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Antonio Salgado Borge

05/06/2020 - 12:05 am

Astrocapitalismo

Lo que realmente acaparó la atención de tantas personas la semana pasada fue el hecho de que los astronautas viajaran, por primera vez, en un cohete elaborado por la compañía privada SpaceX.

El cohete Falcon 9 de la empresa SpaceX despega rumbo a la Estación Espacial Internacional con los astronautas de la NASA Doug Hurley y Bob Behnken, desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida, el 30 de mayo de 2020.
"Recurrir a SpaceX, una empresa privada, es una forma de evitar colaborar con otras naciones y de empezar una batalla de intereses económicos en el espacio". Foto: John Raoux, AP

El Falcon 9 despegó de Florida con una misión principal: llevar a dos astronautas a la Estación Espacial Internacional. Con este cohete, se elevaron también las emociones de millones de personas que siguieron y celebraron este evento. Hay tres razones principales detrás de este fenómeno. Las tres, a mi juicio, están relacionadas con el astrocapitalismo, una tendencia en la exploración espacial que amerita ser revisada.

¿Gran Salto?

Para algunas personas, el despegue del Falcon 9 fue digno de celebración porque este hecho representa un gran salto en la exploración espacial. Incluso hubo quienes llegaron a comparar su sentir con el que experimentaron cuando Neil Armstrong pisó por primera vez la superficie de la luna.[1] Este tipo de paralelismos tienen poco sentido. Y es que la semana pasada, en términos de alcance, la humanidad no dio algún paso adicional a los que ya antes había dado. Hasta 2011, los viajes a la Estación Espacial Internacional eran regulares y, por lo mismo, pasaban prácticamente desapercibidos para el público.

Lo que realmente acaparó la atención de tantas personas la semana pasada fue el hecho de que los astronautas viajaran, por primera vez, en un cohete elaborado por la compañía privada SpaceX; una empresa promete privatizar exitosamente los viajes espaciales. Por ponerlo en términos de un extasiado comentarista, “el éxito de SpaceX es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad… en los tiempos en que Estados Unidos debate los méritos del socialismo, SpaceX nos ha dado un testimonio increíble del poder de la empresa libre estadounidense”.[2] Bienvenidos entonces al astrocapitalismo.

Pero esta euforia astrocapitalista ignora por completo el contexto del que ha surgido este fenómeno. En realidad, la alianza del Gobierno estadounidense con SpaceX representa el último clavo en el ataúd de un proyecto de cooperación internacional moribundo. En 1967, 90 países firmaron el “Tratado del Espacio Exterior”.

Este tratado especifica en su primer artículo que “la exploración espacial tendría que ser llevada a cabo en beneficio de todos los Estados, sin importar su grado de desarrollo económico o científico, y que el espacio tendría que ser provincia de toda la humanidad”.

En otras partes del acuerdo se menciona que “las naciones deben promover la cooperación” en la investigación del espacio y que las naciones firmantes deben considerar, en aras de la igualdad, cualquier solicitud de otras naciones a observar las condiciones de los vuelos al espacio.[3]

El 1970 se intentó dar un paso adicional para hacer el alcance del tratado más claro. Se propuso establecer que el espacio sería “herencia común para toda la humanidad”. Esto implicaba un bloqueo efectivo a la posibilidad de trasladar la comercialización de lo público en la Tierra al espacio. Todos los seres humanos, por el hecho de ser humanos, tendrían derecho a acceder al conocimiento u oportunidades derivadas de la exploración del espacio.

Sin embargo, este intento fue percibido como “socialista” y terminó por ende bloqueado por intereses poderosos. Esta tendencia dio un giro de 180 grados cuando, más adelante, el congreso de Estados Unidos aprobó una ley que busca asegurar que ese país pueda mantenerse como el líder en el “comercio global espacial” y que faculta a su gobierno a interpretar al tratado de forma que minimice las regulaciones y obligaciones que de éste se derivan.[4]

Recurrir a SpaceX, una empresa privada, es una forma de evitar colaborar con otras naciones y de empezar una batalla de intereses económicos en el espacio. O, por ponerlo en términos más claros, su alianza con empresas privadas, en lugar de hacerlo con otros países, es el último paso de Estados Unidos en su intento de mandar al proyecto de cooperación y a la idea de una “herencia común para toda la humanidad” efectivamente al carajo. En este sentido lo ocurrido la semana pasada en Florida es sí que es un gran paso, pero uno hacia atrás.

Oportunidades

Otro argumento empleado para celebrar el lanzamiento del Falcon 9 es que la participación de SpaceX en los viajes espaciales abre la puerta a dos grandes oportunidades principales.

(a) La primera es abaratar el costo de los traslados que requieren la NASA y algunas empresas privadas. Lo anterior es cierto: la NASA se ahorrará millones al contratar los servicios de SpaceX. El peligro aquí es la ausencia de regulación y de controles que normalmente logran negociar las compañías poderosas que concentran un mercado.

