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Susan Crowley

12/06/2020 - 12:03 am

Floyd y Giovanni: La responsabilidad del artista

Las muertes de George Floyd y Giovanni López, ambos asesinados a manos de la policía, han causado distintas reacciones y en conjunto una indignación que nos concierne a todos. No es la primera ni será la última vez que enfrentemos hechos violentos en contra de un ser humano. Lamentablemente, la urgencia de atender estos temas […]

El arte tiene el poder de transfigurar una acción en una imagen trascendente. Foto: David J. Phillip, AP.

Las muertes de George Floyd y Giovanni López, ambos asesinados a manos de la policía, han causado distintas reacciones y en conjunto una indignación que nos concierne a todos. No es la primera ni será la última vez que enfrentemos hechos violentos en contra de un ser humano. Lamentablemente, la urgencia de atender estos temas se va diluyendo conforme pasa el tiempo, ¿cómo lograr que no se olvide?

El arte tiene el poder de transfigurar una acción en una imagen trascendente. Es la memoria que nos ayuda a actualizar nuestra propensión al olvido y a la banalización de las acciones monstruosas de las que somos capaces. Más allá de la belleza, el artista se ha caracterizado por ligarse a las causas, ha luchado por los necesitados y ha manifestado a través de su obra el dolor humano. Con sus herramientas de trabajo ha expresado la urgencia de exhibir la miseria humana. Es un subversivo natural y difícilmente se queda callado ante la desgracia de los otros. Al contrario, la utiliza como medio para llamar la atención. Lo que con el tiempo se olvida, en el arte cobra sentido y fuerza.

George Floyd era un miembro más de la raza afroamericana cuyas raíces fueron arrancadas de su origen para servir como esclavos. Trasladados a los imperios, fueron sometidos, utilizados y desechados sin consideración; a pesar de ello han sido capaces de crear una poderosa subcultura emergente, intuitiva, combativa. Su poder es la expresión, la lucha es su identidad. Devuelven los golpes que han recibido con la frente en alto, a ritmos sincopados. Claman por los derechos humanos, por su raza que es la de todos los que sufren; su grito es ancestral, mítico, ahogado, actual. Han ganado un lugar como los adversarios del sistema. Los conocemos como el Black Power, peyorativamente, aunque hoy se autonombran con orgullo “negros” (nigger en inglés).

Soul, el alma es negra, dice Louis Armstrong (Satchmo), en una de sus canciones. El blues es un registro único en la música, pero también lo es en la pintura, en la protesta contra la injusticia. Un acto de voluntad imposible de ser atrapado o reprimido. Fuerza de la naturaleza, movimiento puro, más allá del estilo y de las formas impuestas que constriñen a sus necesidades temporales.

Bill Traylor un outsider que vivió marginado toda su vida, solía reírse de su propio dolor y lo caricaturizaba dibujando perros feroces tras esclavos aterrorizados. Escenas que bien podían tener de fondo Strange Fruit de Billy Holliday:

Southern trees bear strange fruit

Blood on the leaves and blood at the root

Black bodies swinging in the southern breeze

Strange fruit hanging from the poplar trees.

Hoy su obra revive y se transforma en una cruda alegoría: Floyd sometido y cruelmente tratado hasta morir asfixiado por la rodilla de un policía.

Ante una imagen tan espeluznante debemos recordar la lucha representada en panfletos y carteles, activismo puro de grupos como Black Panther o la abstracción de Jack Whitten creador de grandes campos de color en homenaje a Malcolm X y su lucha. En “Images of Dignity” de Charles White abundan los Floyd convertidos en voces inmortales, son la presencia del alma de un pueblo que se empeña en ganar derechos, pero que vive y muere en la incomprensión. ¿Alguna vez estas minorías tendrán la certeza de ser aceptadas?

El recrudecimiento de la protesta en Estados Unidos muestra como una raza oprimida se levanta a través de la expresión. El sepelio de Floyd al ritmo del soul, en el que abundó el llanto y la tristeza de ciudadanos negros vestidos de blanco que ven un futuro incierto cuando se trata de sus derechos. La muerte de un miembro de su comunidad es la muerte de un pensamiento de libertad en el país que la glorifica. Un hoyo negro en la democracia americana.

