¿ADICCIÓN A INTERNET O MIEDO A LA SOLEDAD?

03/10/2012 - 12:00 am
Foto: Cuartoscuro.

La escena es cada vez más frecuente: mesas llenas de amigos que miran más a sus celulares que a las personas con las que se encuentran; constantemente, envían mensajes, toman fotos y actualizan su estado. Otros apenas despiertan y prenden la computadora o revisan su teléfono celular, checan su correo, dan los buenos días en sus redes sociales y contestan los mensajes del Whats App; camino al trabajo postean sobre cómo se sienten, el tráfico o lo que van a comer, ¿quién no ha visto –y tropezado– con gente que camina absorta en una pantalla de celular o cualquier otro dispositivo?

Para cada vez más personas Internet es tan vital como respirar o comer, incluso, sondeos y reportes señalan que algunos internautas dejarían de lado relaciones amorosas y sus actividades preferidas con tal de tener acceso a dicha tecnología: según un estudio realizado este año en los países del G-20 (Francia, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, Alemania, Italia y Japón) por The Boston Consulting Group el 56 por ciento de sus habitantes prefería dejar el sexo un año y mantener el acceso a Ia web.

Si bien lo anterior muestra una necesidad constante, una fijación  con el uso de este medio, no hay estudios serios o concluyentes al respecto, por lo que la adicción a Internet, la nomofobia y la fobia a la tecnología continúan a debate: ¿qué tan real es la adicción a Internet?, ¿de verdad nos enfrentamos a nuevos transtornos mentales y conductas adictivas?

En 1995, Ivan Goldberg, psiquiatra estadounidense, recibió una avalancha de mensajes  en los que gente muy preocupada le manifestaba que tenían los síntomas del trastorno que había descrito día antes en su sitio web: el desorden (también llamado síndrome) de adicción a Internet, aunque Goldberg trató de explicar que el transtorno era sólo un chiste que concibió en medio de un exceso de tiempo libre, ya era tarde; personas con ansiedad por no tener acceso a la red y con la necesidad de conectarse por largos períodos se convencieron de que eran parte de una epidemia. Ni siquiera una entrevista en The New Yorker pudo aclarar el tema.

Desde entonces, estudios vienen y van y la adicción a Internet ha sido desechada oficialmente por autoridades en la materia, en cuanto a la nomofobia, término de origen inglés para no mobile phone phobia, no ha sido sustentada ni científica ni clínicamente, ésta se refiriere al temor irracional por olvidar el telefóno celular o  quedarse sin acceso a él.

El término surgió por una investigación de una empresa de patentes inglesa que hizo un estudio demoscópico –no psicológico– sobre el número de personas que se angustiaban si al salir de casa no tenían celular, mientras que con la Tecnofobia  –que ya espera su entrada al DMS-5– ni los estudiosos del tema se ponen de acuerdo: para algunos es sólo el rechazo a las nuevas tecnologías,  otros la perciben como un miedo anormal, injustificado y persistente a ellas.

Ricardo Trujillo, coordinador del área de Psicología social de la UNAM, señala que dichos padecimientos están muy lejos de ser reales y que el mal uso de la tecnología, no es más que un síntoma de una sociedad “enferma” en su conjunto.

Explica que el término debe matizarse, “a algunos medios de comunicación les encanta sacar notas de la nueva enfermedad, la nueva fobia, pero cuando empezamos a observar detenidamente el fenómeno nos damos cuenta de una cosa: la sociedad postmoderna tiene una característica muy en particular; evade la angustia, la carencia, prefiere la productividad, el entretenimiento.

Una forma de evitarla es hacerse “adicto” a lo que sea, –pues podemos hacernos adictos a casi cualquier cosa–  eso significa que puedes hacerte dependiente a Internet, a Facebook; a las relaciones destructivas o peligrosas, al cigarro y al trabajo”, detalla.

Desde esta perspectiva la adicción a Internet no es en realidad un transtorno, ni una nueva forma de comportamiento, sino una categoría social en la que, de acuerdo con el especialista, el individuo no soporta estar carente, débil o desinformado, ya que esto causa incomodidad, una sensación de estar fuera de lugar. Entonces, se generan una serie de comportamientos para evadir esa angustia: “Una persona prende su laptop, la televisión y el estéreo al mismo tiempo, se llena de estímulos porque no soporta el silencio; una forma de evitarlo –y eludir la angustia existencial– es hacer cualquier otra cosa con tal de no pensar sobre ti mismo” expone Trujillo, quien también asegura que no es que en realidad exista una adicción cibernética per sé, sino que la sociedad postmoderna en la que vivimos es dependiente de la tecnología y de muchas otras cosas: internet, videojuegos; al café, a leer, a las conversaciones o a las compras.