Por ejemplo, Boeing, otra empresa asociada con la tendencia astrocapitalista, recientemente tuvo que admitir que, gracias a la falta de regulación correcta, dejó volar aviones 737 que, de acuerdo con comunicaciones internas de la misma compañía, contaban con sistemas que fueron “diseñados por payasos”.[5] Después de que algunos de estos aviones se estrellaran, Boeing se vio obligada a retirarlos de circulación. Si bien esta no es una objeción contundente contra el astrocapitalismo, considero que cuando menos ésta tendría que levantar algunas cejas. Confiar en empresas privadas sin controles o regulaciones puede ser problemático.

(b) La segunda oportunidad que muchas personas celebraron cuando despegó el Falcon 9 es la de mirar, como turistas espaciales, a la Tierra desde afuera -y, por qué no, en un futuro quizás visitar la Luna u otros planetas-. Para un buen número de individuos entre los que me incluyo, esta oportunidad abre la puerta la posibilidad de materializar un escenario jamás pensaron que podrían experimentar en el transcurso de sus vidas. La emoción en este sentido es proporcional a la que implica concebirse en el espacio.

Pero sería ingenuo pensar que el astrocapitalismo promete que los viajes espaciales serán accesibles para quienes ya se vieron orbitando la Tierra. Ciertamente en el esquema astrocapitalista este tipo de experiencias no serán accesibles para las mayorías. Así como las leyes del mercado hacen que buena parte de la población mundial no pueda visitar otros países por el costo que representa comprar boletos de avión, las mismas leyes llevarán a hacer el turismo espacial un lujo accesible para pocos. Esto es, con el astrocapitalismo la posibilidad de disfrutar nuestra “herencia común” terminará concentrada en las manos de unos cuántos.

A lo anterior tenemos que sumar que la visión comercial de la exploración espacial tampoco contribuye significativamente a abrir la puerta al entendimiento del cosmos. La concentración de recursos y esfuerzos en el turismo espacial, que previsiblemente se convertiría para un puñado de personas en una forma de entretenimiento, aporta poco en este sentido. Para ser claro, la humanidad ganaría mucho más concentrando todos los recursos disponibles en proyectos de exploración científica que llevando a turistas a tomar fotografías de nuestro planeta desde el espacio. Y es que no hace falta salir del planeta para beneficiarse del conocimiento derivado de la ciencia.

El ícono

Otro factor detrás de la emoción es la figura de Elon Musk, fundador y director de SpaceX. Para algunas personas, Musk se ha convertido en un ícono. Hay quienes, atraídos por su proyecto o por su éxito económico o mediático, piensan genuinamente que el también fundador de la empresa Tesla, puede ser el “Einstein de nuestra generación”.[6] De esta forma, el logro del Falcon 9 es también el logro de un individuo que, en algunos sectores, es visto como el intelecto que llevará a la humanidad a donde ésta no ha llegado antes; como el hombre que nos empujará en nuestro siguiente gran salto.

La comparación de Musk y Einstein es un despropósito. Científicos o filósofos como Einstein, Newton o Galileo contribuyeron decididamente al entendimiento de la forma en que funciona el mundo y nuestra posición en el mismo. No es exagerado afirmar que sus pasos individuales fueron saltos trascendentales para toda la humanidad. Entender la gravedad, una de las cuatro fuerzas fundamentales del universo, no puede compararse con fabricar cohetes a bajos costos.

Musk no es ni científico ni filósofo. Su promesa es vender productos a la gente y, en su afán de hacerlo, ha buscado mantener sus fábricas en la pandemia a pesar del riesgo que ello implica para sus empleados. Si se trata de sopesar entre ganancias personales y el bienestar de la humanidad, Musk ha dado muestras consistentemente de optar por lo primero.

Conclusión

El despegue de cualquier cohete capaz de llevar seres humanos a una estación espacial orbitando la Tierra es, en sí mismo, un hecho digno de asombro y de aplauso. En este sentido, es positivo que este tipo de eventos se sigan y celebren. Sin embargo, lo que es digno de celebrarse no es el despegue en sí mismo o la empresa que lo opera, sino que este hecho es fruto del espíritu que derivó en una secuencia de pasos que ha contribuido a ampliar nuestro entendimiento del espacio. Un proceso que podría verse negativamente afectado por la irrupción de SpaceX y del astrocapitalismo.

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[1] https://www.forbes.com/sites/alexknapp/2020/05/25/elon-musks-first-astronaut-launch-is-one-giant-leap-for-space-capitalism/

[2] https://www.washingtonpost.com/opinions/2020/06/01/spacexs-success-is-one-small-step-man-one-giant-leap-capitalism/

[3] http://www.unoosa.org/oosa/en/ourwork/spacelaw/treaties/outerspacetreaty.html

[4] https://www.vice.com/en_us/article/59qmva/jeff-bezos-space-capitalism-outer-space-treaty

[5] https://www.theguardian.com/business/2020/jan/10/737-max-scandal-the-internal-boeing-messages-and-emails

[6]https://www.reddit.com/r/Showerthoughts/comments/7jsebg/elon_musk_is_our_generations_albert_einstein/

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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