Te presentamos un poema extraído de En el valle sagrado, libro recientemente recuperado por la colección Archivo Negro de la Poesía Mexicana, de Malpaís Ediciones. Esta recopilación incluye toda la obra, ya inconseguible, del poeta jalisciense Juan Martínez (1933-2007), además de valiosos versos inéditos.
Ciudad de México, 29 de agosto (BarbasPoéticas).- Si bien su poesía es mística, no todo es unión festiva en la lírica de Juan Martínez (Tequila, Jalisco; 1933-2007). Las pérdidas durante su vida dejaron valles de sombra, lo cual hizo de este poeta mexicano también un hombre atormentado.
De acuerdo con José Luis Bobadilla de la revista Tierra Adentro, Juan Martínez "escribía poesía en lo que tuviera a la mano: pedazos de papel, servilletas, envolturas. Si a la fecha hay tres libros firmados por él, es gracias al empeño de sus amigos y familiares. Tenía un conocido desapego hacia su propio trabajo marcado por un aura mística".
A continuación, Barbas Poéticas presenta un poema extraído de En el valle sagrado, libro recientemente recuperado por la colección Archivo Negro de la Poesía Mexicana, de Malpaís Ediciones (2019). Esta recopilación incluye toda la poesía de Juan Martínez antes publicada y ya inconseguible, además de valiosos poemas inéditos.
PRENDAS DE PALABRA INAUDITA
Masticar la soledad en diminutas porciones de muerte
es solamente un viejo oficio
pero poseer pájaros medio muertos por la lejanía
y hacerlos cantar en el cráneo,
esa es una labor que sólo se encuentra
en las otras vertientes del cielo
donde los arbollones de la noche
dejan escapar
todo el esplendoroso lujo de las estrellas nuevas
y el arancel para viajar
por el recuerdo de un sabor a metal acabado
es menos corrosivo, a pesar de los crueles manómetros
que miden el silencio de las palabras caídas
en el aljibe de los sueños;
allí, es necesario trepar de prisa las escalas
aunque nuestra conciencia suene a grillo fracturado
y los pasos retumben en el corazón
como en deshabitadas calles;
porque llegando al último escalón
con los sistemas del olvido suspendidos en cada ojo,
¡qué espectáculo hermoso!
una doncella cruel se baña en las ondas del viento
pero tan hermosa es
que los peces de la luz le vulneran su crueldad
comiéndole el corazón.
La doncella gime y canta soñando que está de fiesta
por la ventana del pecho se oyen los ecos del viento:
tu corazón está lejooos…
y lejos de las venas se encontró el corazón
a pequeños brincos cruzó las alamedas
de luz de una luciérnaga
y con guantes de niebla
se sentó en las escalas de una música hermosa.
cri, cro, cri, cro, cantaba la cigarra
apoyada en sus pétreos derribos de luna.
No nos ha de salvar el matemático equilibrista
pensaban sus antenas
ni el herbolario tierno de pecho devorado
ni la neumática mujer
recién desembarcada de un cálido espacio de amor
por eso preferimos la ululante ribera
con sus bocas de oxígeno y la luna
a quien imploramos clemencia
para nuestra diezmada raza.
Pero ni el agua ni el sol
ni la luna ni el viento
escucharon el anhelo equilibrista del insecto
y el ¡craj! inevitable
sollozó en la navaja del último lamento.
Lleno de dolor el valle
sufrió los mecanismos de la escarcha
y el pájaro viajero del paisaje
bebió la fiebre casta del interior de una lechuga.
Estrujados los relámpagos clamaron
llenando de rumor la hierba
y por el ojo de un búho
vidriada por la soledad
nació la noche con sus milenarios documentos
de parlantes orugas
y subsuelos de intuiciones fantásticas.
El viento seguía arrancando mil murmullos
a la palabra nunca pronunciada
que colgada de un tejo
era olfateada por una incipiente codorniz
pero oscilante entre el olvido y el recuerdo
gritaba formas huecas
a la mentida bendición del tranquilo silencio
que en mitad de una roca construía una plegaria:
“bendita madre muerte”
tú que entre los espacios sin voluntad
del hombre esperas
¡Ten Piedad de su Búsqueda!
no permitas que su sacudido corazón
torne a su esencia de gaviota sin rumbo
sin haber escuchado los salmos que esperan
por su llanto y su cadena de suspiros
dentro de la brillante catedral del viento
¡TEN PIEDAD DE SU BÚSQUEDA!
porque aun desde estas rocas
carentes de atavíos absolutos
eres nuestra madre y maestra
¡TEN PIEDAD DE SU BÚSQUEDA!
no permitas que el aullido del mar
despostille el aliento de los patios de abril
ni degüelle el perfume de las uvas de otoño
¡TEN PIEDAD DE SU BÚSQUEDA!
tú, que desde el ojo desolado del tiempo
hiciste brotar la soledad
propiciando el lenguaje de la filosofía
¡TEN PIEDAD DE SU BÚSQUEDA!
y que el hermoso elíxir con que ungieron la ojiva
de tu blanca mirada
aleje la opresión de la silente niebla
y nos deje tocar
la prenda más hermosa
de la palabra inaudita.