pues vive en una fiesta infinita y hasta lo asemejan a una cantina. De inmediato podemos pensar que no suena algo negativo. Sin embargo, dentro de la visión de los tzeltales, el ruido es lo que trae la enfermedad y por ello curan a través del silencio que se vuelve un canto chamánico. Al conjunto de cantos le llaman ch´ab , y al ritual como tal: Biktal ch'ab, que implica empequeñecer o apagar por medio del silencio. La enfermedad, que viene lenta, que llega con un chiflido, se interna en las articulaciones del cuerpo, por ello los chamanes tzeltales se encargan de distinguir en las rutas sanguíneas el rastro de esta música proveniente del mundo-otro. La enfermedad es la que canta.
“En este caso la enfermedad afirma extenderse por el torrente sanguíneo en forma de son, es decir música europea que nada tiene que ver con la música indígena de viento y percusión”. ¿Es este ruido, que trae enfermedad y que llega como peonza de Castilla, el que quiere eliminar la lengua indígena? La enfermedad, podríamos decir, se presenta como una reacción ante el intento de conquista.
Así girando vine
Como peonza de Castilla,
Como peonza de Castilla.
Así es mi vuelta,
Así es mi giro.
Así he venido ahora,
Así he llegado a la vena,
Así he llegado hasta la carne.
Algunas de las palabras de defensa, que aparecen dentro del silencio y que es su canción-ritual, se repiten como una compulsión: “que esté contento su corazón”. La repetición de éste y otros versos puede durar días para que el otro lado no tenga posibilidad de desenvolverse. “La febril entrega –entre evangélicos pero también entre católicos– a fabricar y rodearse de palabras, ese torrente de palabras y sonidos contenidos en sermones, lecturas bíblicas, cánticos y demás que durante los largos oficios dominicales saturan el reducido espacio interior de los templos indígenas.” El canto de los tzeltales ocurre como una barrera protectora, como un espacio que defiende la existencia de la lengua indígena ante las otras lenguas que quieren dominar.
¿De qué otras formas podemos ver al lenguaje manifestarse? En el texto de David Lorente Fernández, “Los sueños y la mirada de los espíritus”, los chamanes de la sierra de Texcoco, llamados Tesifteros o graniceros, entablan un diálogo con los espíritus del agua, los ahuaques, para regresar el alma al cuerpo de las personas a través de ofrendas. Los tesifteros logran llegar a esta comunicación por un rayo que reciben y, posteriormente, por sueños significativos y premonitorios, los cuales funcionan como núcleo para su aprendizaje en tanto aprenden a soñar: ver con los ojos del espíritu. Con esta nueva sensorialidad pueden entender cómo los ahuaques toman el aroma, la espuma y los colores como algo sólido. Las piedras que cubren grandes partes del caudal, son sus hogares. Estas visiones van más allá de lo que podemos asumir en nuestra realidad. Johannes Neurath al respecto de los huicholes, habla de los chamanes mara´akate, como aquellos que “saben soñar”.
¿Qué es un chamán, un curandero, un brujo, un adivino? Ellos y ellas nos dan a conocer la divergencia y la posibilidad en las sociedades indígenas con sus diversas prácticas y realidades. A través de esta publicación nos damos cuenta de sus distintos rituales y las implicaciones de cada uno. Ellos y ellas nos muestras las miradas-otras y como su lenguaje, su palabra siempre será esencial. Son quizá la visión más sumergida en las profundidades de lo metafórico.