Arlet tiene que bajar del cerro, atravesar varias colonias a pie y tomar un camión que la lleve hasta la casa de una amiga en el sector Lamadrid, al sur de la ciudad, muy lejos de Las Margaritas, para que le preste su computadora con internet.
Por Jesús Peña
Saltillo, Coahuila, 17 de agosto (Vanguardia).– Allá, hasta arriba de un empinado cerro de piedra azul y dura, donde no llega el agua potable ni los camiones ni el internet, vive Jazmín Arlet López Gaytán.
Atrás de esos cerros, hay más cerros y detrás de esos, otros y otros.
Todos los días Arlet tiene que bajar por este cerro, como joroba de dromedario, donde además de no haber pavimento ni drenaje, tampoco hay policía.
Y Arlet debe caminar y caminar antes de llegar a la civilización para ir a la secundaria, para ir a cualquier parte, con el riesgo de toparse a un delincuente.
En el cerro no hay escuelas.
“Tienen que atravesar cerros para llegar a una escuela o irse por la pavimentada, pero son como de ocho a 10 kilómetros para llegar a la otra escuela.
Hay un transporte, que es la 4B y a veces los deja retirado…”, dice en otro tiempo, en otro lugar,
Sandra Patricia Vega Zúñiga, representante de la organización Antorcha Campesina en el cerro.
Arlet tiene 15 años y 10 de vivir hasta arriba del cerro, donde no hace mucho las casas de material fueron desplazando poco a poco a los chamizos de lámina y tablas.
VIVIR ENTRE CARENCIAS
En uno de esas chabolas vivió la Arlet cuando tenía cinco años, que era una cría.
Era un tejabán de chapa y madera, con dos cuartos, la cocina y otra pieza, en la que había dos camas, la de sus padres y la de Arlet y sus dos hermanos.
El cobertizo tenía una chimenea, había pocos muebles y el piso era de tierra aplanada.
Hasta que el papá de Arlet, que es albañil, trabaja en la obra, levantó una mejor casa, la casa de dos plantas con piso de cemento y paredes de block desnudas, de Arlet y su familia.
A estos cerros refundidos en el poniente de Saltillo, allá donde se mete, que se oculta el sol, los bautizaron como colonia Las Margaritas, una favela en la que escapar de los robos, los pleitos callejeros entre jóvenes que no van a la escuela y la drogadicción, es casi un milagro.
En Las Margaritas abundan los puntos donde venden droga.
Mariguana.
Crico.
La droga de moda.
Arlet dice de Las Margaritas que es una colonia chica y escondida, donde los jóvenes se casan muy chicos, y algunos no tienen oportunidad de estudiar, porque sus papás no pueden.
“Hay mucha jovencita chiquita ya con bebé, ya no estudian y lo que hacen es juntarse o andar en el vicio. Como es una colonia que está muy a la orilla, se presta para hacer delincuencia de toda clase…
ESCASEA LA TECNOLOGÍA Y SOBRA LA DROGA
Cerca de ahí hay vendimia de droga y la mayoría de los niños y jovencitos de 10 y 12 años se empiezan a meter en el vicio. Como que llega una cierta edad donde los padres pueden cubrir gastos y donde ya no puedes… los dejas ahí”, narra Sandra.
Arlet, como los demás chicos de su edad, ya se ha habituado a vivir así, pero no se resigna a trasladarse de su colonia a otro lugar lejano donde haya señal de internet y una computadora, para mandar sus tareas escolares. En Las Margaritas, la colonia donde vive la Arlet, no existen los ordenadores y aunque existieran no serviría de nada porque acá, hasta arriba del cerro, no hay señal de internet, no llega.
“Hemos batallado para que nos ayuden a instalar una red o una antena para que la comunicación sea más eficiente, no nos han hecho caso en ese tema.
APROBÓ LA SECUNDARIA CON MUCHO ESFUERZO
Hemos solicitado que en uno de los terrenos que hay ahí como área verde se construyan unas aulas, como escuela, pero igual, ha habido negativas por el tipo de suelo… como es un cerro de piedra azul muy dura no han querido darle más vialidad o progreso a esa colonia…”, dice Sandra.
Y entonces Arlet tiene que bajar del cerro, atravesar varias colonias a pie y tomar un camión que la lleve hasta la casa de una amiga en el sector Lamadrid, al sur de la ciudad, muy lejos de Las Margaritas, para que le preste su computadora con internet.
“Hasta allá iba yo todos los días o me quedaba con ella en su casa. En la secundaria encargaban más trabajos de lo normal, exámenes y todo eso…”, dice Arlet.
Solo así se explica que Arlet haya terminado la secundaria con la llamada modalidad en línea o clases virtuales que ha impuesto la pandemia.
A pesar de esto, de todo, la Arlet sueña, tiene un sueño:
Quiere ser arquitecta y luego ingeniero industrial, dice que para ayudar a los de su colonia.
“Poner pavimento, ayudarles a construir, una casa de block…”.
A Arlet, le gusta el estudio, le gusta estudiar, sus padres, un albañil y un ama de casa, se lo inculcaron, desde niña.
Que estudiara.
“Nos dicen que sigamos adelante, por todo su esfuerzo para darnos estudio”.
UNA NIÑA CON GUSTO POR LA ALBAÑILERÍA QUE SUEÑA CON SER ARQUITECTA
Así como la jovencita ha construido, colocando uno tras otro los blocks, los muros para ayudar a su padre; así va formando su vida profesional.
