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Ciudad Juárez, versiones de una toma: diversas voces relatan un evento clave para la Revolución

18/07/2020 - 12:00 am

Este libro reúne una serie de versiones sobre un mismo evento: la toma Ciudad Juárez en mayo de 1911. Con imágenes, el autor divide los textos de 16 hombres en cuatro grupos: los periodistas, los civiles, los médicos y los militares de ambos bandos. Esta compilación muestra el contraste de los testimonios y destaca a los personajes menos populares.

Por Fernanda Villalobos Ocón

Ciudad Juárez, Chihuahua, 18 de julio (JuaritosLiterario).- Leer Ciudad Juárez, versiones de una toma: 1911 resulta una experiencia diferente, ya que pocas veces se tiene la oportunidad de escuchar diversas voces sobre un mismo evento. Continuamente oímos decir: “¿Qué voy a saber yo? No conozco la otra parte de la historia”.

Por ello, este libro, publicado en 2011, ofrece una variedad de testimonios que retratan los antecedentes, el inicio, desarrollo y el final de un evento decisivo para la Revolución Mexicana: la Toma de Ciudad Juárez, efectuada entre el 8 y 10 de mayo de 1911. Los dos días y medio que duró la batalla significaron el principio del triunfo del movimiento maderista.

La compilación de las dieciséis versiones, perspectivas o historias la realizó José Manuel García-García, juarense nacido en 1957 y autor de otros libros con temática histórica como Don Rómulo Escobar: Selecciones de artículos y ensayos 1896-1946 y el poemario Guardamemorias y Paso del Norte: Ciudad Juárez: Textos de su historia y su cultura (1535-1899).

Ciudad Juárez, versiones de una toma: 1911 viene acompañado por una selección de imágenes de Rubén Mejía, las cuales muestran a los involucrados y algunos momentos relevantes de la batalla. Además, cuenta con una introducción a cargo del propio antologador y, al final, con una bibliografía de las fuentes consultadas.

García-García divide los textos de los dieciséis hombres que, de una u otra manera, estuvieron involucrados en la Toma, en cuatro grupos. Primero se encuentran los periodistas: Gonzalo G. Rivero, T.F. Serrano, Timothy Turner y Alberto Heredia; luego, los civiles: los médicos Ira Bush y Francisco Vázquez Gómez, Roque Estrada y Francisco I. Madero; el tercer grupo lo conforman militares de ambos bandos: el general Juan Navarro, Rafael Aguilar, Francisco Villa, Giuseppe Garibaldi, Máximo Castillo, Heliodoro Olea Arias y Marcelo Caraveo; por último, en un grupo aparte, el investigador incluye al cronista Armando B. Chávez.

Este emblemático acontecimiento, según el historiador Pedro Siller (cuyo libro 1911. La batalla de Ciudad Juárez/ I. Historia se reseña en la introducción), decidió el destino de la Revolución, ya que puso a prueba a personajes reconocidos en la cultura popular como Pancho Villa y Pascual Orozco y llevó al poder a Francisco I. Madero.

A través de estas versiones descubrimos actitudes, decisiones y microhistorias que muestran las raíces que impulsaron el enfrentamiento y las condiciones que permitieron el triunfo de los insurrectos. Si duda, leer dieciséis voces sobre el mismo hecho resulta un tanto abrumador, pero solamente así podemos contrastar las perspectivas y vislumbrar los diferentes objetivos que cada uno de los participantes tenía, dependiendo de sus intereses y de su bando. Por ejemplo, las cartas de Madero buscaban reafirmar su autoridad, tan cuestionada por otros, y demostrar que siempre persiguió la paz. El informe del general Navarro, en cambio, escrito casi un mes después, deja constancia de su lucha para obtener la victoria y que si no la consiguió se debió a que las condiciones de los federales se encontraban en clara desventaja en cuanto a número de hombres.

Las versiones abarcan diferentes momentos de la Toma, desde los antecedentes que cuentan el periodo de armisticio hasta lo que ocurrió después de la victoria de los revolucionarios. A continuación, resaltaré cuatro puntos que me parecieron interesantes o divertidos por sí solos o al contrastar las diferentes visiones:

El primero recaen en el inicio del combate, un hecho bastante contradictorio y confuso. Serrano y Heliodoro Olea Arias apuntan que las hostilidades comenzaron debido a unas declaraciones del coronel Manuel Tamborrel, dadas a la presa extranjera, donde injuriaba a los revolucionarios llamándolos “roba gallinas”, esto aunado a los bajos ánimos que circulaban entre los bandos porque todos querían atacar. En la misma línea se encuentra el doctor Francisco Vázquez Gómez, pues afirma que los federales los insultaron diciéndoles miedosos, lo que provocó el ataque de forma intempestiva. Gonzalo G. Rivero y Manuel Caraveo ofrecen distintas perspectivas. Según el primero, una amiga de los revolucionarios cruzó el río al amanecer y los federales trataron de detenerla, por lo que sus amigos acudieron a ayudarla y así iniciaron los tiros. Caraveo, en cambio, asegura que Orozco y Villa planearon el comienzo del ataque sin las órdenes de Madero, ya que este insistía en un acuerdo de paz.

