El filme presenta al pueblo de Tultepec volcado en dos días de celebraciones para su santo patrono San Juan de Dios, protector de los artesanos dedicados a la pirotecnia. Sigue sus actividades diarias fabricando cohetes y poco a poco se adentra en la fiesta, que en su primera noche incluye un espectáculo de “castillos” que crean figuras con cohetes de cartón cargados con explosivos.
Por Berenice Bautista
CIUDAD DE MÉXICO, 9 de septiembre (AP).— Hay un pueblo en México donde las mujeres tejen hilos de mecha, los hombres escalan decenas de metros para encender explosivos con cigarros y los niños, tarde o temprano, se montan en toros de cartón cargados de cohetes para perseguir a una multitud. Se llama Tultepec y es retratado en el documental Pólvora y gloria (Brimstone & Glory) del director alemán Viktor Jakovleski.
El realizador se enteró de Tultepec por medio del artista plástico Harald Hermann, en la inauguración de una exposición con obras realizadas tras su visita a este pueblo del Estado de México que lo había dejado maravillado.
“Vi el fuego en sus ojos, así de inspirado estaba él”, dijo Jakovleski desde Berlín en una entrevista realizada por videollamada. “Me fascinó”.
Tras su paso por festivales como Hot Docs, San Francisco y Ambulante, y un cambio de fecha por la pandemia, la película de 2017 finalmente se estrenó en México y está disponible en video a la carta (on demand) en Estados Unidos, en iTunes y Amazon Prime.
El filme presenta al pueblo de Tultepec volcado en dos días de celebraciones para su santo patrono San Juan de Dios, protector de los artesanos dedicados a la pirotecnia. Sigue sus actividades diarias fabricando cohetes y poco a poco se adentra en la fiesta, que en su primera noche incluye un espectáculo de “castillos” — estructuras de unos 20 metros (más de 65 pies) que crean figuras con cohetes — y en su segunda tiene “toros” hechos de cartón cargados con explosivos.
Uno de los entrevistados en el documental, Amauri Sanabria, dice que empieza a ver todo en cámara lenta cuando está corriendo en el toro, algo que los realizadores supieron traducir en tomas hipnóticas en las que miles de cohetes son detonados al mismo tiempo desde decenas de toros artesanales.
“Nuestra sangre estaba llena de adrenalina, teníamos que estar muy enfocados”, dijo Jakovleski.
Al equipo de producción le tomó varios días aprender a usar sus cámaras de alta velocidad Phantom en esas condiciones, pero cuando vieron el resultado descubrieron el potencial que tenían estas tomas mágicas.
“¿Qué filmamos? Esto ya no se ve como un cohete, se ve como algo diferente, se ve como el cosmos”, recordó el director que le dijeron.
La música de Dan Romer y Behn Zeitlin, y el final con la canción regional mexicana “Rayando el sol” interpretada por la Rondalla de Tijuana, transmiten a la perfección la emoción de la película. El secreto es que la composición y la edición iban de la mano.
“Les mandábamos un corte y componían la música mientras veían la película”, dijo Jakovleski. “Y luego nos sentábamos a editar de alguna manera con base en lo que ellos estaban haciendo. Así fue como se desarrolló la vibra musical de la película”.
El filme se realizó con un equipo de producción alemán y mexicano. Jakovleski hizo cinco viajes a Tultepec, el primero en diciembre de 2012 para conocer el pueblo. Al año siguiente regresó con un equipo de cinefotógrafos y pasaron dos meses durante los preparativos de la fiesta. Un año más tarde volvieron para filmar ya con una idea más clara y tuvieron dos viajes más en los que siguieron a Santiago, un niño que se monta por primera vez en un toro en la película y que, como dicen sus padres, tiene el fuego en la sangre.
Se integraron hasta ser parte del pueblo. Los cineastas creen que los aceptaron por tratar de retratar un lado más amable de ellos, pues en 2016 y 2018 Tultepec hizo noticia por explosiones en las que murieron decenas de personas. La película está dedicada a aquellos que han fallecido en la industria del pueblo.
“Lo que ha pasado ahí no es lindo, ha habido accidentes trágicos”, dijo Jakovleski. “Pero quitarle la pirotecnia a esta gente los destruiría realmente, sería lo peor que les puedes hacer porque está en su sangre, para eso viven, es lo que aman. Lo que era muy importante para nosotros con la película era ofrecer una imagen diferente de Tultepec”.
Al ver el documental, editado finamente por Alonso Goncalves, da la impresión de que todo ocurre en una sola fiesta. Pero en el caso de Sanabria, aparecen toros que hizo para la celebración en tres años diferentes.
Sanabria comenzó a hacer pirotecnia desde niño. Su abuelo y sus tíos también se dedican a la profesión. A los 15 años comenzó a hacer sus propios toros.
Los toros son ofrendas para el santo y un toro pequeño cuesta unos 6.000 pesos, pero los que salen en la película son enormes. Los artesanos hacen cooperación para realizarlos, mientras que los castillos que participan en el concurso tienen un apoyo económico del municipio, aunque también son realizados por cooperación.
“Una vez que sales de la quema sales como nuevo”, dijo Sanabria a la AP, también vía Zoom pero desde Tultepec, acerca de la experiencia de estar en un toro. “Es como una forma de terminar un ciclo y empezar el que viene... Todavía no acaba este y ya estamos pensando en el otro año”.
El trabajo de figuras iluminadas y pirotecnia de Sanabria ha sido usado en festivales de música como EDC México, Vive Latino y la película de James Bond Spectre.
Para James Bond “hicimos la Catrina grandota que estaba en el Zócalo, esa fue hecha con materiales tradicionales como carrizo, papel reciclado y un poco de estructura metálica”, recordó. “Sólo el cráneo medía cuatro metros (más de 13 pies) con puro carrizo y el sombrero medía 15 metros (49 pies) de diámetro. También hicimos unas calaveras de 13 metros (más de 42 pies)”.
El 90% de la pirotecnia que se usa en México proviene de Tultepec y también llega al extranjero, a festivales tan importantes como Tomorrowland en Bélgica. La prioridad que tienen ahora es mejorar la seguridad en la fiesta y en la fabricación de la pirotecnia para evitar accidentes entre los visitantes, que cada vez son más numerosos, y que los artesanos mantengan su tradición.
“Así vivimos y no lo cambiaríamos por nada”, dijo Sanabria, cuya familia tiene más de cuatro generaciones dedicadas a la pirotecnia. “Yo cada vez que la veo (la película) la verdad siempre se me salen mis lágrimas y es emocionante... Se te enchina (eriza) la piel porque sabes que ese es tu pueblo y te sientes más orgulloso de decir yo soy parte de eso”.