Giovanni, un joven del que poco se sabe, pasó su vida inadvertido entre los millones de pobres de nuestro país. Como tantos, podría haber sido jardinero, chofer, mozo, policía, era trabajador de la construcción, albañil. Sin mayores opciones, seguramente vivió una vida de privaciones e injusticia. El gran golpe que terminaría con su existencia se debe a otros como él, con la diferencia de que podían escudarse en la autorización para usar la fuerza. Quienes asesinaron a Giovanni, se sentían superiores, pero llevaban a cuestas la frustración y el resentimiento al tener que acatar las órdenes de un jefe. Lo reprimieron por no llevar cubre bocas, lo sometieron siendo ellos mismos unos sometidos; sin criterio, sin distinción entre el bien y el mal.

La noticia de la muerte del joven trascendió un mes después y de inmediato se mezcló con el furor desatado en las calles del país vecino. Allá se trataba de un crimen racial, en nuestro país de una protesta en contra de la represión salvaje y gratuita que ha caracterizado nuestra historia. Los jóvenes salieron a las calles con sus ideales y su indignación a flor de piel para reclamar el abuso de la autoridad en contra de víctimas inocentes. La muerte de Giovanni se convirtió en agenda política aprovechada por algunos para denostar a sus rivales. Pero mientras unos la utilizan para efectos políticos, otros, los artistas, seguramente la convertirán en un documento que registre fielmente la experiencia. Los datos duros que de poco sirven porque la mayoría de las veces mienten, serán sustituidos por un ámbito de reflexión creativo. La cólera que se respira en el ambiente seguramente se filtrará en sus talleres y cobrará forma como una imagen contundente; escarbará hasta lo imposible los límites del pensamiento y de la materia.

Una de las Canciones de los Niños Muertos del compositor Gustave Mahler, sirve de fondo para “Gramática de la tristeza”, obra en video del colectivo Tercerunquinto. Durante unos minutos las pintas en protesta por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa se materializan, a veces nítidas, otras casi evanescentes, metáfora de la impotencia, del dolor y de la desesperanza ante una desaparición absurda. La melancólica y expresiva tonada es abstraída de su partitura original e interpretada en un solo de trompeta. Desnudo, metálico, sin embargo, bello, golpea nuestros sentidos; revive el dolor y la imposibilidad de olvidar una tragedia de la magnitud que se vivió en nuestro país.

Una cámara de reconocimiento facial sirve de soporte para la obra Nivel de Confianza del artista Rafael Lozano-Hemmer. En ella han sido captados los 43 rostros de los jóvenes desparecidos. La interacción con la obra consiste en que, al acercarnos, los algoritmos asociarán rasgos faciales de alguno de los 43, semejantes al nuestro. Lo sabemos, la coincidencia absoluta será imposible.

La redención de George Floyd y Giovanni López será la factura que se le cobra a las autoridades, el no quedarnos indiferentes ante la muerte de un ser humano. Podemos estar seguros de que provocará una reacción que muy pronto se verá plasmada en el campo artístico. Más allá de un interés individual o de una intención a corto plazo, el dolor encontrará una válvula para la reflexión; tomará a la injusticia, la impotencia y la rabia y las convertirá en vasos comunicantes, las entretejerá y les dará el atributo de atemporales, tal vez eternas, ya lo dirá el tiempo. Una vez más, la protesta volverá a escucharse, sonará fuerte, actual, gracias al artista. Sin riesgo de ser olvidada, al contrario, procederá con un sentido único, el del arte, será finalmente la memoria necesaria a la que todos debemos acudir.

Adiós al maestro

Imprescindible para entender el cambio de la pintura en México, Manuel Felguérez hizo de la abstracción su sello personal. Otras constantes fueron la experimentación con distintos medios como la escultura y el grabado. El domino técnico en la práctica artística fue para el zacatecano un desafío permanente. Sin duda, para un artista considerado líder indiscutible dentro de la generación de La Ruptura, un paso adelante fue entrar al mundo de la tecnología. Desde sus primeras incursiones constató las ventajas que los nuevos medios le ofrecían. Al poco tiempo de iniciarse en este lenguaje, contaba con más de cinco mil obras originales firmadas. Una fábrica sin límite a sus ideas. Pero esta especie de vorágine multiplicadora desató la nostalgia por sus antiguas prácticas —pintura y escultura— y lo obligó a buscar su redención. Entonces desarrolló obras que surgieron del mundo virtual y las llevó al terreno de lo pictórico. Incansable en su trabajo, intuitivo en su oficio, enorme en su generosidad, Felguérez nos deja un legado de obra que vivirá por siempre. En paz descanse maestro.

@suscrowley

www.susancrowley.com.mx

 

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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