En segundo lugar, destaco los testimonios de Alberto Heredia y Rafael Aguilar que describen las condiciones de los federales y cómo se diferenciaban de la actitud revolucionaria. Heredia compara la capacitación y las fortificaciones de los militares, quienes se limitaban a acatar órdenes, con la perspicacia y el arrojo de los insurrectos, los cuales demostraban con sus acciones el interés por ganar. Aguilar, por su parte, señala el descontento de algunos soldados y oficiales federales respecto al general Navarro, situación que refleja el desencanto entre los combatientes. Incluso en otros textos se menciona que, al caer capturados como prisioneros, los soldados gritaban “Viva la Constitución” mostrando su apoyo a la causa maderista.

Asimismo, resaltan aquellos que utilizaron la pluma para describir su experiencia personal durante los días de la Toma y dejar constancia de sus aportaciones a cuento a la victoria revolucionaria. Máximo Castillo relata que siempre estuvo del lado de Madero, incluso en momentos de tensión y enfrentamiento, por lo cual recibió felicitaciones y agradecimientos de parte de los padres del presidente provisional. Villa también se declaró, con orgullo, fiel seguidor de las órdenes del líder.

Para el Centauro del Norte lo importante consistía en seguir al pie de la letra sus palabras y declara que si lo desobedeció en algún momento (como en el enfrentamiento que protagonizó junto a Orozco) fue porque su inocencia permitió que los demás se aprovecharan.

Por otro lado, Roque Estrada deja ver su descontento con Madero, pues, según él, su actitud de dirigente reflejaba cierto aire de fingimiento, por lo cual lo califica como indeciso y con una severa falta de autoridad. El doctor Ira Bush relata su propia aventura sobre cómo y por qué detonó sus primeros disparos para defenderse de los ataques de los federales con sus dos armas, apodadas “Tom” y “Jerry”.

El último punto que me interesa señalar tiene que ver con la rendición de Navarro. Giuseppe Garibaldi relata que los federales intentaron en varias ocasiones izar una bandera blanca para oficializar la derrota, pero los disparos de los revolucionarios cortaban la soga con la que la sostenían y por ello la batalla no culminaba.

Armando B. Chávez, en cambio, declara que el vencimiento del bando federal se debió al hambre, la sed, la falta de refuerzos y el agotador combate al que fueron sometidos los soldados. Esto último también lo afirma Navarro en su reporte y agrega que decidió rendirse para no abusar injustificadamente de las fuerzas de sus hombres.

Finalmente, menciono a Timothy Turner, quien aportó microhistorias que, más allá de las grandes figuras de la batalla, se centran en los revolucionarios sin nombre, ni rostro conocido. Narra, por ejemplo, la anécdota de un hombre quien, en medio de la cruzada, se encontró con un acordeón y comenzó a tocarlo, dejando de lado, por un momento, su arma.

También habla sobre un combatiente que, además de su rifle, llevaba una máquina de coser, la cual resguardaba para poder disparar. El testimonio de Turner sobre este tipo de situaciones tan humanas nos muestra, en dicho caso, que el empeño en el cuidado de la máquina consistía en el anhelo de llevársela a su mujer, quien lo esperaba en Villa Ahumada.

Como puede apreciarse, cada una de las Versiones de una toma: 1911 persiguen distintos objetivos y se cuentan desde un particular punto de vista. Esta compilación permite el contraste entre testimonios y, además, deja ver que quienes escribieron fueron personas de carne y hueso, presentes en esos momentos tan lejanos para nosotros.

La compilación de José Manuel García-García nos invita a reflexionar que aquí, en Ciudad Juárez, se libró una batalla decisiva, la cual no fue alentada y ganada únicamente por el interés del triunfo revolucionario, sino por motivos tan respetables como la lealtad a la causa y a sus líderes, y otros más humanos como el simple gusto por la música de acordeón o el empeño de guardar un regalo especial obtenido del botín para mantener la ilusión de volver a ver a la persona amada. Al desentrañar estas historias entendemos más de cerca la complejidad, humana, táctica y política, que atravesó y caracterizó a la Revolución Mexicana.

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