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David Ordaz Bulos

13/09/2020 - 12:01 am

Zacacuautla: la sequía o la lucha por el bosque

  En memoria de Pepe Fosado, activista de los Derechos Humanos de Tulancingo Hidalgo (1931 -2020).   Usa lo tirado, cuida lo parado

 

En memoria de Pepe Fosado, activista de los Derechos Humanos de Tulancingo Hidalgo (1931 -2020).

 

Usa lo tirado, cuida lo parado

Es sábado por la mañana, llueve, vamos en camino a la comunidad de Zacacuautla, que pertenece al municipio de Acaxochitlán en la región otomí tepehua del estado de Hidalgo, en la Sierra Madre Oriental. Dicen que antes de ser conquistada por las fuerzas de Hernán Cortés, la región fue conquistada por los Aztecas, por eso casi todos los pueblos de por aquí perdieron sus nombres originales, su lengua y su ropa.

Es tiempo de lluvias, los cerros están verdes, las milpas crecidas y se aprecian los tejados de barro que aún conservan muchas casas. Llegamos a Zacacuautla, directo a la casa de Filiberta Nevado Templos. Desde la calle se siente la hospitalidad de una casa abierta, con un jardín floral que tiene un temazcal al fondo. Los muros son de ladrillo; dentro hay hornos de leña, un comedor circular de madera cubierto con un mantel púrpura rodeada de troncos como asientos. También hay muchos sillones y sobre las paredes cuelgan un par de “ojos de dios” huicholes, y varias docenas de cuadros con grabados y pinturas, entre los que destacan los retratos del Subcomandante Marcos y el Che Guevara. Hay cinco perros, nos cuentan que dos de ellos llegaron repentinamente, como si supieran que aquí encontrarían un refugio.

Fili es una mujer fuerte. Me hace pensar en una guerrera antigua con su rostro afilado y su cabello cano que cuelga de una trenza. Nos recibe con tacos dorados, sopa de alberjones y ates con queso mientras suena La Voz Campesina en el 105.5 FM Radio Huaya. Para romper el hielo, le pregunto si todavía es posible conseguir las tejas de barro para los techos de las casas.

Ilustración de Paula María. @bbybats_ , vía @huella.madera

––Si todavía se pueden comprar pero se han vuelto muy caras. La gente ya casi no las usa y si las compras tienes que saber pedirlas: machos y hembras, no nada más llegar así.

Hace unos treinta años que Fili decidió dejar la saturada Ciudad de México ––a la que todavía quiere pero de lejitos––, donde militó en un sindicato y varios colectivos. Volvió a Zacacuautla para defender el bosque desde la organización Kuautlalli, A.C. (que por cierto, recuperó el carnaval del pueblo) y cada semana recibe visitas de académicxs, activistas, amigos y amigas que la hacen sentir reconfortada. Nos cuenta de la vez que llegó al pueblo un grupo de punks para representar una pastorela.

––Venían como quince, todos con sus picos, peinados y ropas aplastados en una camioneta cerrada tipo Van, que parecía uno de esos vochos en los que se bajan muchos payasos. Llegaron un domingo justo cuando la gente iba saliendo de misa. Conmocionaron al pueblo, pero al final todo salió bien y la gente se divirtió mucho.

Después de comer vamos a la milpa a recoger elotes. Fili lleva un machete en la mano. Nosotros, seres de la ciudad y las pantallas, con torpeza cargamos las plantas que ella corta y las deshacemos para darles las hojas a los borregos para que coman y separamos las mazorcas del totomoxtle, la hoja que los envuelve. Fili nos cuenta que:

––”Usa lo tirado, cuida lo parado”, era el lema que hace varias décadas seguía la gente del pueblo para el uso constante del bosque, traer leña, plantas medicinales y más cosas. Nadie ostentaba tirar un árbol para venderlo, solo los usaban para sus casas. Pero por ahí del 2003, gente de mala fé hicieron una falsa escritura y consiguieron el permiso de la Sagarpa para el “aprovechamiento forestal”. Ahí comenzó la tala clandestina de 55 hectáreas de bosque hasta la barbarie. Luego, en el 2004, fue asesinado el activista Samuel Cruz; después hubo una calma aparente, hasta el 2007, cuando le pegaron al bosque a matarras, cuando llegaron grupos más poderosos a talar el bosque, bandas organizadas con cincuenta hombres para cortar los árboles y subir madera, se llevaban de 30 a 40 árboles. Desde el 2014 al 2020 han habido puras camionetas detenidas pero sin ninguna persona responsable. Yo daba el aviso a la policía, les decía dónde estaban pero no pasaba nada. Una vez que las patrullas de la estatal pasaron por mi fuimos al lugar, había como 50 troncos talados, me puse a llorar.

Ilustración @liz_maranon_ramos, vía @huella.madera

Milagros sociales del Covid

Mientras la lluvia ha cesado dando paso a la noche brumosa, asamos los elotes, preparamos esquites y tomamos refino (licor artesanal). Fili nos explica cómo varios factores influyeron para que las comunidad se organizara para limpiar los terrenos reforestados

El primer factor fue la falta de agua en el 2019, hubo tal sequía que la producción de las milpas que solía ser de 100 costales al año, bajó a 30 costales. Que del totomoxtle, las hojas del maíz, no sacaban más que mazorcas diminutas. Y por lo tanto, los pozos de las casas comenzaron a secarse.
––Jamás en cuarenta años se había visto algo igual. Lo mismo pasó con los manantiales, cuando no cae agua de ahí se abastece la gente, entonces. No había memoria de que se secaran los manantiales.

El segundo factor fue la tala clandestina que rompió los cables de alta tensión que llevan la energía eléctrica al pueblo, provocando que la comunidad quedara sin luz y por lo tanto sin bombas que pudieran traer el agua.

El tercer factor ocurrió con la pandemia del Covid-19, cuando por Whatsapp circularon audios que advertían sobre la inminente llegada de fumigadores que, con el pretexto de limpiar al pueblo, matarían a la gente. Los rumores provocaron que la organización de cuadrillas de vigilancia que le cerraran el paso a los fumigadores del Covid.

––Eran grupos de gente que se juntaban y pasaban las noches sin dormir. Yo creo que no tenían de qué hablar y solamente veían pasar las camionetas cargadas de madera. Y entonces pensaron: “porqué no paramos a estos cabrones, ni ayudan y vean el caloron que hace, hay que hacer una asamblea”. Tocaron las campanas de la iglesia, unos cuantos se acercaron y dijeron estar de acuerdo. Ya después juntaron a los delegados y enviaron citatorios a todo el pueblo y se formaron comités en los barrios que dieron como resultado el trabajo diario de 100 hombres limpiando los terrenos del bosque devastados por la tala. Entonces, todo se fue sumando, no hay agua, no hay luz, no hay comida y otra vez tiraron un árbol sobre las vías.

El relato de Fili ejemplifica la concatenación, como efecto dominó, de la catástrofe que provoca la tala clandestina. Por fortuna, actualmente entre cuarenta y sesenta hombres trabajan todos los días limpiando los terrenos, preparándolos para la reforestación. A la par de que en junio hubo un amparo para detener cualquier otra intervención en el terreno, el documento está basado en argumentos que tienen que ver con violaciones al derecho humano de acceso a un medio ambiente sano y el derecho de acceso al agua relacionado al derecho al goce más alto de nivel de salud posible. Igualmente existen iniciativas que apoyan la defensa del bosque como Huella de Madera y el Grupo de apoyo para el cuidado del Monte de Zacacuautla. Ojalá que estas iniciativas sean más fuertes que las amenazas e intereses oscuros que han acabado con el bosque.

 

David Ordaz Bulos
@David_Orb

David Ordaz Bulos
Psicólogo social. Maestro en Sociología Política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Estudiante del doctorado en Creación y Teorías de la Cultura de la Universidad de las Américas Puebla.

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