Desde luego, algunas conductas son socialmente mejores que otras: “Puedes ser adicto al ejercicio, al trabajo y hasta se ve bien, la gente dice qué bueno, es una persona productiva” cuando en realidad te estás dando en la madre”, refiere el psicólogo.

El problema de “soltar el término así nada más”, es que carece de fundamento psicológico,  para tener una fobia necesita haber un momento de crisis, no es nada más estar angustiado, ansioso o estresado; un paciente con una fobia se altera de manera muy severa, incluso la persona puede sentir que está muriendo al exponerlo a la causa.

 

 POSTMODERNITIS, EL DIAGNÓSTICO

El especialista señala que la pregunta respecto a la adicción que podía provocar la tecnología, surgió hace 10 o 15 años y que las personas con conocimientos tecnológicos amplios fueron las primeras en ser señaladas, por lo que a decir de Trujillo, había un perfil muy claro “eran los típicos nerds, con falta de relaciones sociales, baja autoestima, que no se sienten a gusto consigo mismos”, además esto servía para señalarlos: “Miren, están enfermos, no van a las fiestas, están mal”. Sin embargo, ese criterio no puede aplicarse actualmente a  los “adictos” a Internet: “Hoy en día, personas con muchas relaciones sociales, con mucha productividad y altamente sociables, pasan mucho tiempo en la red”, explica.

De hecho, la Asociación Mexicana de Internet indica que el mexicano promedio destina cuatro horas y nueve minutos de su tiempo a navegar en la red, 47 minutos más que en 2010.

Un estudio realizado a principios de este año por investigadores de la Academia China de Ciencias, indicó que el cerebro de un ciberadicto funciona de manera similar a quienes sufren una adicción al alcohol, drogas o al juego. Según los científicos, los adictos a lnternet, presentan conexiones anormales en la zona del cerebro ligada al procesamiento emocional,  así como a las habilidades de pensamiento y funcionamiento cognitivo, algo también observado en alcohólicos y sujetos con otros trastornos de impulsividad.

Sin embargo, el académico sostiene que el Internet, más que propiciar una adicción, desencadena trastornos prexistentes en las personas, pues asegura que lo que se ha encontrado es que la nomofobia está presente en personas con agorafobia o trastorno de pánico, además de que la dinámica social también contribuye a ello.

Otro punto para desestimar estas enfermedades es que, los afectados carecen de los síntomas clínicos de un comportamiento adictivo y uno fóbico, lo que ocurre es que las personas experimentan cierta urgencia por checar lo contenidos de la red y sienten malestar, ansiedad o frustración, eso no es un síndrome de abstinencia (el cual desencadena un conjunto de reacciones físicas) asimismo la fobia también se compone de las sensaciones anteriores; “en el tráfico muchos sienten lo mismo y no por eso le tienen fobia”. De igual forma el especialista señala que dicho trastorno genera reacciones muy fuertes cuando a la persona es expuesta a lo que le genera temor: “Es una crisis de angustia terrible, puede haber sudor, mareo, temblores, la gente siente que se desmaya o que va a morir, eso no pasa con los nomofóbicos, así como los ciberadictos tampoco presentan un cuadro de abstinencia “sólo es malestar cuando olvidas el teléfono o no tienes acceso a él, es una conducta típica pero no es en absoluto una patología”.

Respecto a las drogas digitales descargables afirma que se trata de algo totalmente absurdo “no existe un estudio que demuestre que a partir de sonidos se genere el efecto de una droga, la información que circula es muy ambigua, debatible y no proviene de psicólogos”.

En cuanto a la Tecnofobia, que como ya se mencionó, pronto formará parte del DMS 5, el académico insiste que no se trata de una aversión extrema o de miedo a la tecnología: “es un criterio meramente ideológico; si ya no eres acorde con la sociedad productiva ya estás mal” en el caso de la fobia a la tecnología hay gente que dice “no quiero meterme en eso de las computadoras, me molesta y me frustra, no le entiendo”, se confunde malestar y ansiedad con fobia.

Creo que si tuviera que definirlo, -dice el académico- la palabra correcta sería posmodernitis, se trata de una lógica de la sociedad posmoderna occidental capitalista, que además, está permeando todo el planeta debido a la globalización; somos una sociedad que vive para su producción y entretenimiento, eso suena bonito, pero vivir a partir de lo inmediato, en la individualidad y la dependencia tecnológica es sólo un síntoma, no es problema de individuos sino de sociedades.

