Ernesto Hernández Norzagaray
25/07/2020 - 12:05 am
Relato opositor y realidad
En definitiva, la oposición sufre todavía el descalabro electoral de 2018 y busca asideros para mantenerse a flote, esperando que las dificultades que ofrece la coyuntura trágica terminen convirtiéndose en oportunidades políticas y de esa manera, en su imaginario, empiece una suerte de restablecimiento en el poder de sus fuerzas.
Los opositores políticos y sociales de la 4T, instalados en la trinchera pública un día si y otro también, cuestionan, señalan, enjuician y llaman a la rebelión en las urnas. A un cambio en las preferencias expresadas en 2018 y a ir con ellos, con sus partidos consolidados y los en vías de registro, para generar una nueva mayoría legislativa que evite la “tiranía de la mayoría” morenista.
Ven en ella una suerte de tótem democrático al que hay que rendirse porque ahí está el futuro redimido, esperanzador, democrático. Y es correcto que la oposición política y social exprese lo que quiere y desee que su partido o coalición acceda al poder por medios democráticos, mediante el voto libre y secreto. Solo que hay tiempos y reglas que son el gran arreglo institucional construido a través de las sucesivas legislaturas.
Es, donde, no cabe el golpe autoritario sobre la mesa con el escandaloso: AMLO, ¡vete ya!, el grito desaforado que busca contagiar enojos por el poder perdido, adelantar del calendario electoral porque esto urge, corre prisa para el verdadero cambio y convocar a construir esa anhelada nueva mayoría.
Pero esa oposición apresurada va contra la decisión de la mayoría, la que votó entusiastamente en julio de 2018 y que es menos sonora, pues espera pacientemente los tiempos oficiales para volver ir a votar. Sea por la misma o una opción electoral distinta o emitir sus votos de forma heterodoxa. Pero, a todas luces, hay desesperación en el llamado de esa oposición con distinta bandera y claxon, quisiera que el mañana fuera hoy y que la suerte les cambie frente a las urnas.
Tienen urgencia pues ven la catástrofe cuando se cae en números negativos la economía, los muertos por la COVID-19 que crecen exponencialmente y la violencia criminal que tampoco parece tener fin. Y, es cierto, los números no parecen venir a menos, en ninguno de esos indicadores de inestabilidad y el panorama se ve incierto y se ensombrece tristemente, pero, me pregunto cómo muchos, ¿sería mejor si estuviera Meade o Anaya en Palacio Nacional? Lo dudo, porque simplemente, eran los candidatos del continuismo.
Sin embargo, la situación alarma a muchos y más cuando se atiza diariamente el “fracaso” del Gobierno obradorista. Cuando se cuestiona la incapacidad de los agentes de cambio que resultaron de la elección de 2018 y se ofrece la oportunidad de una nueva mayoría legislativa o, al menos, un Gobierno dividido. Unas nuevas alianzas legislativas e ideas para evitar que la situación no empeore.
Pero, el problema, es que muchas de esas personas e ideas salvadoras, ya estuvieron en el poder y no tuvieron soluciones a los mismos problemas incluso menores, porque le tocó un tiempo menos dramático e incierto. Y, ahora, dicen tener la solución construyendo esa nueva mayoría, cuando evidentemente los problemas son más veloces, crecientes, complejos, inasibles.
Que debería llamar a la sensatez de la oposición cómo lo están haciendo en países más responsables donde pone el hombro, llama al consenso, a ir juntos Gobierno y oposición, para mostrar que ante la dificultad son una fuerza. Pero no propone mayor cosa, que no sea esa la mágica mayoría, la de quítate “que voy yo”, la del freno sistemático.
Y, esa postura irreductible, es su gran debilidad y el peor mensaje que envían a los ciudadanos preocupados incluso aquellos que no se sienten a gusto con AMLO y su partido.
Entonces, estas son unas ideas derrotadas de antemano, ¿cómo se puede confiar en alguien que quiere el voto si no es capaz de mostrar un adelanto de para que lo quiere? Se preguntarán muchos, ¿qué utilidad le va a dar a mi voto para mejorar mi entorno, mi economía, mi estatus, mi futuro, mi familia, mi salud?
En esas coordenadas la decisión del voto podría ser clara bajo la máxima muy mexicana: “Más vale malo conocido, que bueno por conocer”, que no es el caso, sobre todo viniendo del PAN y el PRI, viejos conocidos del electorado y de tan conocidos, que ahí está la elección concurrente que los bajó del poder y en las elecciones más recientes, han seguido perdiendo apoyos en donde durante décadas fueron enclaves de voto blanquiazul o tricolor.
Ahí está como ejemplo las encuestas de intención de voto que indican que, de las 15 elecciones de Gobernador, Morena podría ganar 12 y eso muestra donde se encuentra los ánimos mayoritarios de los ciudadanos y de confirmarse las tendencias de voto podría ser definitivo para esa oposición y sus partidos.
Tendría que estar muy irritado el electorado o que se cometieran grandes errores en la selección de candidatos de la coalición hegemonizada por Morena para que puede suceder lo esperado o que la oposición haga algo magnifico, espectacular, que no haya hecho ya, para revertir el pronóstico del voto.
Y, eso, hoy no se ve en el horizonte. Lo que se oye es ese llamado a la rebelión en las urnas ante “la incapacidad de este Gobierno” que, a mi juicio de observador, no permea mucho entre los electores que votaron en 2018 por Morena y sus aliados.
Pues estos ciudadanos intuyen lo que podría significar la vuelta de personajes vinculados a ese PRI, y ese PAN, que está bajo la sombra de lo dicho por Emilio Lozoya a los jueces de sus vínculos con los casos escandalosos de corrupción en la Reforma Energética, Odebrecht y Altos Hornos. Y ya están apareciendo los primeros nombres. Mostrándose los amarres monetarios para construir mayorías artificiales a golpe de moches, de compra de votos legislativos.
En definitiva, la oposición sufre todavía el descalabro electoral de 2018 y busca asideros para mantenerse a flote, esperando que las dificultades que ofrece la coyuntura trágica terminen convirtiéndose en oportunidades políticas y de esa manera, en su imaginario, empiece una suerte de restablecimiento en el poder de sus fuerzas. Esas por las que los ciudadanos votaron en contra y lo hicieron por la marca que perciben como una verdadera voluntad de cambio.
Al tiempo.
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