Tarde de miércoles, Arlet está sentada a la mesa de la cocina de su casa en Las Margaritas, mostrando una fotografía seis por ocho en color donde se ve en color a una nena de chaleco y falda escolar recibiendo un diploma.
De fondo las autoridades de la escuela, la muchedumbre.
Es la Arlet, el día que se graduó de la primaria “Vicente Suárez”, que le entregaron su certificado de primaria.
Entre el fajo de recuerdos familiares que se escurren entre las manos de Arlet, falta el de cuando Arlet salió de la secundaria 1 Nazario Ortiz Garza.
No está, y nunca estará, lo veló el coronavirus.
“No hubo graduación”.
Suelta Arlet, mientras su vida transita por sus dedos en segundos; Arlet de bebita; Arlet en su graduación del kínder, Arlet con “El Manchas”, la macota de la casa, Arlet el día de su piñata, que cumplió siete años, Arlet junto al arbolito de Navidad, una Navidad, Arlet en Zacatera, el rancho donde viven los familiares de su papá, Arlet afuera del tejabán donde vivía cuando llegó a vivir con su familia a Las Margaritas…
DESDE UNA MODESTA VIVIENDA
El tejabán era pequeño, pero cómodo, calientito en tiempo de frío, dice Arlet.
Lo construyó su papá, que es albañil.
Arlet es así:
Bajita, llenita, carirredonda, aperlada tez y una cola de caballo que le cae por la nuca.
Tiene la mirada limpia, la sonrisa fácil y la voz atiplada.
Y es tímida, escurridiza, corta de palabras.
Pero sobre todo es Arlet es bajita, tan bajita, que es difícil imaginar cómo alberga sueños tan grandes, Arlet quiere ser arquitecta y quiere ser ingeniero industrial, caben en Arlet.
“Es cierto, sí están bien canijas las condiciones donde ella vive, es una muchachita que lleva muy buenas calificaciones, ahora que andaba batallando por lo del internet cumplió con todas sus tareas, es una muchachita que le echa ganas, pero se la ha visto difícil. Mi intención con ellos es llevarlos a que sigan estudiando, les digo, porque las condiciones en la vida están muy difíciles, si no estudian lo único que va a pasar es que se casen chiquillos y se queden en Margaritas. He visto jovencitos muy chiquitos que se echan a la perdición o andan en la calle”, dice Sandra Vega de Antorcha Campesina.
Matemáticas 9.2. Se lee en una de las boletas de notas de Arlet, la de la primaria, parece.
A Arlet le gustan las matemáticas y eso, dice, se lo debe a su abuelo, que es un fanático los números.
Arlet está sentada ahora en un sillón de la sala de su casa, una mesa, varias, sillas, un televisor, la cuna de la bebé de su hermana mayor, con la bebé dormida de su hermana mayor, su hermana tiene 17 años y una bebé.
AYUDA EN LA ALBAÑILERÍA
Más allá unas escaleras de concreto que llevan hasta el segundo nivel.
Las escaleras que construyó su papá.
Arlet dice que a veces acompaña a su padre a trabajar en la obra:
La Arlet carga blocks, bate la mezcla, carga botes con mezcla y pega con la mezcla los blocks.
Su papá le enseñó.
Un trabajo pesado, cansado, pero le gusta, dice.
Y dice que tal vez fue de andar en la obra con su papá que le nació el gusto por la arquitectura.
De hacer casas.
Arlet le ayudó a su padre a levantar el segundo piso de su casa.
- Y ya le dijiste a tu papi que quieres arquitecta, ¿no?
- Ya.
- ¿Qué te ha contestado?
- Que le eche ganas.
Y es una noticia bomba en este cerro, en Las Margaritas, en un barrio como el de Arlet, donde los chavos de su edad, que jugaban con ella cuando chicos, ya son padres, viven perdidos en las drogas, arman broncas, roban a la colonia o han intentado matarse, algunos…
Hace poco uno se suicidó.
ES UN SECTOR PELIGROSO
“Es un peligro, luego hay muchas jovencitas chiquillas. La colonia para mí es un foco rojo porque como existe el vicio y la delincuencia y hay tejabanes solos, casas solas, la gente se va de ahí porque no hay condiciones para vivir bien, mi temor es que algún día vaya a alguien a querer pasarse de listo con alguna muchachita en unas de las tapias o los tejabanes…”.
- ¿Tú sabes eso Arlet?, ¿estás enterada de los problemas de tu barrio?, le pregunto.
- Sí…
En eso su hermana entra en la sala intempestivamente con una revelación:
Que a su hermano se le metieron en su casa y le sacaron todo, que le robaron…
Y apenas son las 3:00 de la tarde en Las Margaritas.
Arlet ni se inmuta.
- Oye, ¿Qué a tu hermano lo robaron?, le digo.
- Sí…
En el cerro no hay vigilancia.
Al cerro nunca suben las patrullas.
Los placas.
La ley
“No llegan y si llegan no se los llevan o hay compañeras que sus hijos andan mal y los protegen”, cuenta Sandra.
Arlet dice que por eso de las clases virtuales muchos niños y jóvenes de Las Margaritas que habían salido de la primaria o la secundaria se han desanimado en seguir estudiando.
Ella está segura de que quiere ingresar a la preparatoria, pero… anda nerviosa…
En el cerro no hay internet ni computadora y…
Y el gobierno no ayuda.
- Pero vas a ser arquitecta ¿no?
- Sí… También ingeniero industrial…
- Apuesto a que lo logras…
- Sí…