 

 DEPRESIVOS Y NARCISISTAS

Por su parte, Luis Alejandro Nagy, miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional y de la Sociedad Psicoanalítica de México, concuerda con que el término adicto a Internet es una generalización grave, hecha por una generación que no entendía lo que estaba pasando. “Veían a alguien conectado durante tres horas todos los días y lo asumían dependiente, lo cierto es que uno no se vuelve adicto a la jeringa sino a los contenidos; Internet es un medio y no te vuelves adicto al medio”, enfatiza.

Asimismo, el también director de la Alianza de Ayuda por la Seguridad en Internet (ASI) dice que hay que tener cuidado al definir la ansiedad que muchos experimentan al no tener acceso a la red o al teléfono celular “si no es parte de su trabajo y se siente ansioso por no estar en Facebook o checando su correo electrónico constantemente; podríamos hablar de una necesidad de tipo depresivo, esa persona necesita sentirse conectada con otra, afirma.

Respecto a si alguien deja de salir o de realizar sus actividades por estar en la web, Nagy expone lo mismo que Ricardo Trujillo: estaríamos hablando de un uso patológico de Internet, el cual se detona a causa de otros males, “he atendido a personas muy deprimidas que pasaban horas frente a la computadora, porque era el último recurso que tenían para no derrumbarse y hundirse en una depresión aún más severa”.

De acuerdo con Nagy este abuso también indica narcicismo: “Mientras el depresivo intenta vincularse, los narcisistas están más preocupados por el número de likes, están atentos a la admiración, quieren elevar aún más su autoestima inflada; son los que suben todo el tiempo fotos, posts, el registro de los lugares a los que van y esperan que la gente les aplauda”.

Los casos atendidos por este especialista en el país son pocos (10 o 15 por ciento), todos tienen que ver con juegos en línea (con sesiones de hasta de dos días) y consumo de pornografía en el caso de los hombres. Por su parte, las mujeres reciben atención por relaciones online destructivas, dependientes.

En todos los casos había sensación de abandono, ausencia de límites; hogares desintegrados y depresión. Uno de los casos más graves tratados por Nagy, fue el de un adolescente de 14 años que llegó a pesar casi 100 kilos, por su dependencia a los juegos en línea, “jugaba de madrugada debido a que lo hacía contra coreanos; tuvo problemas de circulación severos, en dedos y articulaciones”.

Sin embargo se debe recordar que –como los especialistas afirman– Internet no “enferma” a sus usuarios, sólo destapa lo que ya tenían: “En el caso mencionado los juegos le daban emociones y se sentía importante, con autoestima pero se trata de un caso extremo”, declara el doctor.

A los pacientes de este tipo se les enseña a controlar sus impulsos y se les reduce paulatinamente el uso, “se les enseña que Internet es para darle seguimiento a las relaciones, no para crearlas”.

Respecto al acceso limitado de la población mexicana a a Internet, dice: “Creo que lo que pasa es que se está violentando un derecho humano fundamental, no hay subsidios para que toda la gente tenga Internet en casa. No creo que Internet sea elitista en sí mismo y no debería serlo”.

 

ALGO LE DUELE A LA SOCIEDAD

Trujillo asegura que la postmodernidad señala que si no hay nada que de sentido o respuesta, “mejor me agarro de cualquier fuente de diversión o placer para no pensar porque cuando lo hago, hay una interrogante, un vacío y ya nadie quiere pensar”, eso provoca que nos enganchemos a cualquier cosa y nos hagamos “adictos”.

Se tenía la idea de que en el futuro estaríamos mejor pero lo que vemos es que la tecnología no nos dio mayor bienestar, sino mayor consumo. “Ahora tenemos máquinas un millón de veces más rápidas de las que teníamos hace 25 años y sin embargo no hacemos ni mejor ni más rápido las cosas; hacemos prácticamente lo mismo”, manifiesta.

Esto transforma todas las áreas de nuestra vida y uno de los aspectos más interesantes es como nos vinculamos a partir de Internet: “En una relación offline tú me haces algo y a mí me duele; eso hace que me sienta mal. Quizá nos vamos a tener que seguir viendo en el trabajo, pero en una relación online, no: en el momento en el que me caes mal o me aburres, te apago, te elimino, entonces no me angustio, no hay un vínculo. Es parecido a ver por televisión la guerra: puedes decir “estoy muy preocupado” pero realmente no te angustias, estás entretenido y en el momento en que algo verdaderamente estresante pasa, le cambias: esa es la forma en la que nos vinculamos actualmente”.

Para el académico el problema no radica en la tecnología, ni en su mal uso, sino en que vivimos en una sociedad enferma “muchas veces se dice que la tecnología nos llevó a eso, sin embargo, la sociedad postmoderna ya se relacionaba así, “lo único que provocaron las computadoras e Internet fue hacerlo más evidente; por ejemplo, antes del ciberespacio, estaban los walkman, pues ya estaba presente esa idea de aislarse de los demás: porque me dan güeva o porque me asustan. Quizá en el transporte o en sitios públicos no tengo de otra, me siento junto a ellos porque tengo que hacerlo, pero si puedo sentarme en un lugar apartado lo hago,  me pongo mis audífonos y me aíslo, esa condición ya la traíamos y la computadora solamente la exacerbó”, declara.

Vivimos en una sociedad en la que consumir, ser productivo y entretenerte es lo principal,  eso no sólo trae problemas con el uso desmedido de la tecnología, “nuestros vínculos afectivos no son profundos y tienden a ser terriblemente superfluos, explica el psicólogo. Estamos sumidos en una sociedad superficial que no siente, básicamente todo es inmediato, desechable, está diseñado para ser así, no para profundizar.

Desde esta perspectiva el uso indiscriminado de la tecnología y esta dinámica de la “adicción” a Internet no son más que una buena herramienta para eliminar la angustia: “Hago como que me informo, como que estoy en contacto con todo el mundo y lo que no quiero saber y con quien no quiero estar, lo elimino. Entonces sólo tengo relaciones positivas cuando en realidad las conexiones sociales y la afectividad son complejas y están cargadas de positividad y negatividad”, afirma el psicólogo.

Respecto a la pereza mental y los problemas de  interacción que han sugerido especialistas como la neurocientífica británica, Susan Greenfield, Trujillo afirma que el uso excesivo e inadecuado de la tecnología nos llevará a crear vínculos aún más superficiales, simplificados: “Antes los códigos de relación eran muy complejos, probablemente se desarrollarán aplicaciones en Facebook y para el celular que te digan aquí hay una persona disponible para tener sexo y es compatible con tu perfil de personalidad, no es una disminución de la inteligencia o de la cultura más bien de los códigos de relación”.

Nagy coincide con el académico, “lo mismo decían con la imprenta decían que si leías mucho te iba a dar quijotismo, locura”, a veces se avala científicamente, se asegura que por estar conectado a Internet constantemente “vas a desarrollar atención parcial constante, –que es estar en todo y nada a la vez–  un síndrome propio de la época”.

Por lo tanto, reitera Trujillo, el problema no es Internet, ni las redes sociales o los videjuegos sino la sociedad “si les dices a los alumnos, les voy a dejar leer este libro, de inmediato hacen caras y te dicen mejor mándeme la presentación en power point, mejor me espero a que salga la película, porque saben que esforzarse más no les va traer mayor bienestar, algo que sí creíamos hace 40, 50 años, ahora piensan si me dejan más tarea, tengo menos tiempo para conectarme, para entretenerme. Entonces generas pereza en el sentido moderno, pero en el postmoderno se trata de nuevos enfoques de estimulación; el éxito de las redes es que te saturan de estímulos te llenan de información. Así que, debido a que recibimos una serie de estímulos e interacción diferentes, conforme éstos aumentan vamos a requerir más para mantener la atención.

Para lo que realmente va generar pereza -advierte- es para vincularnos, eso ya está sucediendo: “Llenas tu perfil de Facebook y te va dirigiendo quienes son las mejores personas para ti, algo –en mi opinión- totalmente vacío, aburrido”.

Es indudable que la tecnología ha modificado nuestras vidas, Internet es un medio de entretenimiento y trabajo; una fuente de información alternativa y de gran valor, muchos pasamos largos períodos conectados por las causas ya descritas, algunos le sacan más provecho que otros.

Para el psicólogo, una cosa es segura, no hay adicción ni fobias relacionadas con la tecnología, sólo excesos, un mal uso o resistencia a ésta, pero para Trujillo, ya estábamos dañados desde antes. “La tecnología es el cómplice; la víctima, el victimario es el ideal de esta sociedad que desea evitar a cualquier costo la angustia y el sufrimiento, es una sociedad que no se angustia y por lo tanto no vive, Slavoj Zizek dice que eso conduce a una realidad con condón donde no te arriesgas, pero tampoco sientes”, finaliza.

 

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